Mundo Agrario, vol. 16, nº 32, agosto 2015. ISSN 1515-5994
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Historia Argentina y Americana

 

ARTICULO/ARTICLE

 

La construcción hegemónica de las entidades técnicas en el agro argentino: análisis de los discursos de AAPRESID y AACREA en la última década1

 

 

María Dolores Liaudat

CONICET- IESAC/Universidad Nacional de Quilmes
Argentina
doloresliaudat@yahoo.com.ar

 

Cita sugerida: Liaudat, M. D. (2015). La construcción hegemónica de las entidades técnicas en el agro argentino: análisis de los discursos de AAPRESID y AACREA en la última década. Mundo Agrario, 16(32). Recuperado a partir de http://www.mundoagrario.unlp.edu.ar/article/view/MAv16n32a04

 

Resumen
Este trabajo busca indagar sobre un tipo de organizaciones que gana relevancia en las últimas décadas en el mundo agrario argentino: las “entidades técnicas”. Pretendemos rastrear el carácter ideológico y la intención de construcción hegemónica de las dos entidades más representativas: AAPRESID y AACREA. Para avanzar en esta línea de investigación, hemos trabajado sobre el análisis de sus discursos, tomando como fuente las revistas, las publicaciones y los videos institucionales y las memorias de los congresos anuales. A partir de este análisis, rastreamos tres elementos: las raíces locales y transnacionales de los discursos que promocionan, las formas de articularlos y las operaciones de construcción hegemónica. Veremos, de esta manera, la intención de estas entidades de constituirse como una referencia intelectual y moral en nuestro país.

Palabras clave: Entidades técnicas; Discursos; Ideología; Hegemonía; Agronegocios.

 

The hegemonic construction of technical institutions in the Argentine agriculture: analysis of AAPRESID and AACREA speeches in the last decade

 

Abstract
This paper seeks to research on a type of organizations that gains relevance in recent decades in the Argentine agricultural world: the "technical organizations". We intend to trace the ideological nature and the aim of hegemonic construction of the two most representative associations: AAPRESID and AACREA. To advance in this way of research we have worked on the analysis of their discourses, using as sources documents the institutional journals, publications and videos, and minutes of the annual conferences. From this analysis we trace three elements: the roots of local and transnational discourses that they promote, the ways to articulate them and the hegemonic construction operations. These elements allow us to show the strategy of AAPRESID and AACREA to become an intellectual and moral authority in our country

Keywords: Technical organizations; Discourses; Ideology; Hegemony; Agribusiness

 

Introducción

El campo argentino ha estado atravesado, en las últimas décadas, por enormes transformaciones de carácter social, económico y cultural. Se ha generado, en el ámbito de las ciencias sociales, una gran cantidad de debates sobre las características y las consecuencias de estos cambios. Sin embargo, hay un plano al cual no se le ha prestado la suficiente atención: la transformación de las representaciones institucionales del agro. A partir de la consolidación del modelo de agronegocios, las entidades gremiales tradicionales se han visto obligadas a readaptar su perfil a la vez que emergen con fuerza las denominadas “entidades técnicas” como representantes del sector.

Dos organizaciones de este carácter han asumido un rol fundamental durante los últimos años: la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) y la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA). Estas organizaciones son las dos entidades no gremiales más importantes del campo argentino; adquieren esta relevancia por la cantidad de afiliados, por el peso de sus actividades en el mundo agropecuario y por los lazos de vinculación con el Estado, con las empresas trasnacionales, con los medios de comunicación hegemónicos y con los partidos políticos.

En este artículo pretendemos indagar acerca de las características ideológicas del discurso de AAPRESID y de AACREA y su apuesta por una construcción hegemónica. Para esto, nos centraremos específicamente en el análisis de los discursos elaborados por los organismos en la última década y estudiaremos una serie de conceptos en los que convergen.

Sobre la base de este análisis, se buscará mostrar cómo estas entidades articulan discursos de raigambre local con otros de raíz transnacional y las operaciones de construcción de hegemonía que realizan a partir de estos. Pretendemos, de esta manera, visibilizar el rol que adquieren AAPRESID y AACREA como “aparatos ideológicos” (Althusser, 1970)dentro del mundo agrario y con proyección a otras esferas de la sociedad.

El artículo se organiza de la siguiente manera: en primer lugar, realizaremos una serie de consideraciones generales que incluyen la contextualización histórica, la caracterización de las entidades y el abordaje metodológico; en segundo lugar, analizaremos cada uno de los núcleos conceptuales que comparten las entidades, para dilucidar las concepciones políticas e ideológicas que los sustentan; en tercer lugar, abordaremos las operaciones de construcción de hegemonía; y, por último, esbozaremos algunas reflexiones finales.

I. Consideraciones generales: contexto histórico, caracterización de las entidades y abordaje metodológico

En la Argentina se profundizaron, en las últimas décadas, las coordenadas que venían construyendo un nuevo modelo agropecuario. A partir de la implementación del plan neoliberal -en primer orden por la última dictadura militar (1976 -1983) y en su total dimensión en la década del ‘90- y de los cambios en la economía desde la devaluación de 20022, se fortalece un modelo basado en los agronegocios. Este está caracterizado por diversos elementos entre los que podemos enumerar la incorporación de nuevas tecnologías (paquete tecnológico, maquinarias, etc.); la agriculturización (especialmente de la mano de la soja transgénica); el avance de la frontera agropecuaria; el aumento del capital financiero y de las empresas transnacionales. Este proceso, que implicó el aumento de la concentración de la tierra, del capital y de la producción, fue acompañado por una reconfiguración de la institucionalidad agropecuaria. En este plano, debemos destacar la desaparición de instituciones clásicas de control como la Junta de Granos y de Carnes, el cambio de perfil del INTA y las transformaciones de las entidades gremiales tradicionales al mismo tiempo que avanzan en representatividad nuevas organizaciones de carácter “técnico”.

Los cambios en el mapa institucional agrario tienen un rol fundamental, pues nos hablan de la modificación de los modos de organización colectiva y de la construcción identitaria de los actores agropecuarios. Identificamos especialmente, en el avance de las “organizaciones técnicas”, un elemento importante para comprender el mapa organizativo actual. Existen, en particular, dos organizaciones de este carácter que han protagonizado un importante crecimiento en participación, en representatividad para los actores agropecuarios y en profundización de la globalización rural: la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) y la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA). Estas son las dos organizaciones no gremiales más importantes del campo argentino; ocupan este lugar por diversos motivos: por la cantidad de afiliados que tienen y por el peso en la estructura productiva de los mismos 3, por la masividad de sus actividades (congresos, talleres, cursos, etc.) en el mundo agropecuario, por los lazos de vinculación con el Estado, con las empresas trasnacionales, con los medios masivos de comunicación y con los partidos políticos, y por su rol pionero en la promoción de los cambios tecnológicos y productivos más importantes para el sector en los últimos años.

Ambas instituciones nacen en contextos históricos diferentes. El primer Consorcio Regional de Experimentación Agrícola (CREA) es creado a fines de la década del ‘50 en Daireaux (provincia de Buenos Aires) a partir de la iniciativa de Pablo Hary y Enrique Capelle, dos productores pertenecientes a sectores de la elite agropecuaria con acceso al mundo intelectual y a las innovaciones internacionales. Rápidamente los grupos CREA se difunden por otras zonas de la región pampeana. Estos grupos se conforman en una coyuntura particular marcada por la posguerra y por las consecuencias sobre el agro del modelo de Sustitución de Importaciones (ISI). Los objetivos iniciales se basaban en dar una solución organizativa y técnica a los problemas económicos que atravesaban, sin demandar ayuda al Estado (Gras, 2009). Por su parte, AAPRESID nace en 1989 en Santa Fe como iniciativa de ciertos productores con formación académica que habían presenciado la expulsión de los ámbitos académicos e instituciones estatales en el marco de la última dictadura militar (Hernández, 2013: 7-8). Buscaban desarrollar la siembra directa como modo de aumentar la productividad cuidando del suelo. A pesar de que se crean con un rol estrictamente técnico, ambas han ampliado su perfil a lo largo de los años de una forma muy similar, al menos en tres terrenos: complejizando su organización, construyendo una discursividad que excede la temática agraria y ampliando los ámbitos de intervención.

AAPRESID y AACREA realizaron cambios en la dinámica interna, buscando construir a partir de la flexibilidad, la construcción en red y la descentralización. Respecto de la dimensión político-institucional, se ubican en una especie de tercer sector desde el cual dialogan tanto con dependencias estatales (INTA, UBA, MAGyP) como con las principales empresas de la agroindustria, con las cuales establecen alianzas explicitas. Construyen esa legitimidad, en las últimas décadas, a partir de presentarse como una referencia en el campo del conocimiento; dan así a conocer en el país los adelantos tecnológicos que se desarrollan en otras partes del mundo. A su vez, se distancian de las entidades gremiales del sector (SRA, CRA, FAA, CONINAGRO), a las que presentan como meramente corporativas y en un estado de demanda permanente4. Por lo contrario, asumen un rol que se presenta como constructivo, en primer lugar, de un modelo de desarrollo agropecuario y, más tarde, de un modelo de nación. En este sentido, han tenido una evolución similar desde el comienzo del nuevo siglo, incorporando iniciativas multisectoriales.

La esfera en la que observamos más claramente el rol que pretenden asumir estas entidades es la discursiva. En una investigación reciente analizamos, a través de las herramientas de enfoque etnopragmático del discurso5, los documentos más relevantes de AAPRESID y AACREA6 durante la última década, que muestran una “convergencia discursiva” (Vasilachis de Gialdino, 2007:162) que se expresó con fuerza en momentos trascendentales para la historia reciente del sector, como en el denominado “conflicto del campo” (2008)7. En los discursos de sus páginas institucionales, en sus revistas y en sus memorias de congresos se construye una red conceptual común sobre el Estado, la sociedad, la nación, el individuo y la naturaleza. Prestando atención a estas dimensiones, a las combinaciones sintácticas y a la regularidad con las que las utilizan, identificamos cinco núcleos conceptuales en los que convergen8. Estos son: 1) una visión sobre la sociedad, el individuo y la tecnología vinculadas a los conceptos de sociedad del conocimiento, paradigma tecnológico y empowerment; 2) la justificación moral de la actividad agropecuaria a partir de la insistencia en el problema del hambre en el mundo; 3) la concepción de la naturaleza como capital y la defensa del “desarrollo sustentable” como mecanismo de legitimación; 4) una mirada sobre la relación Estado-empresa-sociedad civil vinculada a los conceptos de empresarios innovadores, desarrollo local y responsabilidad social empresarial; 5) un modelo de desarrollo de la nación vinculado a una perspectiva histórica de tinte liberal, de largo aliento en nuestro país.

Estos discursos son enunciados desde soportes materiales similares. En un principio, ese rol lo tuvieron los congresos nacionales de ambas entidades, los cuales comenzaron difundiendo un discurso meramente técnico y, en la actualidad, han avanzado en encuentros con temáticas sociales y políticas. Con los años fueron articulando con los medios de comunicación más importantes del país, diversificando las estrategias hacia ellos y construyendo políticas de comunicación propias (páginas web, videos institucionales, libros). En la última década, dieron un salto en la construcción de programas de solidaridad, educativos y de liderazgo. Con estos proyectos no sólo legitiman a los sectores empresariales que conforman las organizaciones y a las empresas multinacionales con quienes los impulsan, sino que también sirven como vías de divulgación de la ideología sostenida por ambas entidades en otros sectores sociales (especialmente en los pueblos del interior de la Argentina).

AAPRESID y AACREA, nacidas como organizaciones con un perfil meramente técnico, han complejizado sus ámbitos de intervención y las formas de interpelación en pos de convertirse en referentes políticos e ideológicos para amplios sectores del mundo rural en la era de los agronegocios. Asumen un papel de aparatos ideológicos9no tanto por la elaboración de nuevas ideas sino más bien por el papel de promoción y de difusión de un conjunto articulado de ideologías preconstituidas.

En este trabajo pretendemos avanzar en el estudio de los núcleos conceptuales compartidos por ambas entidades. Consideramos que un análisis futuro debe completarse con el estudio de las características y alcances de sus prácticas. En este caso, nos centramos en el plano discursivo intentando rastrear tres elementos centrales: las raíces de los discursos que promocionan, las formas de articularlos y las operaciones de construcción de hegemonía.

De esta manera, asume especial relevancia en este trabajo la relación entre discurso, ideología y hegemonía. Recuperamos una concepción gramsciana de ideología y de hegemonía para analizar el carácter de las ideas esbozadas por las entidades en estudio a través de algunos de los elementos que Mouffe identifica como centrales en el pensamiento del autor italiano: la concepción de la ideología como el terreno en el que los hombres se mueven, adquieren conciencia de sus posiciones y luchan; la concepción de la hegemonía como la fusión total de objetivos económicos y políticos y unidad intelectual y moral a través de la ideología; y finalmente, la naturaleza material de la misma, su existencia como nivel necesario de toda formación social, como aparatos ideológicos (1991:167-227).

Comprender la materialidad de la ideología significa entenderla como un fenómeno discursivo que se incorpora en las pautas conductuales de los individuos. Según Eagleton, al comprender la ideología como un discurso, hacemos énfasis tanto en la materialidad de los signos como en su carácter esencialmente significativo (2005: 20-55). De esta manera, en este trabajo tomaremos la ideología y la construcción de hegemonía como practicas principalmente discursivas.

La única tradición intelectual que hasta ahora le ha otorgado una importancia central al discurso en la construcción de hegemonía es la que inauguran Laclau y Mouffe a partir del libro Hegemonía y estrategia socialista (1987). Si bien somos críticos de algunas concepciones de esta teoría posestructuralista, como el descredito que otorgan a la existencia de posiciones de clase, consideramos que hay algunos aportes interesantes que estos autores nos pueden hacer en función del problema de investigación. Nos interesa retomar la concepción de hegemonía como cadena de significantes que alcanzan grados particulares de fijación en torno a ciertos significantes vacíos. Y también el desarrollo de lo que los autores denominan “lógicas de la diferencia” a través de las cuales se busca incorporar las demandas de otros sectores sociales, articulando cadenas equivalentes que aseguren la dominación.

Según Javier Balsa (2011), si bien esta escuela es la primera que conscientemente integra el discurso en la teoría de la hegemonía, sus aportes quedan en un plano demasiado abstracto. Por esto, el autor se plantea el objetivo de desarrollar una metodología que articule los aportes teóricos de estos autores y los de la perspectiva gramsciana con el análisis específico de los propios discursos. En ese camino, nos interesa recuperar para este trabajo el aporte que realiza en la operacionalización del concepto de hegemonía. El autor plantea que podemos observar la construcción de hegemonía en el discurso a través de diferentes operaciones, de las cuales nos interesa recuperar seis: en primer lugar, la universalización de intereses particulares y su despolitización para apelar al bien común; en segundo lugar, la construcción de un colectivo (que implica una definición de quiénes somos) con fronteras delimitadas; en tercer lugar, una operación de deslizamiento, como una visión desplazada de su eje central, que alude a la enunciación del antagonismo; en cuarto lugar, la construcción del enunciador, borrando las marcas subjetivas, solapando las voces de los opinadores con las de los informadores; en quinto lugar, la incorporación de algunas demandas y discursos de los otros sectores que se pretende dominar en una cadena equivalente (Laclau y Mouffe, 1987) mediante tres operaciones: la negación, la desvalorización y la “utopización”; por último, la reconstrucción de una visión del mundo a través de una interpelación ideológica, mediante tres operaciones que toma de Therbon (1991:15-17) -la definición de lo que existe y lo que no existe (quiénes somos, qué es el mundo, cómo son la naturaleza, la sociedad); lo que es bueno, correcto, justo y todo lo contrario; y lo que es posible e imposible. (Balsa 2006: 24-27).

Con estas herramientas analizaremos los discursos de AAPRESID y AACREA publicados en diferentes soportes materiales durante la última década: memorias de sus congresos anuales, páginas web, videos institucionales y dos publicaciones editadas por las entidades (Libro Blanco de AAPRESID y libro aniversario de AACREA). Construiremos interpretaciones de los contenidos volcados en estos textos orales y escritos10, analizando por un lado las raíces teóricas-políticas de los discursos y por el otro las diversas operaciones hegemónicas que realizan. Pretendemos identificar estos elementos a través del estudio de las palabras clave (por su insistente reiteración), los conceptos ausentes o invisibilizados, el análisis de los enunciados y de las significaciones implícitas en determinados términos. Adoptamos, por lo tanto, una estrategia metodológica cualitativa, entendiendo como sus rasgos más sobresalientas el interés por el significado y la interpretación, el énfasis sobre la importancia del contexto y de los procesos y la estrategia inductiva y hermenéutica (Maxwell 2004:36, citado por Vasilachis de Gialdino, 2006).

II. La convergencia discursiva de AAPRESID y AACREA: conceptos compartidos con un sentido común
1. La sociedad del conocimiento, paradigma tecnológico y empowerment: miradas sobre la sociedad, el individuo y la tecnología

 

Los imperios del futuro van a ser imperios de conocimiento y solamente los pueblos que entiendan
serán los países exitosos”. (Trucco, 2012)

 

Esta frase de Víctor Trucco, creador de AAPRESID, nos interesa para comenzar este apartado pues condensa la concepción central que las organizaciones sostienen como paradigma y defienden a ultranza: la adaptación a la denominada “sociedad del conocimiento” y la incorporación de la tecnología como símbolo de progreso.

Según ambas organizaciones, la historia de la humanidad ha pasado por una serie de etapas definidas por su modelo de producción: la primera fue la sociedad agrícola; la segunda, la industrial (desde las actividades de elaboración y manufacturas a las actividades de servicios) y ahora estaríamos transitando la “sociedad del conocimiento”, proceso que se extiende a nivel mundial y al que sólo faltaría “adaptarse”. Así lo clarifican los dirigentes de AAPRESID en el Libro Blanco que elaboraron para proyectar un “futuro común” para la Argentina:

Tenemos urgencia. No hay tiempo. Cambiamos o nos empantanamos en el atraso. Frente a nosotros –los responsables– está la oportunidad: construir sobre nuestra cultura y nuestros recursos, entender el mundo de hoy y nuestras posibilidades en él, entrar de lleno en la sociedad de conocimiento como palanca para el desarrollo y la realización, empezar a crecer con una educación que ofrezca oportunidades parejas en calidad y acceso, conseguir cohesión social en un tejido lesionado, y un entusiasmo que remplace las divisiones y el pesimismo. (Mactas, 2004:7)

Se sostiene claramente una visión del desarrollo que tiene como referencia permanente los grandes cambios que estarían sucediendo en “el mundo”, una forma abstracta de referirse a aquellos países que consideran como más avanzados. Estas transformaciones se estarían llevando a cabo con enorme velocidad, lo que presiona, según ellos, para que el país se incorpore a este tren de la innovación o quede condenado al atraso. Esta visión de la historia y del desarrollo de la sociedad tiene un fuerte supuesto sobre el progreso, que estaría determinado por la evolución lineal de la ciencia y la tecnología. Hoy progresar, para ellos, es adquirir más y mejores tecnologías y bienes informacionales. En este mismo sentido, en la página oficial de AACREA plantean que desde la organización “se promueve la tecnificación del campo, no como un fin en sí mismo, sino como un medio de progreso” (“Todo empieza por el grupo CREA”, en www.aacrea.org.ar). En uno de los números de la revista de AAPRESID se sostiene:

El mundo desarrollado continuará progresando en base a la generación de nuevas y complejas tecnologías que serán celosamente guardadas. Las ideologías entraran en crisis y los países que quieran aferrarse a ellas estarán posponiendo sus posibilidades de desarrollo. (Revista Siembra Directa, 2008:10)

Con este entramado conceptual, defienden una forma de organización de la sociedad no determinada por el ejercicio de la política y el debate ideológico, sino por el saber científico que imponen ciertas “verdades”. Reconocen que la “sociedad del conocimiento” estaría definida por el rol trascendental del conocimiento, expresado principalmente como tecnologías y como formas de gestión e información que deben incorporarse al sistema de producción y a las formas de organización de las empresas y las organizaciones. En el ámbito rural, las innovaciones que estos productores defienden son la siembra directa, la biotecnología transgénica, las nuevas maquinarias y la nueva forma de organización de la explotación agropecuaria. Esta última es entendida como el gerenciamiento de última generación para la empresa y para el trabajo en red a partir de la incorporación de tecnologías de la información y la comunicación que les permite una organización del trabajo más veloz y más flexible.

La promoción de estas ideas está vinculada a una visión individualista de la sociedad y de los procesos de cambio. La materialización de esta percepción la notamos en el concepto de empowerment, por medio del cual se realiza una interpelación al individuo como único responsable de adquirir conocimiento para poder salir de estados de pobreza o estancamiento.

El empoderamiento tiene que ver con los países, instituciones, empresas y comunidades que denotan características de ganadores; por haberse impuesto a la adversidad y a sus propias debilidades y circunstancias difíciles (…), la única manera de competir en el mundo global. Se consigue por un proceso constante y de gran vitalidad: al acceder al conocimiento y a la información se llega al sentimiento profundo y a la confianza que confluyen en las capacidades para salir del ciclo de la pasividad y la pobreza. (Mactas, 2004:20)

Hay una especie de fetichismo del conocimiento como un poder que supone la incorporación de competencias personales necesarias para la managerialización empresarial, pero también como un insumo más en la producción como el capital y el trabajo, que hoy asume el rol determinante (Hernández, 2009:46-58). En el campo, la rentabilidad se mediría ahora a partir de cuanta información hay incorporada por hectárea. Así lo plantean claramente ambas organizaciones:

A principios de los 90 Peter Drucker introduce la noción de sociedad del conocimiento. La información interpretada se transformó en conocimiento. Y ese conocimiento es el recurso clave. Es más importante que el trabajo, la tierra y el capital (…) El conocimiento reside en la persona y no puede ser comprado con dinero ni creado por capital de invención. Se extiende a todas las áreas de la actividad humana y determina dos nuevas clases sociales: trabajadores del conocimiento y trabajadores tradicionales de servicios. El trabajo tradicional pasa a ser mercadería. Las ganancias están asociadas a la innovación y son ganancias de corte alcance. La innovación tiende a asimilarse rápidamente al medio. (Video institucional, Congreso AACREA: 2004)

El desarrollo económico de las naciones es cada vez menos dependiente de los recursos naturales o de la capacidad de proveer mano de obra barata. Han pasado a ser resorte de la capacidad de innovación. Tender hacia una economía con base en el conocimiento, supone la manera más democrática de alcanzar una sociedad justa (Libro Blanco, 2004:33).

De esta manera, el conocimiento es construido como un insumo central en el modelo de producción actual, a tal punto que determinaría la creación de nuevas clases sociales y el pasaje a un modelo de sociedad post-capitalista por estar determinada la tasa de ganancia por este nuevo factor antes no contemplado. A partir de esta construcción, cualquier oposición al modelo implementado sobre la base de las nuevas informáticas y tecnologías es presentada como una forma de fundamentalismo o de ignorancia. Identificamos cómo se construye una determinada visión del mundo, atravesada por dos de las operaciones ideológicas que Therbon (1991) distingue: aquellas que presentan una visión parcial de la realidad como “lo que es bueno” y aquellas que la presentan como “lo único posible”.

El discurso sobre la “sociedad del conocimiento” que sostienen estas organizaciones no es una creación original; por lo contrario, constituye un entramado conceptual de carácter ideológico que se esboza como hegemónico a partir de los años ‘90 en la economía, de los medios de comunicación, de los organismos internacionales y de las políticas públicas (Zukerfeld, 2008). Este discurso nace en los países centrales como un modo de explicar las transformaciones que el sistema capitalista atraviesa desde la década de 1970. Basado en rasgos claramente apologéticos y normativos, caracteriza la actual etapa histórica como la llegada a una sociedad realmente justa por la posibilidad de crecimiento igualitario que brindaría el acceso al conocimiento. De esta manera, ocultan el carácter capitalista de la etapa actual, las tensiones históricas que la atraviesan (relación capital-trabajo, relaciones de dependencia entre países periféricos y centrales) y las nuevas contradicciones emergentes a partir de la conversión de la información en un insumo decisivo de la producción.

2. La producción agrícola para un “planeta hambriento”

En estos momentos la población mundial es de 6.800 millones de personas. En 2050 será de 9.300 millones de personas ¿Qué podemos hacer por un planeta hambriento? ¿Quién va a alimentarlo?
(AAPRESID. (2011). “Un planeta hambriento” Video Institucional.http://youtu.be/7qgY2P4MA4o)

 

El segundo núcleo conceptual que aparece con fuerza tanto en AAPRESID como en AACREA corresponde a la identificación de un problema central en el mundo: el hambre, y su consiguiente justificación principalmente a través de una causa que aparece reiteradamente: el impresionante aumento de la población. Este problema lo identificamos con la concepción neomalthusiana11 que revive con fuerza en el mundo agropecuario a partir de la Revolución Verde a fines de los años ‘60. Mientras que las soluciones que proponía el propio Malthus en el siglo XVIII se vinculaban a la reducción de la población, desde la Revolución Verde se pensó en incrementar los rendimientos de los cultivos a través del avance científico y tecnológico para satisfacer la demanda de alimentos, cada vez más creciente en el mundo (Pérez, 2012). De la misma manera, en estas organizaciones las nuevas tecnologías son defendidas como una forma de aumento de la productividad para paliar el hambre. De esta forma lo plantea Trucco en el XX Congreso de AAPRESID:

Creo que si hoy se piensa en el mundo en agricultura sustentable con capacidad de alimentar a 7000 millones de personas, incrementando 80 o 100 millones de personas por año, se tiene que pensar en siembra directa. (Trucco, 2012)

Es a partir de esta estrategia argumentativa que se busca construir una fundamentación moral de la actividad de los agronegocios (lo que es bueno o correcto en términos de Therbon, 1991) y se construye un interés particular (el incremento del uso de tecnologías y avance de la frontera agropecuaria para el aumento de la rentabilidad del empresario) como interés general (la producción agrícola como un aporte a las necesidades de un mundo hambriento). Esta connotación moral es explicitada en una revista de AACREA:

La Argentina está en condiciones de jugar un rol importante en el mundo. Pero en un planeta donde los recursos naturales son escasos, va a ser inmoral hacer un mal uso de ellos para dar respuesta a las necesidades de alimentos que va a tener la población mundial en los próximos años. (Revista CREA, 2010:14)

La utopía malthusiana es expresada también en la fuerte preocupación por la cuestión del tiempo, explícitamente en ciertos sentidos de urgencia construidos en torno a la idea de “avanzamos progresando en la adopción de las nuevas tecnologías o nos condenamos al atraso” y en la aspiración de controlar el futuro y los problemas que consideran nos van abatir en algunos años (Lins Riveiro, 2000:5). Ahora bien, estas ideas se articulan de forma novedosa con una preocupación medioambiental, que tiene sus orígenes en los desastres ecológicos que dejó la Revolución Verde. Emerge toda una serie de conceptos vinculados al cuidado ambiental en diferentes círculos transnacionales estrechamente relacionados con las grandes empresas a nivel global. Entre los términos que se impulsan con fuerza se encuentra el de “desarrollo sustentable”.

Si bien nos abocaremos en el próximo apartado a desandar la utilización de este concepto por nuestras organizaciones, es importante destacar que aparece permanentemente en vinculación con la estrategia argumentativa del “hambre en el mundo”. De hecho, la fundamentación de los objetivos y de la misión de AAPRESID es explicada como la apuesta a la superación del gran dilema en el que se encontraría la humanidad entre la necesidad de aumentar la producción y la del desarrollo sustentable:

Esta nueva agricultura procura aumentar la productividad sin los efectos negativos propios de los esquemas de labranzas. Y es una auténtica respuesta al gran dilema entre producción y sustentabilidad que hoy enfrenta la especie humana: producir alimentos, fibras y biocombustibles, manteniendo en equilibrio las variables económicas, éticas, ambientales y energéticas de nuestra sociedad (http://www.aapresid.org.ar/).

El núcleo argumentativo desde el que se fundamentan estas ideas entrelazadas de desarrollo sustentable y de un “planeta hambriento” constituye una construcción ideológica no sólo a través de la presentación de un interés tanto particular como general y de la interpelación moral, como antes explicitamos, sino también por la invisibilización y la deformación de las causas reales de la pobreza, el hambre y el deterioro ambiental. La construcción discursiva que realizan justifica centralmente el hambre a partir del aumento de la población (responsabilizando implícitamente a la procreación de los sectores pobres), y la contaminación y la destrucción de los suelos como una consecuencia inevitable del aumento de la producción, y de la ignorancia y de la resistencia a la aplicación de los avances tecnológicos. Constituye esta construcción ideológica una apuesta hegemónica como conjuntos de argumentos que intentar interpelar al conjunto de la sociedad y defender el rol fundamental del campo en esta.

Ahora bien, lo que se construye como una preocupación moral para el conjunto de la sociedad es presentando descarnadamente como oportunidad económica para los empresarios agropecuarios. Así lo explica el economista Gerardo Della Paolera (Universidad de San Andrés) en el Congreso Crea 2010, retomado por la revista de la entidad:

“China crea cuatro ciudades de dos millones de habitantes por año; atraviesan un proceso de urbanización creciente, que encierra el problema de la seguridad alimentaria. La India tiene 1250 millones de habitantes, de los cuales 800 carecen de acceso al agua potable y a la electricidad; sin embargo, va en camino de ser la tercera potencia mundial en los próximos diez años”, explicó. “Ya no vivimos en el mundo del (océano) atlántico: eso nos va a exigir un entendimiento mucho mayor de otro tipo de culturas para abrir y mantener esos mercados. China y la India van a ser potencias mundiales con niveles de pobreza muy elevados y eso representa una enorme oportunidad para un país como la Argentina”, agregó. (Revista Crea, 2010: 11)

El aprovechamiento de esta oportunidad económica no debe sufrir, según ambas organizaciones, ninguna limitación de parte del Estado. Se sostienen ligadas a la utopía malthusiana algunas ideas propias de la ideología neoliberal para fundamentar la no intervención estatal como forma de aportar al bienestar general. La demanda es dejar actuar a la mano invisible del mercado como mecanismo ideal para el desarrollo y el progreso (Lapegna, 2006:91). En este sentido lo expresan AACREA y AAPRESID en un video elaborado de manera conjunta:

El gran cambio de paradigma consiste en darse cuenta de que cuando una actividad no es competitiva y se la subsidia o se la protege de la competencia, el costo lo paga toda la sociedad. La Argentina tiene hace 100 años una economía agroalimentaria con niveles de productividad comparable a los mejores del mundo, sin embargo no se termina de desarrollar el potencial exportador de la cadena agroindustrial y la pobreza no desaparece, se afianza.(Video AACREA y AAPRESID (2010). “El pan nuestro de cada día” http://youtu.be/cLBtsjl_O_E).

En este párrafo se construye una cadena de equivalencias (Laclau y Mouffe, 1987) entre las frases “no se termina de desarrollar el potencial exportador de la cadena agroindustrial” y “la pobreza no desaparece”. Se introduce un mecanismo de contigüidad sintagmática (Balsa, 2011:84) por medio del cual, sutilmente, se incorpora una significación estableciendo una relación de mera proximidad entre las oraciones. Aquellos que escuchan este discurso construyen una significación, para dotar de sentido al texto, que no está del todo explicitada. Esta se acerca a la idea de que el desarrollo de las exportaciones generaría mayor riqueza y se distribuiría, disminuyendo la pobreza. Como plantea Balsa (2011: 85), esta operación es muy útil para dar opiniones sin tener que afirmar ideas imposibles de argumentar.

Por último, es necesario destacar también cómo se condensan en este párrafo las dos construcciones ideológicas antes enunciadas en la tríada libertad de mercado-aumento de la producción, lucha contra el hambre y la pobreza.

3. La naturaleza como objeto de apropiación, el desarrollo sustentable como mecanismo de legitimación

Las organizaciones que estudiamos tienen su razón de ser en la reunión de un conjunto de productores que trabajan un bien natural central en nuestro país como es la tierra, y utilizan en todo el proceso de producción otra gran cantidad de recursos y fuentes de energía. La particularidad que tienen AAPRESID y AACREA, a diferencia de la mayoría de las organizaciones gremiales clásicas del sector, es la defensa de una nueva mirada sobre los bienes naturales que reúne elementos economicistas, ecoeficientistas y ambientalistas.

La tierra y el resto de los bienes naturales son conceptualizados por estas organizaciones como recursos o capitales económicos como las máquinas, el dinero o el conocimiento. La naturaleza es pensada como un capital y aparece en esta nueva etapa ligada a la sobre-explotación y a la expansión de las fronteras productivas y, por ende, de la mercantilización sobre territorios que antes eran considerados improductivos (Svampa, 2012: 2-6). La construcción de esta mirada economicista sobre los bienes naturales y la reconfiguración del proceso productivo con la aplicación de maneras de gestión más sofisticadas, la producción en escala y la extensión de la modalidad de arrendamientos, especialmente en modalidades a corto plazo, han influido en la transformación del imaginario histórico que existía en el campo sobre el valor de la tierra. Esta se había construido a lo largo de la historia nacional como un símbolo de estatus e identidad (Hernández, 2009:53). Sin embargo, en los nuevos discursos defendidos por estas entidades, la tierra, como el resto de los bienes naturales, pierde cualquier valor social, simbólico y cultural. Notamos esta perspectiva, en la que la naturaleza es presentada como una oferta en el mercado, en una nota de la revista de AAPRESID:

Con una mirada sistémica destaco que está naciendo una nueva forma de hacer agricultura, la cual se basa en la interpretación de la oferta ambiental que cada región brinda y la adecuación de una estrategia productiva que logre el uso eficiente de los recursos disponibles (Revista Siembra Directa, 2008:15).

En esta breve cita reconocemos el segundo elemento distintivo en la concepción sobre los bienes naturales de ambas entidades: la cuestión de la eficiencia. En la insistencia en este valor existe un trasfondo de diferenciación de las maneras de utilización de la tierra de otros sujetos agropecuarios (la oligarquía o los chacareros), pero también se identifica en este concepto la búsqueda de una utilización racional y “responsable” de recursos que son presentados como escasos. Predomina así una mirada que Martínez Alier (2009) denomina ecoeficientista, la cual confirma la idea de la naturaleza como un capital y propone soluciones “limpias” a cada problema. Se constituye “un movimiento de ingenieros y economistas, una religión de la utilidad y la eficiencia técnica sin una noción de lo sagrado” (Martínez Alier, 2009: 20). De esta manera, la naturaleza no es un bien importante a cuidar por su importancia en sí misma como fuente de vida sino como un recurso escaso sujeto a la puja por la demanda de diferentes actores. En este caso reviven también argumentos de carácter neomalthusiano, pero la respuesta no es poner un límite al crecimiento o a las formas de producción que pueden estar poniendo en riesgos estos “recursos naturales”, sino por lo contrario aumentar la productividad. Así lo expresan claramente desde AACREA:

Uno de los aspectos centrales de la agricultura en el futuro será la necesidad de aumentar la productividad de la tierra, dado que su valor crece incesantemente por razones geopolíticas, energéticas y monetarias. Para lograr tal meta será necesario recurrir a diversas herramientas. Una de ellas es la mejora genética y los avances biotecnológicos aplicados a cultivos comerciales. La cuestión es que para tener pleno acceso a dicha tecnología es necesario resolver los problemas relativos a la propiedad intelectual de las innovaciones realizadas en la materia. Otro de los aspectos que tendrá mayor importancia en los próximos años será la valoración de agricultura sustentable. Esto incluirá la certificación de buenas prácticas agrícolas y un adecuado ordenamiento territorial en aquellas zonas que presenten una mayor biodiversidad (Revista CREA, 2008:31).

En estos párrafos encontramos condensados varios de los argumentos de la visión ecoeficientista que se ha vuelto dominante en el interior de estas organizaciones. En primer lugar, la fundamentación del aumento de la productividad descansa en objetivos meramente económicos. En segundo lugar, hay una apelación a la tecnología como el medio de progreso y una defensa de la privatización del conocimiento a través del establecimiento de derechos de propiedad intelectual. Y, por último, aparece el concepto central para explicar la nueva concepción ambientalista, sus límites y alcances: la sustentabilidad.

El concepto de desarrollo sustentable se entreteje en diversas instancias internacionales desde la década de 1970. Entre las más representativas se encuentran la reunión del Club de Roma (1972), la Conferencia Mundial sobre el Medio Humano de la ONU en Estocolmo (1972) y la publicación del Informe Brunthland por la ONU (1982). En estos espacios se fue elaborando un discurso basado en una especie de ambientalismo débil, del cual se extrajeron algunas ideas como que el “enverdecimiento” industrial mejora la rentabilidad y la competitividad empresarial, que el crecimiento es condición sine qua non para enfrentar la cuestión ambiental y que existen alternativas tecnológicas para enfrentar los problemas ambientales (Pierri, 2005).

AAPRESID y AACREA toman el concepto de desarrollo sustentable y lo erigen como uno de sus lemas centrales. Newell (2009) plantea que la biotecnología agropecuaria en la Argentina se desarrolló con enorme velocidad en parte como consecuencia de la escasa resistencia que tuvo, a diferencia de lo sucedido en otros países (como México, Perú o Brasil). Sin embargo, no es posible entender el discurso ambiental de estas organizaciones sino como respuesta al florecimiento de voces críticas de parte de investigadores y movimientos sociales hacia las consecuencias del “paquete tecnológico”12.

Las entidades técnicas recuperan conceptos de la ecología política de estos actores pero los presentan articulados en una cadena equivalente junto a otros núcleos conceptuales como la responsabilidad empresarial, el compromiso con el país y con las comunidades locales, y la superación del dilema actual de la especie humana entre aumento de la producción y cuidado ambiental. En sus discursos se silencia el contenido medular de la crítica de los cuestionadores del modelo. Esta se centra en atacar la inconsistencia de un desarrollo tecnológico basado en los transgénicos, los cuales dependen de la utilización de altas dosis de agroquímicos.13

AAPRESID y AACREA articulan sus argumentos posicionando la búsqueda de una producción sustentable como un mecanismo que aporta al bienestar general. Sin embargo, si nos detenemos en los discursos de ambas asociaciones vemos cómo se filtra la búsqueda del aumento de la rentabilidad para el empresariado a través de la certificación de prácticas sustentables.

Ernesto Viglizzo, del INTA/CONICET, en su conferencia sobre los servicios ecológicos y rentabilización del ambiente planteó una nueva visión respecto de la economía ecológica, la que apunta a asignar un precio o valor económico a los servicios ecológicos que brindan los sistemas agropecuarios y forestales y que se pierden o son afectados por intervención humana. Es una forma de valorar el costo ecológico-ambiental, de la intervención del hombre en el ecosistema (….) Además planteó el interrogante de que si quien conserva el ambiente no tiene premio, y si quien degrada no tiene castigo ¿Cuál es el incentivo para conservar? (Revista Siembra Directa, 2008:40)

Se clarifica a través de este discurso la promoción de una especie de “capitalismo verde”14 como forma de lucrar con prácticas que incluirían cuidados ambientales. Si bien ambas organizaciones plantean en el discurso alcanzar un desarrollo sustentable (que se asienta en tres ejes: el económico, el ecológico y el social), los argumentos desde los que se justifican las políticas sociales y ambientales fortalecen una manera de entender la sustentabilidad vinculada al crecimiento económico y la búsqueda de rentabilidad empresarial. Esta idea se expresa claramente en el libro de aniversario de AACREA:

Otro aspecto muy trabajado por aquellos años (2004-2007) fue el planteo de la sustentabilidad de las empresas sobre la base de tres ejes concéntricos e igualmente importantes. Como explica Emilio Satorre, “esos tres ejes son el económico, el ecológico y el social. No puede haber sustentabilidad si no se dan esas tres condiciones en la empresa. Lo económico es obvio, porque si no hay ganancias, no hay empresas. Desde lo ecológico, porque atenta contra el largo plazo de la empresa, pues cualquiera que altere severamente sus ecosistemas está hipotecando su futuro. Y desde lo social, porque no puede haber empresas exitosas en un entorno desastroso”. (Jaime, 2010:142)

A partir de la construcción de esta concepción del desarrollo sustentable articulado con una preocupación neomalthusiana por el hambre en el mundo se difunde un discurso que se intenta mostrar como impuesto por la realidad, como “lo que existe” (Therbon, 1991). Sobre la base de esta concepción, cualquiera que se oponga es presentado como fundamentalista, loco o ignorante. De esta manera, en los discursos de estas entidades no solo se invisibilizan los argumentos de las voces críticas, sino que también suelen recuperarlos superficialmente con el objetivo de ridiculizarlos. Principalmente atacan a aquellas visiones de carácter ambiental fuerte que exigen el respeto de la integridad de los sistemas naturales y el compromiso con las generaciones presentes y futuras (Svampa, 2012).

De este modo, construyen una línea divisoria con quienes plantean críticas a las nuevas tecnologías y modalidades de producción:

Reflexionando a distancia, pienso en lo que hubiera ocurrido si hubiéramos continuado con el cultivo de la soja y los herbicidas incorporados con rastras de disco, como el treflán. Entonces sí, los pronósticos de los ambientalistas respecto del deterioro de los suelos por el cultivo de soja, se hubieran cumplido. Afortunadamente la soja se empezó a sembrar sobre los suelos sin labrar y esta es una noticia que pareciera que los ambientalistas no han registrado aún. (Trucco, 2012)

Pero también crean un antagonismo con aquellos sujetos que no se adaptan al nuevo modelo agroindustrial. Paradójicamente, los critican por poseer mentalidades “extractivistas” por sostener el patrón de producción que era hegemónico hasta la difusión de la ciencia y la tecnología en el campo:

Surge una imperiosa e ineludible necesidad de cambiar la manera de entender y llevar a cabo el proceso agro-productivo abandonando de raíz la idea extractivista, degradante y expoliadora para pasar a un nuevo paradigma basado en el balance, en la máxima eficiencia, en la sustentabilidad, aun en un proceso de mejora continua de los recursos involucrados en el mismo. (Actas del XIX Congreso de AAPRESID, 2011)

El rotulo “extractivismo” había sido puesto en la agenda de debate por los sectores críticos al modelo del monocultivo de la soja, que se caracteriza, al igual que otras actividades extractivas (petróleo, megaminería), por la utilización de una cantidad importante de bienes naturales, que son escasamente procesados, y por su destino predominante hacia la exportación (Gudynas, 2009:188). AAPRESID lo toma de manera “inteligente” para contraponerlo a este modelo de agricultura, que según ellos deja de ser extractivista (mentalidad que asocian a las actividades degradantes ambientalmente como la labranza) por aplicar los empresarios modernos tecnologías que cuidarían el medio ambiente (como la siembra directa) y por conciliar al campo con la industria, por lo cual no seguiríamos anclados en la actividad primaria. De esta manera, incorporan una demanda (la condena al extractivismo) de sectores críticos al modelo y, luego de cambiar su contenido, desactivan el potencial crítico del concepto.

Por último, nos parece interesante destacar cómo, a partir de estos argumentos, plantean un ideal de los países desarrollados y las formas de pensamiento en ellos como símbolo y modelo a imitar, contraponiéndolos a las mentalidades que serían típicas del ser argentino. Algunas palabras de la página de Darsecuenta (el proyecto en el que confluyen AAPRESID y AACREA) son una muestra de ello:

Pero los argentinos todavía creemos que nuestros abundantes recursos naturales son fuente de riqueza en sí mismos, sin necesidad de aprovecharlos mediante la aplicación de conocimiento. Un país desarrollado tiene por estrategia atraer, estimular y proteger a los inversores, cualquiera sea su origen. Y los argentinos no dudamos en relativizar la seguridad jurídica, en pos de resolver problemas de corto plazo (http://www.darsecuenta.org.ar/)

La degradación del “ser argentino”, de lo que interpretan como nuestra idiosincrasia, está anclada en una determinada mirada sobre la historia de nuestra nación. A su vez, se deja entrever una visión sobre a cuáles se considera “países desarrollados”, en los que el elemento central es la capacidad de atraer inversiones capitalistas. Se degrada al ser argentino por el tipo de racionalidad que lo caracterizaría (rentista, cortoplacista) y se le opone un modelo ideal de civilidad en el cual rige el Estado de derecho (la seguridad jurídica) y en el que los actores se rigen por otro tipo de racionalidad (pensamiento a largo plazo, inversión en conocimiento, etc.). Esta construcción analítica binaria es propia del pensamiento occidental moderno (recordemos algunas antinomias como civilización y barbarie, tradición y modernidad, comunidad y sociedad, pobreza y desarrollo), que realiza esta operación ideológica por medio de la cual justifica relaciones de desigualdad (Castro Gómez, 1993:94). En este caso, la idiosincrasia del argentino justificaría el estado de subdesarrollo en relación con otros países. Este discurso que se repite reiteradamente en las intervenciones de los representantes de las entidades expresa una operación ideológica por medio de la cual se invisibilizan las relaciones antagónicas –en este caso entre países− para culpabilizar a un supuesto “ser nacional” por el estado en que se encuentra el país.

4. Empresarios innovadores, desarrollo local y responsabilidad social empresarial: la relación Estado-empresa-sociedad civil

Desde sus discursos, AAPRESID y AACREA interpelan a un “destinatario directo” -los protagonistas de los cambios del modelo de los agronegocios- que constituye la base más importante de sus organizaciones. Pero también ubican como “destinatarios indirectos” al resto de los actores productivos vinculados al modelo (contratistas, comerciantes, propietarios de tierra, gerenciadores), a quienes se encargan de reservarle un lugar en el nuevo sistema de producción. Adoptan, de esta manera, un discurso según el cual el actual modelo sería de tipo “ganador, ganador”15 ya que nadie quedaría afuera.

Como lo observamos en los apartados anteriores, un elemento clave de la ideología en la construcción de hegemonía es el proceso de deslizamiento, interpelar a la construcción de sujetos desplazados del lugar de antagonismo social. En este caso se encubren las relaciones de desigualdad y dependencia estructural que existen en el interior de la cadena agroalimentaria entre todos estos actores. Sin embargo, el rasgo más evidente de la construcción hegemónica en torno a quienes forman parte del desarrollo agrícola es la invisibilización de los campesinos y los pueblos originarios como sujetos productivos, que se encuentran acorralados a causa de la expansión de los agronegocios. Aquellos que en otros periodos históricos fueron caracterizados a partir de una racionalidad diferencial y por su funcionalidad a la valorización del capital, en el discurso de los agronegocios (defendido por estas entidades) directamente pasan a ser considerados como los que no se adaptan al modelo (Barbetta; Domínguez y Sabatino, 2012: 2-10).

Para AACREA y AAPRESID, la única condición para ser parte de este sistema consistiría en dejar atrás pautas de acción tradicionales y asumir los rasgos de lo que denominan “empresario innovador”. Esta figura es construida como el símbolo de las conductas que deben ser imitadas (“lo que es bueno”), y entre las características centrales que la identifican se encuentran todas aquellas asociadas al espíritu capitalista: previsión, aprovechamiento del tiempo, eficacia, ahorro. A partir de la adopción de estas conductas, proponen un pasaje del modelo de producción familiar a otro de carácter empresarial. Se presentan con mucha fuerza, como un elemento casi definitorio del rol de empresario, la innovación y el liderazgo. En su página, AAPRESID sostiene como su misión central “compartir abiertamente conocimientos entre los miembros de la red, estimulando el liderazgo y la innovación”, construyendo lo que denomina “agroinnovadores”. En un folleto institucional virtual explican:

Quienes integramos AAPRESID creemos que nuestra misión va más allá de nuestras empresas y nuestros campos: creemos que la innovación también debe ser cultural. La ética del trabajo, la constancia para transformar, el liderazgo responsable, el respeto por la propiedad intelectual son todas ideas urgentemente necesarias para un país que aún debe encontrar una visión de desarrollo compartida. Por eso trabajamos para dar forma a una nueva sociedad: donde el poder provenga del conocimiento, donde la inteligencia y el esfuerzo sean virtudes y donde los líderes se atrevan a mirar el futuro. (http://www.aapresid.org.ar/)

En el mismo sentido, AACREA fundamenta su trabajo en pos de enseñar el pasaje de productor a empresario a partir de la promoción de un conjunto de valores y aptitudes:

(…) Tenía por objetivo principal fortalecer al miembro CREA en su rol empresarial y tenía al grupo como herramienta fundamental. Liderar la innovación organizacional a partir de las personas como eje central, enfatizar la responsabilidad de la empresa en la sociedad y motivar, así, la mejora significativa de habilidades y de la capacidad de desempeño personal a través de los diversos estímulos, alineando los objetivos con las habilidades, talentos y valores. (Jaime, 2010:132).

Se asocian, en la mayoría de los pronunciamientos de ambas organizaciones, el desarrollo económico local y la competitividad con la innovación tecnológica. Se recuperan, de esta forma, algunos argumentos de carácter neoschumpeterianos desde los cuales la evolución en el capitalismo no se produce por factores externos (intervención de los gobiernos, crecimiento de la población, etc.) sino por la introducción de cambios e innovaciones por parte de los productores (Oyala Davila, 2008: 237-245).

Es importante destacar el rol que asume la comunidad local como espacio de intervención, pues consideramos que este elemento nos habla no sólo de una concepción de la sociedad y sus problemas, sino también del Estado y de la relación entre ambos terrenos. Según Graña,

[…] el abandono a partir de los 80 del paradigma de desarrollo centralmente planificado cede el lugar a una perspectiva que explora las potencialidades del desarrollo local autónomo para innovar, crear riqueza, generar empleo, preservar recursos naturales. La nueva apuesta a lo local ancla en la revalorización de su papel en el concierto de las reformas del Estado (Graña 2008:503).

En el marco de estas apuestas por lo local, se inserta un concepto de gran relevancia en el accionar de ambas organizaciones durante los últimos años: la responsabilidad social empresarial (RSE)16. En las proyecciones a futuro del sector agropecuario, aparecidas en la revista CREA en el año 2008, planteaban “la responsabilidad social en el agro tendrá una relación local importante y mucho impacto en la comunidad” (Revista CREA, 2008:32). Con este término hacen referencia a un conjunto de prácticas de intervención de los empresarios en el ámbito social con las cuales, supuestamente, buscan responsabilizarse por los impactos de la actividad en su región y a su vez mejorar el entorno en que se desenvuelve la empresa. Así lo plantea AAPRESID en un brochure institucional de carácter virtual:

Basada en el paradigma de las 4 E, la nueva agricultura produce alimentos y biocombustibles. Denominado así por sus siglas en inglés: economy, ethics, environment, energy, este paradigma es un marco conceptual y filosófico que define la nueva responsabilidad empresarial: toda actividad productiva debe ser económicamente rentable para la empresa, contribuir al desarrollo de la sociedad a la que pertenece y, al mismo tiempo, hacerlo cuidando los recursos ambientales y de una manera energéticamente eficiente. (Brochure institucional AAPRESID, 2007)

Entre los argumentos que justifican estas prácticas conviven dos de las operaciones ideológicas de Therbon (1991). Por un lado, apelaciones morales vinculadas a los deberes que tiene una capa empresarial que busca constituirse como clase dirigente y, por el otro, justificaciones de tinte “realistas” basadas en argumentos económicos en las que las “buenas prácticas” aparecen principalmente como estrategias de negocios.17 Es importante destacar que mientras en esta última institución los discursos sobre la RSE enfatizan una racionalidad económica, en AACREA podemos encontrar un mayor énfasis en la moralidad a través de conceptos de uso reiterado como compromiso, vocación de servicio, apego a la ética. Esta cuestión puede estar vinculada con la influencia de valores religiosos en la institución a través de su fundador, el ultracatólico Pablo Hary18, como también con una impronta más fuerte de la organización como formadora de actores que asuman roles dirigenciales a partir de programas específicos.

Vinculado con estas iniciativas de intervención en el ámbito local y de responsabilidad social empresarial, AACREA y AAPRESID presuponen una misma concepción del Estado. Este aparece ligado a connotaciones negativas, orientadas a la necesidad de recortar sus funciones y al abandono de propuestas de desarrollo centralmente planificadas. Cuando se lo emula es en relación con la necesidad de la descentralización, con la búsqueda del fortalecimiento de los gobiernos locales19 y con la necesidad de garantizar la seguridad jurídica para las inversiones de capitales privados nacionales y extranjeros. De esta manera, en estas ideas se sostiene cierta igualación en las responsabilidades, derechos y deberes de la sociedad civil, el Estado y las empresas. AACREA y AAPRESID, en cada una de las acciones que llevan a cabo desde la investigación, la experimentación, las acciones solidarias o de transferencia de tecnología, a través del formato de gestión en redes, tienden a borrar permanentemente las fronteras entre el ámbito público y el privado.

5. Una misma mirada histórica para un proyecto común de Nación

Las generaciones tienden a repetir los errores de sus abuelos. Esa es la razón por la que se hace
necesario el estudio de la historia: para mejorar los negocios.”
(Jaime, 2010:9)

 

Nos resultó interesante comenzar este último apartado con esta elocuente frase que se presenta en el comienzo del libro de aniversario de la asociación AACREA, pues muestra, por un lado, la importancia que la entidad le da a la construcción de una perspectiva histórica y, a su vez, por otro lado, muestra de manera cruda el interés principalmente económico por el que se vuelcan a realizar esta tarea. La preocupación por recuperar una determinada mirada de la historia de nuestro país es un patrón común en AAPRESID y en AACREA, que han dedicado espacios en sus congresos anuales para que diversos historiadores o cientistas sociales nacionales y extranjeros diserten sobre la realidad político-institucional desde una perspectiva histórica. A su vez, recuperan como modelos ideales algunos procesos políticos, sociales y económicos para defender una determinada concepción de nación.

La reconstrucción de la historia que ambas organizaciones realizan la encontramos atravesada explícita o implícitamente por dos grandes ejes: la lucha contra la tiranía y, como contraparte, la defensa de la seguridad jurídica e institucional. Así lo expresa Otto Solbrig en el XX Congreso de AAPRESID:

La generación de estadistas que manejaron el país en la segunda mitad del siglo XIX estaba muy compenetrada con la necesidad de tener instituciones para que el país crezca y se desarrolle. Desgraciadamente ese respeto a las instituciones se perdió paulatinamente después del golpe militar de septiembre de 1930. La crisis económica mundial que se produjo en EE.UU. en 1929 trajo como consecuencia la difusión de ideologías totalitarias (nazismo, fascismo, falangismo) en Europa que tenían como objetivo el remplazo de instituciones democráticas por regímenes totalitarios. Esas ideas también fueron introducidas en la Argentina y son la causa del debilitamiento de nuestras instituciones democráticas. (Solbrig, 2012)

Desde este recorte de la historia se recuperan como símbolos de la libertad la Revolución de Mayo, la Batalla de Caseros y, como expresión del primer proyecto nacional, la denominada Generación del ‘80. Este período es tenido como el gran modelo de nación a imitar, basado en una economía agroexportadora que se integra al mundo y ocupa los primeros puestos como productora de materias primas, a la vez que construyen a la generación del `80 como un símbolo de creación de una institucionalidad que hizo posible el nacimiento del Estado-nación y como un ejemplo para el empresariado de actuación de una clase económica que se transformó en clase dirigente. Los siguientes fragmentos de discursos son un ejemplo de ello:

La generación que manejó el país después de Caseros, la generación de Alberdi, de Mitre, de Sarmiento y de Avellaneda invirtieron en educación, facilitaron la construcción de la mayor red de ferrocarriles en Latinoamérica, el puerto de Buenos Aires y muchas otras obras. Es así que el mundo en 1910 encontró a la Argentina entre los diez países más prósperos del globo. Pero ese crecimiento no se pudo sostener. (Solbrig, 2012)

Hubo una actitud proactiva por parte de la Generación del ‘80 por atraer capitales y población. No fueron años exentos de crisis. La acumulación de capital social que necesitaba entonces la Argentina para apuntalar su inserción en el mundo no era menor (…) La historia muestra que el poder del sector agropecuario fue mayor cuando su proyecto logró incorporar demandas y promover el bienestar de sectores amplios de la comunidad. Si hubo una Argentina agroexportadora exitosa y políticamente sustentable, no fue porque excluyó sino porque integró”. (Revista CREA. 2010:11)

El pensamiento de los hombres del ‘80 que es recuperado en estos discursos, más allá de estar impregnado por ideas del positivismo que comprendería cierto cientificismo, se movía permanentemente en la dicotomía espíritu o materia cuya máxima representación es la antinomia entre civilización y barbarie. En un comienzo, la civilización se identificó con la urbe, pero, a partir de 1890 con la aparición del sentimiento de invasión por las masas de inmigrantes y la crisis de los sectores oligárquicos, aparece un retorno al campo, el cual es erigido como símbolo moral, elemento central de autoafirmación como clase, acompañado de cierto desprecio por lo popular (Jitrik, 1968:113).

Estas ideas que encarnaron las elites dominantes de fines del siglo XIX son presentadas como el ideal de Nación y a ellos como el modelo de elites económicas convertidas en clases dirigentes, y las contraponen al proyecto de país y de clase política encarnado por las experiencias denominadas populistas, de las cuales el peronismo sería su máxima expresión. Las miradas sobre el gobierno de Perón oscilan entre abiertas estigmatizaciones por ser la representación más cabal de la tiranía contra las instituciones de la que hablan (especialmente en los escritos de AACREA) y cierta tolerancia al reconocer la necesidad histórica de la experiencia peronista.

Asumen, de este modo, una perspectiva histórica que no es creación original de los miembros de AAPRESID y AACREA, sino que es propia de la formación político-ideológica denominada liberalismo conservador, que ha predominado en las principales instituciones representativas del sector, especialmente en la Sociedad Rural Argentina (Lattuada, 1987). Desde esta perspectiva ideológica se construyó la visión oficial de la historia de nuestro país conocida como la línea Mayo-Caseros20: una visión de la sociedad basada en el individualismo, la defensa de la propiedad privada, la subsidiaridad del Estado y un diagnóstico de la crisis social en el cual el foco central se ubica en la falta de normalidad institucional y en la necesidad de recuperar el proyecto de la Generación del ‘80 para atacar este problema. AAPRESID y AACREA retoman estas miradas y se asientan en la perspectiva que históricamente sostuvieron los sectores dominantes del agro, pero también es importante destacar que han sabido mostrar ciertos distanciamientos de algunas de sus posturas elitistas y conservadoras. Esto lo podemos dilucidar en la siguiente interpretación sobre la Revolución Libertadora, por la cual se derroca a Perón:

A pesar de la diversidad ideológica de los miembros de la coalición cívica-militar que albergaba en su seno la Revolución Libertadora, los unía la idea de restaurar los principios políticos y económicos que habían llevado a la Argentina a ser uno de los principales países del mundo. No comprendieron que el mundo anterior a 1946 ya no existía y no supieron adaptarse. (Libro Crea Aniversario, 2010:23).

Si bien retoman la Generación del ‘80 y los gobiernos que sucesivamente recuperaron este proyecto elitista de nación, lo hacen desde la recuperación de un espíritu de liderazgo de parte de las elites y no tanto por rescatar sin variantes el proyecto económico y social que estos sostenían. Las palabras de AACREA expresan el entendimiento de que existe un antes y un después de la experiencia peronista. Asumen en otros discursos,a partir de esta lectura, la necesidad de integrar demandas de sectores amplios de la sociedad. Estas tamizaciones que realizan en sus miradas históricas y sobre la sociedad denotan la intención hegemónica de ambas entidades.

La perspectiva histórica que sostienen AAPRESID y AACREA la combinan con la reivindicación de cierto federalismo, basado en la crítica al poder hipercentralizado del Estado nacional representado por las facultades del Poder Ejecutivo. Ante esto, defienden la coparticipación de las provincias y la libertad para definir por sus recursos. Según Lattuada (1987), la recuperación del federalismo por las formaciones político-ideológicas liberal-conservadoras se explica por su imposibilidad para convertirse en fuerzas electorales nacionales al representar a sectores minoritarios numéricamente y como contraparte por el peso que han asumido en localidades del interior donde no residen las grandes masas trabajadoras. La posibilidad de influir en el control de los recursos naturales y en la distribución de lo obtenido por los impuestos nacionales por parte de la elite agraria sería mucho mayor (o al menos más directa) sobre los Estados municipales y provinciales que sobre el Estado nacional.

Por último, es importante destacar que la difusión de esta mirada liberal-conservadora no es central en el discurso de ambas organizaciones, que ocupan la mayor parte del mismo en la promoción y defensa de las nuevas tecnologías con los diversos recursos ideológicos analizados en los apartados anteriores. Sin embargo, esta concepción de la historia y de la nación actúa como una base ideológica de carácter “nacional” sobre la que asientan los discursos de raigambre fuertemente trasnacional, como el tecnologizante, el de la economía de la innovación o los de la nueva gestión pública, sin entrar en grandes contradicciones. Estas miradas de carácter más estrictamente “político” se reavivan en determinadas coyunturas históricas en las que se ponen en disputa más fuertemente modelos de desarrollo para la nación, y así asumen un rol más activo estas entidades. En contextos de mayor calma política, el discurso predominante en torno a la cuestión pública apunta al consenso y al diálogo como modo de construcción y como forma de diferenciación implícitade los partidos políticos, que asumirían un carácter confrontativo. De esta manera, intentan construir legitimidad como organizaciones que no son parte del campo de la política y por ende de las lógicas que le son propias; por lo contrario, se amparan en la promulgación de la ciencia y la tecnología, y borran las marcas subjetivas de sus discursos al presentarse como parte de lo que Bourdieu (2002) denomina “campo del saber”.

III. Las operaciones de construcción hegemónica

En el análisis de cinco grandes núcleos discursivos en los cuales convergen AAPRESID y AACREA, visualizamos diversos mecanismos ideológicos a través de los cuales legitiman el modelo de producción de los agronegocios y un nuevo rol para el productor agropecuario. Pero, a su vez, expresan una clara intención de construir un discurso hegemónico tanto al interior de los actores protagonistas del campo como en el conjunto de sociedad argentina. Esta intención de constituirse con una referencia clara a nivel intelectual y moral podemos verla en una serie de operaciones que se encuentran presentes en los discursos de ambas entidades.

En primer lugar, es característico del perfil técnico que intentan construir la apelación a ideas que se presentan como verdades científicas, como la innovación a través de la incorporación de nuevas tecnologías. Se realiza una defensa a ultranza de la incorporación de los cambios técnicos como una realidad que se impone por el progreso histórico. De esta manera despolitizan y tiñen con un manto de neutralidad a la ciencia y a la tecnología. En este plano es interesante recuperar a Eagleton (1997) cuando plantea que

[…] la ciencia como tal -el triunfo de la perspectiva tecnológica e instrumental- actúa como una parte importante de la legitimidad ideológica de la burguesía, que es capaz de traducir las cuestiones morales y políticas en cuestiones técnicas resolubles por el cálculo de los expertos (1997:88).

Desde esta visión se construye la idea de la sociedad de conocimiento como la característica del modelo actual de producción. Realizan una operación de deslizamiento (Balsa, 2011:82) por medio de la cual se sobrevalora el papel del conocimiento frente al del trabajo y al de los recursos naturales. A través de este mecanismo se construye una mirada que no podemos determinar como simplemente falsa, sino que comprende un desplazamiento de los ejes centrales del modelo capitalista en nuestro país. Elude, de esta forma en el discurso, los antagonismos que nacen entre diferentes colectivos sociales como fruto de este sistema.

Otra de las operaciones a la que recurren permanentemente es la interpelación a un interés general cuando defienden las innovaciones en todos los aspectos del modelo productivo, encubriendo quiénes ganan y quiénes pierden con estos cambios. La interpelación a ese interés universal se realiza también a partir de la construcción de colectivos con fronteras delimitadas, a partir de los cuales construyen identidades. Encontramos claramente dos tipos de colectivos, vinculados al tipo de construcción hegemónica al cual se apunta. En primer lugar, al interior del mundo agropecuario se construye el sujeto empresario innovador que, si bien tiene una connotación fuertemente individualista, aparece como representante de los verdaderos intereses del colectivo social de carácter indefinido denominado ¨campo¨. Esta identidad productiva se construye en oposición a sujetos retardatarios o parasitarios -como el chacarero o el terrateniente- o frente a sujetos no productivos radicados principalmente en las urbes. En segundo lugar, se interpela a un interés mayoritario bajo la idea de nación. Esta identidad, que es presentada como neutral, ha sido históricamente una categoría en disputa en nuestro país entre visiones conservadoras y populares (Mazzeo, 2011). En este caso evidentemente se realiza una apuesta por una visión liberal-conservadora de nación. Esta concepción se basa en un fuerte apego por las naciones extranjeras del norte como modelo a imitar y presenta como frontera la idiosincrasia del ser argentino (criollo) como el modo de comportamiento a eliminar. Se reaviva en este discurso la dicotomía civilización y barbarie, de fuerte presencia en la historia argentina. De esta manera, reafirmamos la opinión de Althusser (1970) sobre la inexistencia de sujetos pre-ideológicos. Es a través de estos diversos mecanismos ideológicos como se interpela a determinados sujetos, y se reelaboran así visiones de la sociedad que entran en disputa con otras que presentan también intenciones hegemónicas.

Vinculada a la operación anterior, se presenta en los discursos de AAPRESID y AACREA una serie de argumentos basados en las pautas morales, a través de los cuales se relativizan los intereses económicos y se otorga un peso importante a constituirse como modelos de comportamiento. Identificamos en la fundamentación sobre el aporte de los productores para la lucha contra el hambre en el mundo una de las principales construcciones discursivas para justificar la actividad empresarial. En este argumento se invisibilizan realidades como que el enormecrecimiento de la productividad desde las últimas décadas no ha significado la disminución de la población hambrienta. Pero la apelación moral se extiende a toda otra serie de argumentaciones vinculadas a la responsabilidad social que deben pregonar como empresarios con su entorno y en la descripción de determinadas prácticas como modelos a imitar y/o rechazar. En este sentido, un plano a abordar en investigaciones futuras tiene que ver con el lugar que ocupa la adopción de valores de la ética católica en las estrategias discursivas de construcción de hegemonía de AACREA.

Por último, una operación central que realizan ambas organizaciones, que a su vez nos permite dilucidar las intenciones hegemónicas, es la absorción diferencial de demandas de otros sectores sociales. El caso más emblemático es la recuperación de un discurso ambiental, principalmente a través de la idea de desarrollo sustentable. Las críticas al modelo extractivo de los recursos naturales son retomadas cambiándole su contenido. Así, aquellas consecuencias sociales y ambientales que son expresadas por los críticos ambientalistas como inherentes al modelo de acumulación actual son sujetas a una operación de negación, de desvalorización (en el sentido de cambio de valencia) y utopización (como irrealizable). Se retoman conceptos ambientales pero cambiando el valor disruptivo originario; los problemas ecológicos se presentan como consecuencias secundarias que pueden ser tratadas con más tecnología y de las que, a su vez pueden sacar rédito económico de esto. Al mismo tiempo, se critica a los ecologistas como fanáticos por sostener un modelo de equilibrio entre el hombre y la naturaleza que no sería posible en sociedades modernas. De esta manera, como dice Balsa (2006:27-28), recién después de ser aplicados estos procedimientos, lo que queda de estas “demandas” es parcialmente considerado e incluido dentro de la formación hegemónica.

IV. Reflexiones finales

Las operaciones descriptas anteriormente nos permiten afirmar la intención de las organizaciones estudiadas por ampliar su rol y su perfil. Comenzaron como organizaciones con una orientación meramente técnica, preocupadas por las condiciones de los suelos o de la aplicación de la siembra directa. Desde hace más de una década, sin embargo, fortalecen un tipo de intervención que las coloca como referentes intelectuales y morales de nuestro país. La construcción ideológica que realizan en esta búsqueda no se basa principalmente en la elaboración de nuevos conceptos, sino en la rearticulación de un conjunto de ideas ya elaboradas que presentan orígenes diversos. Nos interesa destacar la convivencia de algunos conceptos y visiones de raíz transnacional y otros de carácter esencialmente local.

Respecto de aquellos que provienen de ámbitos internacionales, encontramos en primer lugar un conjunto de concepciones que podemos enmarcar en la ideología neoliberal. Las hallamos en los discursos sobre el Estado mínimo, el individualismo y la competencia, la mercantilización de nuevas esferas de la vida y la defensa de la descentralización política y económica. Esta mirada se encuentra articulada con una orientación moral y del crecimiento de carácter neomalthusiana expresada en la preocupación por el tiempo y el hambre en el mundo como un problema central (Lapegna, 2007). Finalmente, estas ideas se presentan acompañadas por toda una serie de tópicos de la globalización (Svampa, 2012) que intentan dar respuestas superficiales, desde los centros de poder, a los cuestionamientos sobre las consecuencias del modelo neoliberal. Nos referimos a conceptos como el de desarrollo sustentable, responsabilidad social empresarial y desarrollo local. Todo este conjunto de ideas se elaboran desde diferentes redes transnacionales (ONGs, organismos como el FMI o el BM, pactos entre corporaciones multinacionales, acuerdos entre universidades) desde después de la Segunda Guerra Mundial. A su vez, son difundidas mediante diversos mecanismos, como acuerdos internacionales, seminarios y proyectos de colaboración entre países. Buscan mediante estas instancias construir un sentido común sobre temas estratégicos para las sociedades (Mato, 2007: 22).

La otra fuente de ideas de la que se nutren AAPRESID y AACREA es de carácter nacional y la hemos identificado como propia del pensamiento liberal-conservador argentino. La encontramos presente en las miradas sobre la nación y la historia de nuestro país. Esta visión tiene fuerza en el mundo agropecuario por ser dominante en algunas de las principales instituciones gremiales del agro, especialmente en la Sociedad Rural Argentina. En este caso, dicha visión es promovida con ciertas tamizaciones en los congresos y en las publicaciones, y especialmente en coyunturas en las que entran en disputa los modelos de desarrollo.

La convivencia de estas ideas de raíces diversas se lleva a cabo a partir de una especie de delimitación de los terrenos a los que responden. Las concepciones de carácter transnacional les brindan a AAPRESID y AACREA una lupa desde la cual leer (y promover) los cambios tecnológicos y productivos, y las transformaciones sociales y culturales que los acompañan. Sin embargo, este conjunto de ideas no alcanzan para cubrir la intención hegemónica, para lo cual deben interpelar a identidades de raigambre nacional. Es así que acuden a otra serie de conceptos anclados en tradiciones locales para otorgar sentido a diversos sucesos políticos e históricos que son determinantes en la vida del pueblo argentino.

De este modo, AAPRESID y AACREA se construyen como organizaciones de empresarios agropecuarios que adoptan un formato de think tank. Lo hacen no tanto por el rol de elaboración de nuevas ideas, sino más bien por el papel de promoción y difusión de un conjunto articulado de ideologías con una proyección a largo plazo. A través de la generación de ámbitos de intercambio entre sectores empresariales, políticos, académicos y sociales buscan constituirse en una referencia experta en lo que respecta al mundo agropecuario.

Los destinatarios principales de sus discursos son los “ganadores” del modelo, aquellos a quienes interpelan desde el estímulo al desarrollo de una racionalidad capitalista. Dedican un espacio importante a promover determinadas pautas de conducta racionales (previsión, eficiencia, racionalidad) que intentan sintetizar un nuevo perfil productivo en el agro: el empresario innovador. Aquellos que no se adaptan son considerados inviables. En sus discursos, invisibilizan las condiciones de existencia de los campesinos y pueblos originarios y los modelos de desarrollo agrario alternativos que proponen.

De esta manera, hemos identificado la forma en que AAPRESID y AACREA realizan una reelaboración activa de una visión de la sociedad, del Estado y de la naturaleza que implica una reinterpelación de los sujetos como empresarios. En este sentido, vemos el rol activo que asumen actores locales –a través de estas entidades- en la adaptación del paradigma de los agronegocios en nuestro país. No es posible entender la profundidad de los cambios acaecidos en las últimas décadas en el agro argentino sin visualizar el trabajo ideológico asumido por este tipo de instituciones en pos de transformar las subjetividades de los actores agropecuarios. Este trabajo lo realizan difundiendo sistemáticamente una serie de discursos con vocación hegemónica. Sin embargo, estos discursos no tendrían capacidad interpelatoria sino fuera por las alianzas que las entidades entretejen con el Estado y con el capital transnacional y local presente en el sector y por el desenvolvimiento de diversas herramientas de instalación de sus discursos, como talleres educativos, programas solidarios, congresos, seminarios o políticas mediáticas. Queda pendiente como plan de futuras investigaciones abordar las alianzas materiales y las practicas desarrolladas por AAPRESID y AACREA en pos de comprender su real capacidad hegemónica.

 

Notas

1El origen de este artículo es la investigación realizada para mi tesis de grado Las entidades técnicas del agro en la mira: Un estudio de la construcción ideológica de Aapresid y Aacrea a través del análisis de sus discursos (2013), que se continuará en el marco de la beca de CONICET obtenida en el año 2014.

2El nuevo modelo agropecuario toma un especial reimpulso a partir de la política devaluacionista (2002) y del aumento de los precios internacionales de nuestros productos de exportación. Si los años ‘90 se caracterizaron por las políticas de desregulación, el rol central de la valorización financiera y las privatizaciones como primer etapa de la globalización en nuestro país, el segundo momento se constituye como posdevaluación con la consolidación de un modelo extractivo exportador, que dio vía libre a las multinacionales que avanzaron saqueando los bienes naturales en nuestro país. Para más información se recomienda consultar a Ortiz y Schorr (2007) y Vertiz (2012).

3AACREA cuentan con más de doscientos grupos que reúnen alrededor de 1950 productores propietarios o administradores de más cuatro millones de hectáreas de campo en el país y doscientos asesores técnicos agrónomos o veterinarios. AAPRESID, por su parte, cuenta con alrededor de mil quinientos socios productores, técnicos y las principales empresas del sector y se desarrolla a través de 33 grupos en el país (Liaudat, 2013).

4No obstante, es necesario aclarar que en determinadas situaciones de conflicto entre el campo y el gobierno, las entidades técnicas han adherido al accionar de las asociaciones gremiales.

5El enfoque etnopragmático del discurso parte de la consideración de que las combinaciones sintácticas y su evidente regularidad son motivadas por principios cognitivos generales a los que el hablante apela para lograr coherencia comunicativa. Dicho enfoque centra específicamente su interés en mostrar cómo la frecuencia relativa de uso de las formas constituye un síntoma de la perspectiva cognitiva del hablante y refleja pautas culturales (Martínez, 2009).

6 Entre ellos existen dos documentos de elaboración conjunta que tienen especial relevancia por el contexto en que son publicados: un posicionamiento presentado en 2002 en un periodo de tensión entre los productores y las empresas proveedoras de insumos por los altos endeudamientos y un documento elaborado en 2008 en el contexto del “conflicto del campo” yen el que se centran en agradecer el apoyo que había recibido el sector agropecuario en los días más álgidos del conflicto.

7A partir del anuncio de la resolución 125/08 por parte del ministro de Economía Martin Lousteau, se desarrolló uno de los conflictos más importantes de la historia del sector. Esta resolución establecía el aumento a las retenciones a la exportación de productos agropecuarios (soja, maíz, girasol, trigo y derivados) y la adopción de un carácter móvil para ellas en función de la evolución de los precios internacionales. El conflicto se trasladó de las calles al parlamento, donde luego de una fuerte puja política se da de baja la resolución.

8El proceso por el cual se llega a visibilizar la existencia de cinco núcleos conceptuales compartidos por ambas entidades a partir de las herramientas de la etnopragmática del discurso puede encontrarse en mi tesis de grado Las entidades técnicas del agro en la mira: un estudio de la construcción ideológica de AAPRESID y AACREA a través del análisis de sus discursos (Liaudat, 2012).

9Retomamos el concepto de Althusser (1970) aparatos ideológicos del Estado entendiéndolo como el lugar a través del cual se reproduce la legitimidad de las relaciones de producción y que es no sólo objeto sino también espacio de la lucha de clases. Sin embargo, siguiendo a Balsa (2006), preferimos acotarlo al término aparato ideológico pues consideramos que se ubican mayormente en aquel espacio que Gramsci identificó con la sociedad civil -lugar central de la disputa por la hegemonía- y no pueden ser identificados necesariamente con el Estado.

10Es importante aclarar que en este trabajo sólo nos centraremos en el estudio de la parte textual de los diferentes soportes de los discursos; por ende, dejaremos a un lado otros elementos del análisis multimodal del discurso como el sonido y la imagen.

11Thomas Malthus planteó en su trabajo Ensayo sobre el principio de la población, publicado en 1798, que el crecimiento de la población ocurría a un ritmo superior que el crecimiento de la producción de alimentos; esta última aumentaba aritméticamente, mientras que la población lo hacía de manera geométrica.

12 Entre estas voces es importante destacar el rol de Andrés Carrasco y sus investigaciones sobre los efectos del glifosato (dadas a conocer en el 2000), del movimiento Las Madres de Ituzaingó, la Campaña “Paren de Fumigar” y el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), entre otros.

13Carrasco (2012) analiza la aprobación de nuevos eventos transgénicos en la Argentina que combinan la resistencia al glifosato y ahora también al glufisonato de armonio. Demuestra cómo la necesidad de reforzar la semilla RR da cuenta de la insustentabilidad del modelo de los transgénicos.

14El concepto capitalismo verde refiere a las acciones que se realizan para paliar las consecuencias ambientales, sin cuestionar las bases del capitalismo. En este sentido, afirma Boaventura de Sousa Santos: “Economía verde o capitalismo verde es transformar la crisis ecológica y ambiental en un recurso de acumulación, creando además de los mercados de carbono, todos los servicios ambientales que son una rama nueva de industrialización, y busca hacerlo de una manera que parezca sustentable. La economía verde es el seguimiento natural de las teorías del desarrollo sustentable” (León, O. Entrevista a De Sousa Santos: 2011).

15Esta visión no es generada únicamente desde las entidades: existe toda una serie de economistas (Regunaga et al., 2003; Llach et al., 2004; Binsag y Sztulwark, 2005) optimistas respecto del actual modelo agropecuario argentino; señalan que este es de tipo “ganador, ganador” pues reserva un lugar para cada tipo de perfil socioproductivo (Hernández, 2013:5).

16La principal referencia institucional a nivel global del enfoque de la Responsabilidad Social Empresarial es el Pacto Global de la ONU (al cual la Argentina adhirió en el 2004), lanzado luego de una propuesta originada en el Foro de Davos (1999) (Cafiero, 2011).

17 Es claro el ejemplo, en este sentido, del programa de Agricultura Certificada impulsado por AAPRESID. Para más información, visitar www.ac.org.ar

18Pablo Hary participó en diversas organizaciones católicas, como la Hermandad de Nuestra Señora de las Pampas, las reuniones de Estancieros Católicos y el grupo rural de la Asociación Cristiana de Empresarios (ACDE), “ideadas todas ellas con el alto fin de dotar a la ruralidad en su conjunto del compromiso de llevar adelante acciones íntimamente ligadas con los valores cristianos”. (Libro CREA 50 años, pág. 18)

19Esta propuesta política se expresa en la defensa a ultranza del federalismo, elemento que analizaremos en el siguiente apartado.

20 La visión oficial reivindica como hitos fundantes de la nacionalidad la llamada Revolución de Mayo de 1810, la Asamblea de 1813 y el Congreso de Tucumán,el proyecto de la Generación del ’37, la Batalla de Caseros y la derrota de la “barbarie rosista”, y la Constitución de 1853 como momento culminante de la reorganización nacional bajo un sistema liberal y la construcción del Estado con la Generación del ‘80. Para más información, se recomienda leer Halperín Donghi (1997) Ensayos sobre historiografía argentina.

 
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Páginas web:

www.aapresid.org.ar

www.aacrea.org.ar

www.darsecuenta.org.ar

 

 

Fecha de recibido: 9 de junio de 2014
Fecha de aceptado: 4 de junio de 2015
Fecha de publicado: 1 de agosto de 2015

 

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