Mundo Agrario, Diciembre 2021 - Marzo 2022, vol. 22, n° 51, e181. ISSN 1515-5994
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Historia Argentina y Americana

Artículos

Tendencias económicas y sociales recientes en la agricultura pampeana. Una crítica al enfoque de producción en red

Rolando García Bernado

Instituto de Economía y Sociedad en la Argentina Contemporánea (IESAC), Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina
Patricio Vértiz

Departamento de Desarrollo Rural, Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales (FCAyF), Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina
Cita sugerida: García Bernado, R. y Vértiz, P. (2022). Tendencias económicas y sociales recientes en la agricultura pampeana. Una crítica al enfoque de producción en red. Mundo Agrario, 22(51), e181. https://doi.org/10.24215/15155994e181

Resumen: Durante los últimos años han emergido en el ámbito de los estudios agrarios considerables críticas a uno de los enfoques que marcó las últimas dos décadas de investigación: el de las “empresas-red”. Estas críticas abonan a comprender de qué manera se han exagerado los aspectos “reticulares” del modelo productivo del agro pampeano y, como contrapartida, se han subestimado otro tipo de transformaciones que reconfiguraron las relaciones productivas agrarias de manera significativa. En este sentido, argumentamos que para visualizar estos últimos aspectos se debe adoptar un enfoque centrado en las relaciones asimétricas entre sectores con base en la dinámica de la acumulación capitalista. Desde esta perspectiva analizamos las principales tendencias transformadoras de las relaciones sociales de producción en el agro pampeano durante el período 1990-2020.

Palabras clave: Transformaciones productivas agrarias, Commodities agroindustriales, Reconversión productiva, Reorganización del trabajo agrario, Tercerización.

Recent economic and social trends in Pampean agriculture. A critic to the network approach

Abstract: In recent years, considerable criticism of one of the approaches that marked the last two decades of research has emerged in the field of agrarian studies: that of "network companies". These criticisms contribute to understanding how the "reticular" aspects of the agricultural production model of the Pampas have been exaggerated and, as a counterpart, other types of transformations have been underestimated that significantly reconfigured agricultural productive relations. In this sense, we argue that in order to visualize these last aspects, an approach must be adopted centered on asymmetric relations between sectors based on the dynamics of capitalist accumulation. From this perspective, we analyze the main transformative tendencies of the social relations of production in the Pampean agriculture during the period 1990-2020.

Keywords: Agricultural productive transformations, Agroindustrial commodities, Productive reconversión, Reorganization of agricultural labor, Outsourcing.

Introducción

Desde mediados de los años noventa la producción de granos en nuestro país protagonizó una radical transformación productiva que condujo a romper récords históricos de cosechas. Este gran cambio en la producción de determinados commodities del eslabón primario ha sido teorizado por un grupo de investigadores como el resultado del abandono de la tradicional integración vertical en beneficio de una configuración productiva en red. Este nuevo esquema analítico logró un apoyo notable entre los estudios sociales agrarios y su predominio en un segmento importante de las investigaciones es indiscutible. Sin embargo, recientemente proliferaron un conjunto de críticas que abonan a comprender de qué manera el enfoque de la agricultura en red ha exagerado los aspectos reticulares del modelo y, como contrapartida, ha subestimado otro tipo de transformaciones. En este sentido, argumentamos que para poder visualizar estos aspectos menos abordados de la reconfiguración productiva en las actividades agrícolas se debe adoptar un enfoque centrado en las relaciones asimétricas entre sectores sociales con base en la dinámica de la acumulación capitalista.

En este artículo criticamos el uso de la noción de agricultura en red para dar cuenta de los cambios en la producción agraria pampeana. Para ello trazamos algunos puntos de partida y consensos con las investigaciones agrarias que han criticado dicho enfoque en distintas ocasiones. Señalamos en qué aspectos ciertas transformaciones productivas han pasado desapercibidas, como resultado de un abordaje teórico que sobreestima la relevancia de estas redes en detrimento del análisis sobre relaciones de producción y propiedad al interior de la cadena productiva de commodities agrarios. Así, puntualizamos en una serie de tendencias sociales y económicas que son el resultado de la reconfiguración productiva de mediados de los años noventa en lo que hace a las relaciones sociales de producción. Finalmente, hacemos una reevaluación de los límites y aportes del modelo-red a la luz de las críticas recogidas y las transformaciones productivas analizadas.

Problemas del enfoque de producción en red aplicado a los estudios agrarios

Diversas perspectivas teóricas han abordado la dinámica que asumieron los vínculos en los entramados agroindustriales en diferentes períodos históricos. Para el caso argentino, el enfoque de la agricultura en red fue adoptado para dar cuenta de una serie de transformaciones en las actividades agroalimentarias sucedidas a partir de los años 90. Los precursores de dicha perspectiva, Bisang, Anlló y Campi (2008), señalan que durante las últimas décadas se consolidó un nuevo modelo de organización de las actividades agropecuarias que eventualmente predominó sobre el modelo previo de integración vertical característico del agro pampeano, en el marco de un cambio de paradigma tecno-productivo. Este traspaso de modelo es la explicación de fondo de los excelentes resultados de las cosechas para el periodo reciente. Tomaremos este trabajo –y otros de los mismos autores– como referencia general al enfoque, considerándolos suficientemente representativos de una línea de investigación más amplia.

De acuerdo con los autores mencionados, el modelo organizativo de la producción en red recae centralmente sobre empresas de producción agropecuaria, cuya función principal es la coordinación de las actividades, para lo cual se valen de un profundo conocimiento sobre temas financieros, jurídicos, productivos y tecnológicos. Para la realización de las actividades productivas se articulan –por medio de relaciones contractuales– con propietarios de tierras, empresas prestadoras de servicios (contratistas) y proveedoras de insumos. Los autores sostienen que una de las características que distingue a estas nuevas empresas es la conformación de estructuras generalmente pequeñas, pero altamente especializadas con un preciso conocimiento del tema agrario. Estas también mantienen fluidas relaciones con los agentes financieros, debido a que la dinámica de funcionamiento requiere una mayor relación de capital circulante/fijo respecto del modelo previo (Bisang, Anlló y Campi, 2008).

La idea de que, en los años noventa, se abrió paso un modelo de “agricultura en red”, viene acompañada de otros elementos recurrentes en el análisis de Bisang y colaboradores: la emergencia de nuevos agentes económicos en la producción y –dentro de estos– la irrupción del “empresario innovador” como agente central, el rol de la tecnología como el motor del cambio técnico y la disolución del “productor” como centro de decisiones productivas en una trama compleja de actores económicos e institucionales (García Bernado, 2018).

La teoría de las empresas-red pone el énfasis en el carácter radical de las transformaciones productivas en la producción agraria. Se puede reducir la matriz de esta radicalidad al reemplazo de un modelo productivo clásico y “vertical” por uno “horizontal” y reticular: este es el corazón de la reconversión productiva. Si bien dicho enfoque ha sido aplicado a distintos complejos al interior del sector agroalimentario, el mayor sesgo de investigación estuvo sin duda concentrado en la agricultura extensiva que conforma el sector económico más relevante al interior del espacio nacional de valor (Piva, 2012).

Parte de la toma de conciencia respecto de las limitaciones de la metáfora reticular surge de la forma crítica en que este enfoque ha sido recientemente evaluado por distintos autores. Es el caso de Fernández (2016); López Castro, Huter, Moreno y Liaudat (2019); García Bernado, (2018); Bernhold y Palmisano (2017); Craviotti (2014) y Azcuy Ameghino (2020), entre otros.

Por ejemplo, Fernández (2016) señala que la aplicación del enfoque a las actividades agropecuarias en Argentina tiene un basamento algo débil. Puesto que el origen de la noción de empresa-red como sustrato teórico está en realidad emparentado al estudio de mercados de gran valor agregado donde la demanda por productos nuevos y los cambios en los patrones de consumo son muy dinámicos, la producción de commodities agroindustriales y alimentarios escapa a su campo de aplicación. El modelo de “red” basado en contratos flexibles a proveedores que buscan cubrir la demanda generada por vendedores minoristas se adecúa bien al sector informático, a las telecomunicaciones e incluso a algunos sectores productivos tradicionales como el textil, que han visto transformaciones significativas en sus patrones de consumo y acumulación (Gereffi y Korzeniewicz, 1994). Sin embargo, una condición esencial para la aplicabilidad de este tipo de enfoque es que el sector analizado produzca mercancías pasibles de ser ajustadas por demanda de los consumidores o cambios en las tendencias de consumo. En el paradigma de las Cadenas Globales de Valor, este tipo de estructura buyer-driven (Gereffi, 1994) implica un gran poder del lado de los vendedores minoristas y, usualmente, un conjunto de proveedores dispersos. La producción de mercancías agrarias se encuentra esencialmente en las antípodas de las que inspiraron aquel enfoque. Los commodities agrarios son por definición bienes uniformes, sin marca ni posibilidad de identificación de origen. Por lo tanto, la pertinencia de la utilización del modelo en red para analizar la dinámica de la agricultura extensiva es cuestionable desde el punto de vista de la elaboración teórica de la que se nutre.

Otro tipo de divergencia se da respecto del tipo de lazo que une a los proveedores al conglomerado de empresas actuantes en una rama de la producción. En la teoría de las empresas-red, un planteo central es que los subcontratos reemplazan a los proveedores tradicionales. Los contratistas están más ligados a las necesidades de las firmas de mayor jerarquía de la red, quienes controlan o directamente diseñan su proceso productivo. Ante la eventual interrupción del vínculo comercial, las empresas contratistas cuentan con escaso margen de maniobra para operar con otras firmas. En el caso pampeano, esto no ocurre. Los prestadores de servicios agrícolas concurren a un mercado saturado y ultracompetitivo, que los obliga a buscar la mayor cantidad de clientes en el menor tiempo posible (Lombardo y Tort, 2018). No son pues un conjunto dependiente de proveedores controlados a través de relaciones contractuales efímeras. En este sentido no parece apropiado el cambio de categoría analítica de proveedor a subcontratista.

A su vez, el enfoque de las empresas-red indica que la generación y circulación del conocimiento da la posibilidad a ciertas empresas de obtener ventajas competitivas y “cuasi rentas” mediante el control de las innovaciones. Al respecto, se ha señalado que el ritmo vertiginoso que ha asumido el proceso de difusión de las innovaciones tecnológicas en el agro no deja mucho lugar para el aprovechamiento de “cuasi rentas” por esta vía (Fernández, 2016). Sin bien hay evidencia del expertise del sector contratista jugando un papel cada vez más importante (Moreno, 2017; Neiman, Blanco y Neiman, 2020), el origen de esta especialización es la exacerbación de la competencia en un mercado cada vez más saturado y, como discutiremos en este artículo, la creciente complejidad del proceso productivo. Ello aleja la idea de asociación virtuosa y solidaria entre agentes del complejo oleaginoso y cerealero.

Otro tipo de señalamiento se refiere a la necesidad de reinterpretar las transformaciones productivas agrarias poniendo en tela de juicio la idea del modelo de solidaridades complementarias donde “todos ganan” al que tiende de manera soslayada el “modelo de red” (López Castro, Huter, Moreno y Liaudat, 2019). Se trata de una crítica de fondo que propone reemplazar una tipología social centrada en “actores de la red”, incompleta y algo forzada, por otra más “clásica” para las ciencias sociales, basada en el análisis de clases sociales, con intereses objetivamente enfrentados por el proceso productivo.

Los trabajos del enfoque de empresas-red suelen centrarse en actividades agrícolas. Sin embargo, se ha sostenido que la producción en red está presente también en otras actividades agropecuarias como, por ejemplo, ganadería, lechería y producción avícola. Una serie de trabajos abordan desde esta perspectiva las transformaciones en producciones primarias no agrícolas, como la cadena de la carne vacuna (Bisang, 2003) o la actividad láctea (Bisang, Porta, Cesa y Campi, 2008). Si bien la “producción en red” permite visibilizar limitadamente algunos rasgos nuevos de la organización del trabajo en los procesos productivos en cultivos anuales agroindustriales, al analizar otras actividades agropecuarias su pertinencia presenta aún más dificultades.

En actividades pecuarias o, incluso, actividades agrarias no centradas en cultivos extensivos, la producción dependiente de “redes de subcontratos” (Bisang, 2008; Bisang y Kosacoff, 2006) no es la forma organizativa más usual. En la producción láctea podemos observar cómo a partir de los años noventa algunas tareas del proceso productivo fueron crecientemente tercerizadas, tanto en la fase primaria –siembra de verdeos y pasturas, fumigación, confección de reservas forrajeras, cosecha, etc.– como en el eslabón industrial (por ejemplo, la logística de los servicios de transporte). Existe, pues, un proceso de desverticalización de ciertas actividades en distintos nodos de la cadena productiva. Sin embargo, una gran cantidad de actividades en ambos eslabones se encuentran bajo el control directo de los organizadores de la producción e incluso se realizan en la órbita de los propios establecimientos. El esquema es pues de coordinación y gestión en la unidad de producción bajo la dirección de un capital específico (Vértiz, 2018).

En dicho sector los nuevos esquemas de organización del trabajo reproducen y recrean las condiciones de flexibilidad que han caracterizado a los mercados de trabajo agropecuarios, permaneciendo vigentes ciertas prácticas laborales tradicionales por su funcionalidad a la reducción de los costos de producción. En este sentido, los procesos de tercerización de tareas productivas como también el régimen de "mediería"1 contribuyen con formas de precarización de las condiciones de trabajo. Si bien son fenómenos muy diferentes, ambos representan formas más flexibles que complejizan la relación capital/trabajo y por ende las regulaciones de los vínculos laborales en desmedro de los trabajadores (Vértiz, 2018). En este punto observamos una de las razones de la creciente desverticalización: lo que motoriza la contratación externa de servicios es la posibilidad de flexibilizar la relación con la fuerza de trabajo y, en particular, evitar los elevados niveles de inversión de capital que requiere la adquisición de maquinarias y equipos. No tiene que ver con construir cooperaciones productivas por cuestiones de planificación, como sostienen los autores del enfoque de las “empresas-red”.

En efecto, existen asimetrías de poder al interior de la cadena láctea (Vértiz, 2017). El sistema de fijación del precio de la leche, las condiciones de calidad del producto, los plazos de pago, las exigencias de exclusividad, la cartelización entre firmas industriales, entre otras situaciones, suelen decantar en conflictos abiertos entre los productores primarios y el eslabón industrial. La cuestión de la reciprocidad y la cooperación intercapitalista, que es propia de la idea de producción en red, presenta serias dificultades para dar cuenta de las modalidades de articulación en la actividad láctea donde la percepción sobre las asimetrías entre los diferentes agentes es un tema recurrente (Vértiz, 2021).

Tampoco en los estudios sobre el sector de la carne vacuna podemos observar una creciente desverticalización. Por ejemplo, en su análisis del proceso de intensificación en la ganadería bovina, Capdevielle (2018a) demuestra que la intensificación productiva requiere un incremento en la magnitud económica de las unidades. Por ello quienes tengan algún tipo de restricción en términos de la inversión de capital necesaria no logran ingresar al sendero de cambio tecnológico y presentan situaciones más desfavorables en la dinámica de la concurrencia en los mercados. Asimismo, detecta una pérdida de importancia relativa de los gastos en personal como consecuencia de la intensificación, es decir, una tendencia al incremento en la composición orgánica del capital en las explotaciones ganaderas. En definitiva, hay poca evidencia de un funcionamiento reticular de la producción, y lo que sí puede observarse es la consolidación de nuevas exigencias de escala económica para producir. La contracara es un aumento de la productividad del trabajo y de la explotación de los trabajadores involucrados (Capdevielle, 2018a y 2018b).

Por su parte, la producción avícola está integrada verticalmente (Domínguez, 2007). Si bien se trata de dos eslabonamientos distintos, la producción de huevos y de carne, presentan tendencias similares respecto a la organización general de la actividad. En el primer caso, que representa el circuito de menor magnitud económica del complejo, existen grados de integración variable con elevada concentración en dos firmas productoras de huevo industrializado y una diversidad de cadenas de distribución de huevo fresco, las cuales posibilitan el funcionamiento de granjas independientes que canalizan su producción en el mercado mayorista o de forma directa en comercios minoristas (Castillo, 2012). Con respecto a la producción de carne aviar, las firmas frigoríficas integran bajo relaciones de propiedad la mayoría de las etapas del proceso productivo –cabañas de reproductores de abuelos y padres con genética importada, incubación, elaboración de alimentos balanceados, faena y procesamiento de subproductos– y también la distribución de carnes y derivados. La modalidad de integración por contrato aparece recién en la etapa de engorde en granjas de productores avícolas (Palacios, 2003) como una forma de integración vertical.

Aunque aún existen algunos casos de productores independientes, la tendencia es hacia su completa desaparición en favor de granjas integradas contractualmente al eslabón industrial. En esta modalidad de articulación –cuasi asalarización– los productores reciben de las firmas frigoríficas todos los insumos –pollitos BB, alimento balanceado, etc.–, el asesoramiento técnico, los controles sanitarios, y realizan la fase de engorde en sus propias instalaciones mediante fuerza de trabajo familiar en la mayoría de los casos. Ello libera a las empresas frigoríficas de invertir su capital en tierra, instalaciones, capacitación de trabajadores asalariados, a la vez que reduce riesgos, costos de control y mantenimiento de la capacidad ociosa (Castillo, 2012). De esta manera, las empresas verticalmente integradas constituyen el núcleo integrador que coordina y dirige los procesos de producción y trabajo entre los diferentes eslabones de la cadena, y bajo un poder decisorio unificado comandan el proceso de producción, transformación y distribución (Palacios, 2003).

La mayoría de los estudios ubicados en la perspectiva reticular centran el foco de análisis en los vínculos entre los agentes intervinientes y su papel en la competitividad del conjunto, más allá del carácter de los vínculos establecidos. Por ello reparan más en las ventajas competitivas de los entramados productivos que en las jerarquías internas y las asimetrías entre los agentes. Al respecto, el trabajo de Anlló, Bisang y Salvatierra (2010) plantea que los conceptos de redes, tramas o cadenas globales de valor, además de presentar fuertes similitudes, permiten abordajes más ajustados a las nuevas realidades de las producciones agroindustriales. Sin embargo, los ejemplos mencionados ponen en tela de juicio el predominio de relaciones contractuales en los entramados agroindustriales.

En resumen, pareciera que cierta fascinación por la expansión sojera y el peso de los pools de siembra ha conducido a ignorar hasta qué punto otras actividades agropecuarias pueden ser explicadas mediante el esquema de producción de red (Craviotti, 2014). Y hasta el peso de estos mismos pools de siembra, como la expresión más clara de “agricultura en red” ha sido exagerado en la producción de cultivos (Fernández, 2010; Caligaris, 2015, García Bernado, 2022). De hecho, aparecen muchos inconvenientes a la hora de la aplicación del enfoque en el caso de actividades agroindustriales que han conformado sistemas productivos locales, que involucran distintas etapas y agentes en el lugar donde se genera la materia prima y entre producciones perennes (que requieren inmovilización del capital) o que presentan ciclos largos, donde no existen los contratos de corto plazo (Craviotti, 2014).

La reconversión tecnológica de la agricultura pampeana: el movimiento contradictorio de simplificación/complejización del proceso productivo

La reconversión productiva de la agricultura pampeana en los años noventa comprendió una serie de cambios tecnológicos en el proceso de producción agraria que pueden sintetizarse en la incorporación del sistema de siembra directa (SD) y el correspondiente abandono de la labranza del suelo, la adopción de semillas transgénicas y el aumento sustantivo de la utilización de agroquímicos, en particular de herbicidas orientados al control de las malezas (Barsky y Gelman, 2001; Teubal, 2006).

La introducción del nuevo “paquete tecnológico” (Slutzky, 2010) produjo una simplificación del manejo productivo de los principales cultivos extensivos del país y a la vez significó un ahorro de tiempo y dinero para el capital agrario, en dos sentidos. Por un lado, permitió una disminución notable en el consumo de gasoil al reducir la cantidad de labores necesarias para la preparación del suelo previo a la siembra, eje central del planteo tecnológico anterior y uno de sus principales costos directos (INTA, 2011). Por el otro, redujo al mínimo indispensable las prácticas de planificación técnica por la extrema simpleza de los planteos productivos, basados fundamentalmente en la utilización del glifosato y su formidable poder como herbicida.2

Uno de los aspectos menos ponderados en la literatura específica es que con el transcurso de los años esta simplificación inicial engendró una tendencia diametralmente opuesta. Actualmente existe una gran complejidad en el “manejo técnico” de la producción, que se distancia de la aplicación de “recetas” químicas, práctica predominante en aquellos años. En nuestra opinión, ello surge del propio desenvolvimiento del modelo productivo y representa una de las tendencias actuales más relevantes para entender la dinámica económica de la producción de cereales y oleaginosas y su fuerte tendencia a la concentración.

La principal razón de las mayores exigencias técnicas se debe a la acumulación de dificultades productivas, que colabora con los menores márgenes de rentabilidad y las crecientes exigencias de escala. El surgimiento de tolerancias y/o resistencias entre un espectro amplio de malezas a los principales herbicidas, que condujo a un incremento en el costo de los tratamientos, disparó la necesidad de realizar una serie de ajustes sobre el manejo técnico de dicha problemática. Entre ellos, la calibración de los momentos óptimos para realizar las aplicaciones en función del desarrollo fenológico de las malezas presentes y las condiciones climáticas imperantes, la utilización de tratamientos mixtos en barbechos químicos, el establecimiento de esquemas de rotación no solo de cultivos, sino también de principios activos y tratamientos, etc. Estos problemas, propios de la SD, aparecieron también en otros países que adoptaron masivamente planteos tecnológicos similares (Vencill et al., 2012). En definitiva, la nueva batería de herramientas químicas para enfrentar esta complejidad requiere un mayor conocimiento específico que en general escapa al tradicional “productor agropecuario”, es decir, el administrador del capital.

En efecto, el movimiento simplificación/complejización productiva se reflejó en el quehacer de los técnicos y profesionales de las ciencias agrarias. A fines de los años noventa quienes administraban la producción agrícola podían realizar una planificación técnica muy sencilla en base a la SD y el glifosato, y asegurarse el control de casi la totalidad del espectro de malezas presentes prescindiendo, en la mayoría de los casos, del asesoramiento profesional, que quedaba reservado para situaciones particulares. En la actualidad, por el contrario, es prácticamente imposible producir sin asesoramiento, y los profesionales deben tener un conocimiento profundo y actualizado de las diferentes plagas y malezas, los tratamientos químicos disponibles y todo tipo de especificidades técnicas para lograr aplicaciones “exitosas” desde el punto de vista del control de adversidades. Si bien siempre están presentes en la producción, los cuadros técnicos se han multiplicado tanto como sus oficios.

Estos aspectos que han complejizado el manejo técnico de la producción nos permiten trazar las siguientes coordenadas históricas para el proceso de simplificación/complejización de la producción de cultivos extensivos en nuestro país:

  1. Primer momento. El paquete tecnológico simplifica la producción de cultivos extensivos (1996-2006). Durante este periodo, los asesores técnicos se volvieron relativamente prescindibles, mientras que los administradores del capital tomaron las riendas de la incorporación del nuevo modelo, aplicando principalmente el combo constituido por el sistema de SD, el herbicida glifosato y el cultivo de variedades de soja transgénica (RR1), con barbechos químicos cortos. Dicho esquema tecnológico permitió la expansión del doble cultivo mediante la combinación de la producción de trigo y soja en el mismo lote, allí donde las condiciones climáticas y agronómicas lo posibilitaron. Con posterioridad dicha práctica incorporó la adopción del maíz como cultivo de segunda ocupación del lote.

  2. Segundo momento. Se complejiza el manejo químico (2006-2012). El ritmo de expansión de la variedad de soja RR1 fue sumamente vertiginoso, alcanzando prácticamente la totalidad de la superficie ocupada con este cultivo –95 % de la superficie sembrada– (AAPRESID, 2017). La combinación de agroquímicos para el control de malezas comenzó a ser una práctica común y los asesores técnicos se vieron obligados a especializarse en la materia para enfrentar los inconvenientes técnicos. Se expanden este tipo de asesorías a cargo de las distribuidoras de insumos, asociaciones de profesionales, instituciones sectoriales y empresas proveedoras de agroquímicos y semillas que compiten por un mercado floreciente. El mercado de agroquímicos rompe máximos históricos año tras año (CASAFE, 2016; CIAFA, 2016).

    Algunos de los resultados productivos del período ilustran la dinámica señalada: la expansión de la utilización de cultivares transgénicos de maíz representa la mayor parte del maíz exportable (MAIZAR, 2010); la expansión masiva del doble cultivo en trigo alcanza alrededor de cuatro millones de hectáreas; la soja de segunda ocupación explica alrededor de un 20 % de la producción total de dicho cultivo; etc. Hacia el final del subperíodo, la proliferación de malezas resistentes sobre millones de hectáreas productivas comienza a ser objeto de discusión pública.

  3. Tercer momento. El agotamiento del paquete tecnológico y la transición necesaria (2012 en adelante). En este período, aún en curso, la problemática de malezas estalla de forma tal que genera problemas para la reproducción económica de una parte importante del sector. Si bien los costos asociados a la mayor complejidad en el manejo de malezas y adversidades dejan afuera de la producción a capitales de pequeña escala, presentan desafíos crecientes también al capital agrario en su totalidad. Se impone una revisión de la forma en que se produce, que incluso es asumida –al menos parcialmente– por la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) y la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA), dos instituciones de suma influencia en la difusión de saberes técnicos y herramientas de manejo agronómico e impulsoras del modelo agrario predominante (Liaudat, 2015).

    Entre las nuevas herramientas técnicas emergen los cultivos de cobertura o servicios y se retoma, al menos en ciertos niveles, las prácticas de laboreo del suelo. Aparecen también lemas como “Hay que volver a la agronomía”, con el que se señala la necesidad de combinar la utilización de herramientas alternativas a los tratamientos químicos como la rotación de cultivos; la variación de dosis, distancias y fechas de siembra; etc. Este conjunto de estrategias busca frenar y/o disminuir la tendencia al incremento de costos directos y, por lo tanto, a las crecientes necesidades de capital para enfrentar cada campaña. Se comienza a hablar con mayor soltura de la agroecología, y podemos encontrar ejemplos de planteos agroecológicos en producciones extensivas en establecimientos de mediana y gran escala que aducen tener costos directos menores a los esquemas convencionales (Cerdá y Sarandón, 2015; Zamora, Barbera, Carrasco y Malaspina, 2017; Barbera, Melión, Vaccaro y Zamora, 2019). El modelo productivo está encontrando sus límites y requiere una transición, so pena de que se profundice la exclusión de la actividad para miles de capitales agrarios y que los que logren persistir dependan de un margen atado principalmente al precio de unos pocos commodities.

En resumen, los distintos elementos antes mencionados dan cuenta de que existe una ampliación de la utilización del conocimiento científico en la producción agraria que se materializa en la incorporación de un conjunto de innovaciones tecnológicas cuya utilización implica una labor más exigente para asesores técnicos particulares o vinculados a los servicios de algunos proveedores, mayores exigencias técnicas para los contratistas de servicios y también para los organizadores de la producción. La mirada sobre el proceso de transformación tecnológica acontecido durante estos períodos que ofrece el enfoque de producción en red es ingenua. Lo expone como un proceso virtuoso de colaboración tecnológica que redunda en innovaciones crecientes pero se trata, sobre todo en el último subperiodo, de una reacción a una creciente presión económica engendrada por las problemáticas que surgen del uso masivo del sistema de SD. La propia complejidad productiva que este modelo ha engendrado es, de hecho, uno de los factores que puede contribuir a la retracción de esa forma de producir.

La reorganización de la división social del trabajo agrario: tercerización, especialización y fragmentación del proceso productivo

La combinación de los cambios tecnológicos señalados alteró el proceso de trabajo agrario posicionando en un lugar sumamente relevante a un segmento de prestadores de servicios que asumieron una parte creciente de las labores culturales antes concentradas –mayoritariamente– por un único capital centralizado, acelerando de esa manera la división social del trabajo en las actividades agrícolas.

La reconversión productiva del sector es pues un cambio en la forma social de producción de ciertos commodities agrarios, que resulta de tres fenómenos interdependientes: tercerización de parte del proceso de trabajo desde la esfera de un capital a otro, especialización de los trabajadores dirigidos por los distintos tipos de unidades económicas que asumen cada etapa de la producción, y fragmentación del proceso productivo en etapas crecientemente diferenciadas.

Naturalmente, estos fenómenos no emergen de un día para otro, sino que se desarrollan como tendencias, consolidándose conforme el nuevo proceso productivo logra mayor expansión. A continuación, analizamos estos tres elementos por separado:

La tercerización de labores en el proceso productivo

Las transformaciones técnicas en el proceso de trabajo agrario favorecieron la tercerización creciente de tareas en el proceso productivo. En ese sentido, actividades que con anterioridad eran realizadas bajo la órbita de la propia unidad de producción agrícola –bajo la dirección de quien asumía la organización del proceso productivo– pasaron a ser delegadas en capitales específicos que prestan ese tipo de servicios. Es cierto que en el agro pampeano algunas tareas, en particular aquellas vinculadas con la cosecha o más precisamente la trilla, fueron efectuadas históricamente por agentes diferentes a quienes organizaban la producción (Barsky y Gelman, 2001). No obstante, el proceso de tercerización de tareas se intensificó y amplió en estas actividades, surgiendo un número creciente de labores asociadas al tratamiento fitosanitario del suelo y de los cultivos. Como resultado, la superficie trabajada bajo relaciones de contrato entre capitales aumentó muy significativamente: las firmas prestadoras de servicios agrícolas –contratistas– ocuparon un papel cada vez más preponderante.

En Argentina, los contratistas de servicios existen desde, al menos, mediados del siglo XX. Su surgimiento se da entre las décadas del 40 y del 60, producto de una combinación de múltiples factores como la declinación del sistema de arrendamiento tradicional, el proceso de mecanización –centralmente a partir de 1950 con la incorporación masiva de tractores y otros equipos– y el acceso a la propiedad de la tierra –propietarización– de una fracción de las capas de productores arrendatarios (Baumeister, 1980; Tort, 1983; Barsky y Gelman, 2001). La combinación de tales factores, que se pueden sintetizar mediante la tríada concentración de la producción, salto tecnológico y agriculturización, implicó que hacia los años 70 se dieran las condiciones para el desarrollo del nuevo contratismo de servicios de maquinaria agrícola. No obstante, recién en la década del 90, la intensificación de estas dinámicas decantó en la difusión generalizada del mercado de servicios agrícolas en la región pampeana (Villulla y Amarilla, 2011).

La expansión de este nuevo tipo de contratismo ha sido explicada como una estrategia de adaptación económica frente a la crisis de la producción familiar pampeana (Craviotti, 2000; Muzlera, 2013): algunos segmentos de la “producción familiar” encuentran mediante la prestación de servicios a terceros la posibilidad de ampliar sus ingresos y persistir en la actividad agraria, mientras que las fracciones de la pequeña producción que no cuentan con la posibilidad de renovar su parque de maquinaria, o directamente no poseen equipos propios, pueden continuar en la actividad a partir de la contratación de las labores.3

En definitiva, el proceso de tercerización de labores implica un fenómeno por el cual los capitales que actúan como organizadores de la producción se desprenden de una parte del proceso productivo en beneficio de otros capitales y, por ello, parte del plusvalor producido (convertido en ganancia) se deriva de aquellos a estos últimos. Para el caso de la región pampeana, asistimos a un cambio cualitativo respecto al lugar que ocupa el fenómeno en los procesos productivos. Por lo tanto, si bien en sus inicios la contratación de labores se presentaba para cubrir una carencia, asumiendo un carácter completamente secundario, en la actualidad representa una parte esencial del proceso productivo. Esta inversión del fenómeno encuentra sus causas en la búsqueda de mayores niveles de eficiencia económica. Por esta razón, la contratación de servicios afecta a la totalidad de los capitales en la producción, es decir, pasa de ser un factor secundario a ser un elemento central y no opera exclusivamente como estrategia defensiva de los capitales de pequeña escala.

La tercerización de tareas del proceso productivo se ha masificado de manera notable durante el período bajo análisis. Se trata de un fenómeno cuantitativamente cada vez más relevante, ya sea en cuanto a la cantidad de firmas que se dedican al rubro en cuestión, al número de explotaciones agrarias que contratan sus servicios, como a la proporción de la superficie cultivada que incorpora la externalización de tareas y/o su peso sobre los volúmenes totales de granos producidos en Argentina.

Los datos del CNA 2018 arrojan que el número de firmas prestadoras de servicios agrícolas en nuestro país asciende a un total de 28.211, de las cuales 8.166 pertenecen a la provincia de Buenos Aires, seguido por Santa Fe con 7.256 firmas, luego se ubica la provincia de Córdoba con 4.738 y, por último, Entre Ríos con 1.487 empresas. Por cuestiones metodológicas del relevamiento de información censal anterior (CNA 2002), en el cual directamente no se identifica el número de firmas prestadoras de servicios agrícolas, no es posible comprender con precisión cómo fue su evolución cuantitativa en estas dos décadas. No obstante, contamos con la posibilidad de analizar dicho proceso en el caso de la provincia de Buenos Aires que, de acuerdo con el Relevamiento Provincial de Servicios Agropecuarios, en el año 2002 contaba con 5.069 prestadores de servicios de maquinaria agrícola, lo que implica un incremento mayor al 60 % en dicho período.

Con respecto a la cantidad de explotaciones de Buenos Aires que demandaron servicios de maquinaria, en el 2002 el número alcanzaba las 21.560 de un total de 51.107 EAP, es decir, el 42 %. Hacia el año 2018 fueron 19.044 de 36.744 EAP, esto es, el 52 %. En otras palabras, el número total de explotaciones disminuyó considerablemente, pero aun así el porcentaje de unidades que contrataron servicios aumentó. En ese último año el 73 % de la siembra se realizó con maquinaria contratada. Asimismo se contrataron servicios de maquinaria agrícola para el 60 % de la superficie tratada con herbicidas y para el 67 % de la cosecha. Además, la superficie que incorporó la contratación de servicios aumentó muy significativamente también, pasando de 11,6 millones de hectáreas (CNA 2002) a casi 27 millones (CNA 2018). Asimismo, a nivel nacional, la cifra pasó de 36,5 millones de hectáreas (CNA 2002) a más de 64 millones (CNA 2018), es decir, prácticamente el doble.

Las razones por las cuales aumenta la tercerización suelen estar asociadas, en otros sectores económicos, a la posibilidad de evitar regulaciones laborales y de ese modo mejorar las condiciones para la explotación de la fuerza de trabajo. No es así en la producción agropampeana de cultivos extensivos: en estas actividades agrícolas las condiciones de trabajo de los operarios de las firmas contratistas no necesariamente son peores que las de los trabajadores vinculados directamente a los capitales agrarios. Incluso en muchas ocasiones son mejores. Sin embargo, estos trabajadores están sometidos a un régimen de explotación basado en servir la mayor cantidad de hectáreas posibles durante el período de labranzas y trabajos culturales, por lo que sufren de un régimen de explotación extremo en períodos limitados del año y tienen que afrontar con su mismo salario períodos de inactividad (Villulla, 2015).

Además de prescindir de tener una plana anual de trabajadores en su nómina, para el capital agrario existen otros tipos de beneficios económicos de diferente naturaleza. Tal vez el más relevante sea la reducción en el volumen de capital necesario para relanzar el proceso de acumulación: con el sistema de prestación de servicios el capital agrario se libera de la necesidad de poseer el equipamiento para realizar las diferentes tareas del proceso productivo. Un parque completo de maquinarias de punta implica una inversión millonaria difícil de recuperar en el mediano plazo. Por ello, los capitales agrarios que invierten en maquinaria intentan, a su vez, prestar servicios para amortizar el gasto.

Desde el enfoque de las empresas-red se ha querido señalar a los prestadores de servicios como uno de los segmentos más dinámicos de las capas empresariales agrarias, adjudicándoles un lugar central en los procesos de innovación tecnológica e incrementos productivos (Bisang y Kosacoff, 2006; Lódola, 2008). Sin embargo, ello ha sido relativizado dadas las intensas disputas existentes entre los contratistas en los mercados de servicios agropecuarios y la tensión entre la centralidad de estos agentes como organizadores del trabajo manual –y motores de la demanda de maquinaria– y su carácter subalterno al momento del reparto de los dividendos (Villulla y Chen, 2015).

No obstante, la crítica de fondo a cómo interpreta el enfoque de las empresas-red el avance del contratismo de servicios en el agropampeano no es tanto si el papel que estos actores juegan en la innovación es producto de su virtud empresarial o de las exigencias competitivas, sino su abordaje teórico. Mientras que la noción de subcontratación o red de contratos indica colaboración, la noción de tercerización permite abordar las modalidades que asume la explotación del trabajo encubierta bajo relaciones de contrato.

La especialización de los prestadores de servicios

El segundo fenómeno resultante de los cambios en la producción agraria se refiere a la creciente especialización de los contratistas. A medida que se expande y generaliza el fenómeno del contratismo de labores una parte de estos agentes se va especializando y perfeccionando en un tipo de tarea, mientras que otros continúan dedicándose a la provisión de un combo de labores. La profundización de dicha dinámica en los últimos años implica que en la actualidad se asista a la consolidación de tipos de firmas prestadoras de servicios agrícolas que se especializan en una parte específica del proceso productivo –siembra y laboreo del suelo, cosecha, fumigación, etc.–. De hecho, el CNA 2002 no contempló los servicios brindados por contratistas exclusivos ni puntualizó en los servicios prestados por contratistas mixtos. Esta omisión es en sí misma todo un indicador de la relevancia que tenían esos actores en aquel momento. La nueva tendencia implica que el universo de contratistas de labores, que en muchas oportunidades se encargaban de tareas propias de la organización general del proceso productivo, vayan asumiendo de una forma más plena el rol de prestadores de servicios específicos.

La creciente especialización responde, entre otras cuestiones, al surgimiento de dificultades técnicas, centralmente vinculadas a las malezas tolerantes y resistentes a ciertos herbicidas, que conlleva a una mayor relevancia del segmento de prestadores asociados a la aplicación de agroquímicos. El trasfondo de este fenómeno puede abordarse analizando la dinámica de ese mercado. Si tomamos como referencia las importaciones de productos terminados y precursores, observamos que el mercado de agroquímicos creció hasta tres veces en volumen solamente entre los años 2006 y 2018 (García Bernado, 2020). En el consumo final, las estimaciones marcan un crecimiento aún mayor. Mientras que en el año 1991 la cifra era de 192 millones de dólares, dos décadas después –2011– el monto ascendió a 1200 millones para finalmente alcanzar los 2500 millones de dólares en el año 2016 (CASAFE, 2016). Este aumento está asociado a las mayores dosificaciones por superficie, la mayor complejidad de las mezclas para controlar adversidades y al incremento neto de aplicaciones totales (“pasadas” del mosquito). De estos factores, el segundo colabora a la necesidad de especialización y el tercero a la relevancia general de los contratistas. En combinación, los tres factores explican el espiral de crecimiento de la aplicación de agroquímicos en el sector de cultivos extensivos (García Bernado, 2020).

En resumen, la dinámica de aumento del volumen total de agroquímicos aplicados y la relevancia de este segmento se asocian con la expansión y consolidación del sector contratista, en parte motivado por la creciente necesidad de tratar los cultivos con volúmenes crecientes de agroquímicos, así como también por las mayores exigencias respecto a las destrezas técnicas para su combinación en las aplicaciones.

La fragmentación del proceso productivo y los vínculos laborales en la agricultura

El tercer aspecto sobre la tercerización de tareas que pretendemos resaltar se refiere a la creciente fragmentación del proceso productivo en esferas diferenciadas de capital y su impacto en los vínculos laborales en las actividades agrícolas. En la actualidad la mayoría de los trabajadores directos –tanto permanentes como temporarios– pasan a depender directamente de las firmas contratistas. Lo que equivalía al conjunto de la fuerza de trabajo que realizaba tareas “en relación de dependencia” para el capital agrario es hoy mayoritariamente un conjunto especializado de trabajadores con contratos eventuales bajo comando de capitales prestadores de servicios.

Ello implica también la externalización de la contratación del personal por parte de los organizadores de la producción, transfiriendo a las firmas prestadoras de servicio los costos operativos y políticos que implica la contratación de numerosos trabajadores en forma directa (Neiman, 2010). Como mencionamos, la tercerización permite al conjunto de los capitales agrícolas librarse del costo anualizado de sostener un grupo de operarios que solo entra en producción en momentos específicos. A su vez, los mecanismos de explotación de la fuerza de trabajo por parte de los capitales contratistas incluyen multiplicar los momentos de prestación de servicios; el pago a destajo; las jornadas hiperextendidas; la movilización de la fuerza de trabajo a lo largo de extensos territorios geográficos –que incluye separar al trabajador de su familia por largos períodos de tiempo–; la planificación para poder prestar servicios variados según las necesidades de siembra, labores y cosecha y para el mantenimiento del parque de maquinarias; etc. (Villulla, 2015). De este modo, mientras el capital agrario se libera de un “costo” anual innecesario, el capital que presta servicios ingenia todos los mecanismos posibles para extraer hasta la última gota del trabajo de un conjunto de trabajadores especializados. Villulla (2016) interpreta al fenómeno del contratismo de maquinarias como una modalidad de intermediación o tercerización laboral en el marco de la producción agrícola extensiva, que en buena medida ha contribuido a la dispersión y segmentación de los asalariados agrícolas.

En definitiva, la tercerización de labores se ha convertido en un aspecto esencial del proceso productivo, su papel cada vez más decisivo en los procesos de producción plantea un cambio cualitativo significativo en la organización de la producción y el trabajo en la agricultura. Ello a su vez genera las condiciones de posibilidad para que ocurra la fragmentación del proceso productivo, que si bien requiere el desarrollo previo y suficiente de la externalización de tareas, se distingue de este en que las distintas labores del proceso deben ser asumidas por agentes diferenciados, lo cual está directamente asociado a la especialización técnica de dichos agentes económicos en un rubro puntual de las labores culturales y requiere mayores niveles de coordinación por parte de los capitales que oficien de organizadores de la producción.

La combinación de estos tres fenómenos, fuertemente asociados con la incorporación de las técnicas productivas y los agroinsumos que conforman el nuevo “paquete tecnológico”, desató una serie de tendencias que fueron expresándose a lo largo de las últimas dos décadas sobre las que puntualizamos a continuación.

Otras tendencias asociadas a estos cambios

La transformación tecnológica de los años 90 abrió una nueva fase del proceso de agriculturización en nuestro país –iniciado en los años 70–, esta vez comandado centralmente por el cultivo de soja (de ahí que haya sido denominado como sojización; Azcuy Ameghino y León, 2005; Martínez Dougnac, 2013), con profundos cambios productivos en la región pampeana como el reemplazo de algunos cultivos tradicionales, la retracción de actividades productivas no agrícolas (Rosati y Masello, 2013) –lechería y ganadería de carne– o su repliegue a sistemas estabulados. La dinámica productiva también involucró a las regiones extrapampeanas, sobre todo durante el siglo XXI, a partir de la expansión de actividades agrícolas y del desplazamiento de la ganadería de la región pampeana a las provincias del norte del país. Estos procesos impactaron sobre las estructuras productivas de algunas economías regionales, y en particular sobre ecosistemas naturales o tierras destinadas a otro tipo de usos con graves consecuencias sociales, culturales y ambientales (Domínguez, 2009; Ortega, 2017).

La consolidación del nuevo modelo productivo produjo una intensificación del uso del suelo (Paez, 2016) que desencadenó un aumento récord del precio de la tierra, con fuertes impactos en los cánones de arriendo de los inmuebles rurales en la zona núcleo, pero también en otras regiones menos productivas. Esto significa que el monto absoluto de renta agraria apropiada por los terratenientes acompañó el incremento de los precios de los commodities; no obstante, también puede significar que se haya fortalecido su posición negociadora. Los alquileres, bajo la modalidad de porcentaje sobre rendimiento, suelen iniciar en el 30 % del valor bruto de producción y pueden alcanzar hasta el 45 % en zonas de muy alto rendimiento (revista Márgenes Agropecuarios). Los efectos de su peso sobre la ganancia capitalista no han sido a nuestro conocimiento abordados empíricamente con una metodología que diferencie los flujos de valor. Por otra parte, es sabido que la expansión de la producción se ha dado de forma predilecta bajo la modalidad de alquiler “mixto”, en detrimento del alquiler “puro” (Basualdo, 2010; Balsa, 2017), por lo que el peso de los capitalistas-terratenientes arrendatarios ha crecido a lo largo de todo el período, siendo posiblemente el agente económico que mejor logró consolidar su posición en el marco de extrema competencia por el uso del suelo.

La presión alcista en el precio de los arrendamientos, junto con la instalación de prácticas que favorecen a los dueños de la tierra, y la generalización del llamado “mini-rentismo” (Muzlera, 2013), conforman el cuadro resultante de la nueva etapa de agriculturización. Nuevamente, al asumir la noción de agricultura en red se pierde la especificidad de los terratenientes y su mayor relevancia actual para explicar la dinámica de la acumulación de capital en el escenario señalado.

Otro impacto económico notorio asociado al modelo productivo vigente, y al correspondiente incremento en la utilización de agroquímicos, es el desacople entre los gastos corrientes de producción y la moneda nacional. En otras palabras, la creciente dolarización de los insumos y su impacto cada vez más decisivo en la estructura de costos de las unidades agrarias y la pérdida de relevancia de los componentes en pesos argentinos.4

Finalmente, para las empresas que no lograron adaptarse al cambio técnico, ni a la dinámica productiva desencadenada, siempre estuvo el camino del quebranto. En efecto, el período inicial de instalación del modelo productivo está marcado por la descomposición de un conjunto de explotaciones agrarias que no lograron adaptarse a las nuevas condiciones. Aquí podemos encontrar un gran retroceso en la cantidad de unidades productivas (tomándolas como “proxy” de las unidades económicas) que se puede observar mediante los datos relevados por los Censos Nacionales Agropecuarios (CNA) de 1988, 2002 y 2018.

Es claro que las limitaciones actuales del modelo productivo se expresan nuevamente en la creciente liquidación de unidades productivas. Las tendencias al incremento del peso de los alquileres, la dolarización y aumento de los costos totales por multiplicación de la problemática de malezas, la necesidad de mayor inversión en asesoramiento y planificación científica y la baja del precio de los commodities de los últimos años (2013-2019),5 parecen combinarse en un cuadro marginalizante que deja por fuera a miles de capitales que no reúnen las condiciones económicas suficientes para relanzar el proceso de acumulación, ni siquiera en condiciones degradadas. Ello decanta en una mayor superficie de extensión por cada unidad productiva y menor cantidad de explotaciones totales. En definitiva, un importante proceso de concentración económica agraria bajo comando de unidades capitalistas de tamaño relativo intermedio y grande (García Bernado, 2022). Al respecto, el último relevamiento censal indica que en el período 2002-2018 dejaron la producción 83.870 EAP, el 25 % del universo censado en el año 2002. Mientras que en el estrato superior las EAP mayores a las 10.000 has –el 1 % del total de unidades– controlan el 35 % de la tierra, en el extremo opuesto aquellas unidades menores a las 200 hectáreas, que superan ampliamente la mitad del universo –60 % para ser exactos–, cuenta con menos del 5 % de la tierra productiva (CNA 2018).

Este escenario de creciente desruralización es percibido por el enfoque de las empresas red como un resultado de la “destrucción creadora” schumpeteriana, que emerge de la mayor complejidad productiva. Por el contrario, en realidad lo que observamos como resultado de veinticinco años de desarrollo del actual modelo productivo es un achatamiento del mundo rural y una creciente homogeneidad entre los agentes económicos convocados a la producción. Es evidente que la red no logró contener a muchos actores del agro, lo cual plantea seriamente una gran incógnita sobre su existencia.

Otra de las tendencias que paralelamente se consolidó en el agro pampeano involucra la modificación en los procesos de gestión interna de las explotaciones agrarias. El grueso de los titulares de unidades agrarias fue adoptando formas más profesionalizadas de manejo de sus explotaciones, asumiendo una lógica más estrictamente empresarial. Ello implicó que se realicen evaluaciones más sistemáticas y pormenorizadas de los resultados económicos alcanzados en cada ciclo productivo, con un análisis y seguimiento de los diferentes componentes de los costos de producción. Asimismo, los administradores del capital (propio o ajeno) se volcaron a la búsqueda de mejores opciones respecto a los precios en la compra de insumos, incluyendo la posibilidad de operar con empresas asentadas en regiones distantes a las de sus predios, entre otros aspectos. En ocasiones, denominado como “managerialización” de la empresa (Gras y Hernández, 2013), estos cambios en la gestión interna comprenden una serie de transformaciones ideológicas y simbólicas profundas acompañadas por una visión de la actividad agropecuaria en tanto negocio, trasladando la condición de eficiencia desde la experticia agronómica hacia la managerial.

A su vez, el salto tecnológico ocurrido en las últimas décadas torna insuficiente el conocimiento de tipo tácito de los productores tradicionales. Al crecer la importancia de la tecnología de “punta” incorporada en los insumos y la maquinaria agrícola, los niveles educativos y su especificidad implican herramientas imprescindibles para su manejo. De acuerdo con la información relevada en el CNA 2018, un total de 85.825 EAP recibieron asesoramiento técnico, destacándose los profesionales particulares que prestaron su servicio en 57.535 EAP, lo que implica un incremento sustantivo en la utilización del conocimiento especializado –vía los asesores– en la gestión del proceso productivo.

En síntesis, los nuevos empresarios agrarios van asumiendo tareas de carácter administrativo que los alejan cada vez más del perfil característico de los antiguos productores chacareros6 pampeanos vinculados a tareas directas en sus predios; un perfil que, si bien tuvo su apogeo a mediados del siglo pasado, se mantuvo con cierta vigencia hasta los años noventa en la mayoría de las capas ligadas a la pequeña producción y en parte importante de las explotaciones medianas.

Reflexiones finales ¿Es correcto hablar de un modelo de producción en red?

Hemos realizado una crítica al enfoque de producción en red aplicado al agro exponiendo el vínculo entre la creciente adopción del llamado paquete tecnológico y la redefinición de los vínculos productivos entre los agentes económicos del eslabón agrario de cultivos extensivos. La mayor debilidad está en que, para el enfoque reticular, las relaciones jurídicas y contractuales son las que explican las transformaciones técnicas cuando, en realidad, el orden causal es exactamente el opuesto. Son las últimas las que impulsan una reconfiguración en los vínculos productivos, desatando así una serie de tendencias productivas y económicas que impactan sobre las relaciones jurídicas y contractuales, entre otros aspectos. De hecho, en el marco de la implementación de estas tecnologías hay una feroz competencia entre agentes económicos con intereses contrapuestos que se “desvanece” al observar el proceso productivo agrario como un conjunto de solidaridades económicas.

En relación con ello, Bernhold y Palmisano (2017) sostienen que el “trabajo en red” opera como un discurso ideológico apropiado y difundido desde los núcleos de poder del modelo dominante de producción agraria y a través de múltiples mediaciones permea la visión de los diferentes actores. Este mecanismo, vinculado a la creciente complejización de las relaciones de clase, refuerza el encubrimiento de las relaciones de explotación y dominación que explican en buena medida el éxito de las grandes empresas. A medida que se complejizan las relaciones de clase se incrementa la apariencia de que el producto social deriva del rendimiento colectivo y armónico entre los diferentes factores de la producción (tierra, trabajo y capital). Asimismo, las ideas de reciprocidad y cooperación implícitas en la noción del trabajo en red –si bien no presente en todos los trabajos que asumen dicha perspectiva– refuerzan la percepción de que el esquema reticular conforma un escenario ganar-ganar, que justamente invisibiliza las asimetrías estructurales entre los diferentes participantes y la distribución desigual de los beneficios. Esto último no es menor, ya que la concentración económica de los eslabones industriales en las cadenas agroalimentarias nunca ha sido tan grande como ahora.

Asimismo, la noción de red contempla pobremente la existencia de núcleos de coordinación capitalista en el eslabón agrario. Sin embargo, ambos aspectos (las relaciones asimétricas al interior de la cadena productiva y el comando capitalista de la producción) son fundamentales para dar cuenta del cambio que las transformaciones productivas generaron. Al asumir la idea de que la agricultura dejó de operar con un esquema vertical para funcionar “en red” se incurre en una grave distorsión de las relaciones sociales de producción capitalistas en el agro pampeano. Esta tergiversación sobre el funcionamiento real de las relaciones de producción no es caprichosa, sino que se basa en una observación superficial de los cambios en las relaciones jurídicas entre actores económicos cuya base es una “revolución” en las técnicas de producción.

Muchas investigaciones que han asumido el esquema de “agricultura en red” brindaron interesantes investigaciones empíricas cuyo fundamento es el estudio de los esquemas jurídicos (por ejemplo, las relaciones de contratismo). Pero estas relaciones jurídicas son en realidad la forma históricamente situada en la que las relaciones sociales de producción se desarrollan al abrirse paso una nueva forma de producir que conlleva una mayor complejidad en términos técnico-científicos.

Hemos argumentado justamente el punto de vista contrario al del enfoque de producción en red: ciertas innovaciones dieron lugar a una creciente división social del trabajo productivo en el eslabón agrario como resultado del proceso de simplificación/complejización. Este fenómeno, que llamamos reconfiguración o reconversión productiva, se expresó en tres tendencias entrelazadas: tercerización de tareas, especialización de agentes y fragmentación del proceso productivo.

Resulta evidente que la tercerización de tareas se profundiza conforme se vuelve más dificultoso para el capital sostener un proceso de acumulación basado en el paquete tecnológico conformado por la tríada SD, semillas transgénicas e intensificación del uso de agroquímicos. El surgimiento de malezas tolerantes y resistentes a los principales herbicidas utilizados implicó una creciente dificultad y mayor necesidad de asesoramiento y conocimiento específico sobre las aplicaciones fitosanitarias a realizar –qué, cómo, cuánto y cuándo– y sobre los diferentes materiales genéticos de cada cultivo. La emergencia de una serie de productos “nuevos” o re-lanzados (curasemillas, coadyuvantes, correctores de Ph, fertilizantes especiales o bioestimulantes) requiere un manejo técnico que escapa a la enorme mayoría de los representantes económicos del capital, y el proceso de formación de nuevas camadas de administradores parece ser demasiado lento en relación con la velocidad en que aparecen las dificultades productivas. A su vez, el proceso productivo se ve crecientemente fragmentado en agentes económicos diferenciados, pero unidos geográficamente por la tierra sobre la que trabajan y administrativamente por el capital agrario que coordina el proceso, sin poder desarrollarlo individualmente de forma plena.

Dicha mutación de las relaciones productivas entre agentes involucrados en el eslabón primario de la cadena de commodities agroindustriales desata, a su vez, una serie de tendencias que hemos intentado aislar y explicar.

Muchos de los estudios que abordan críticamente algún aspecto de la realidad social y productiva agropampeana –como puede ser la concentración económica de la producción, los efectos ambientales de la quimicalización creciente o el impacto del avance de la sojización sobre comunidades locales– asumen con naturalidad y de forma explícita el enfoque teórico de la producción en red. En otros casos, la puesta en uso de esta noción aparece de forma más indirecta, a través del concepto de agronegocios (es decir, los agronegocios como actividad bajo comando de las “empresas en red”) para interpretar la organización y el funcionamiento actual de las actividades agrarias. Identificamos un desafío teórico para los estudios agrarios en superar este uso algo acrítico de la noción.

La idea de “producción en red” contribuye a perder de vista la direccionalidad al interior de los entramados productivos. La misma idea de que han “florecido” nuevos actores esconde, en realidad, la simplificación de la estructura social que veinticinco años del nuevo modelo agrario han generado y que tiene tres vías de alimentación: por un lado, la pérdida neta de unidades económicas en condiciones de sostener su proceso de acumulación; por otro, la reconversión propia de unidades económicas dedicadas a otras actividades productivas que –debido a la presión competitiva– se vuelcan a los cultivos extensivos; y, finalmente, la eliminación de puestos de trabajo en el eslabón agrario, con el desplazamiento de familias del campo y la pérdida de densidad de los tejidos rurales, como proceso de largo alcance que se profundiza en los años recientes.

Dado el momento de transición que acontece en el agro pampeano, no nos extrañaría ver aflorar nuevas revisiones críticas al enfoque de la agricultura en red. Dicho enfoque fue la expresión académica de un conjunto de transformaciones que requirieron su propio discurso en el ámbito productivo y que, como explica la antropología rural, conformaron la afirmación autoidentitaria de buena parte de los agentes institucionales protagonistas del cambio. Hoy, el proceso de acumulación sectorial sobre esas condiciones técnicas parece caminar hacia su agotamiento, siguiendo la dinámica de los ciclos de desarrollo y acumulación en base a las transformaciones productivo-tecnológicas en el capitalismo que suelen describir fases de ascenso, consolidación y declive (Pérez, 2001).

La duración de esta nueva etapa de transformación productiva agraria estará atada, por supuesto, a una serie de variables cuyo comportamiento futuro es difícil de predecir. Quizás un nuevo ciclo de aumento de precios de los commodities agrarios le de aire al paradigma productivo que conquistó la producción agroindustrial durante las últimas décadas. Tal vez incluso la lucha social de los capitalistas agrarios por la reducción impositiva logre triunfos temporales que concurran al mismo resultado. En cualquier caso, eso no anulará las tendencias inherentes al modelo productivo que socavan su viabilidad en el mediano plazo y que han sido soslayadas por el enfoque teórico que hemos criticado.

Referencias bibliográficas

Albaladejo, C., y Elverdin, J. (2017). Desarrollo territorial y competencias profesionales: una visión sobre el rol del ingeniero agrónomo desde el Laboratorio Agriterris. Construyendo Vínculos, 2, 13-31

Anlló, G., Bisang, R., y Salvatierra, G. (2010). Cambios estructurales en las actividades agropecuarias. Santiago de Chile: CEPAL, Naciones Unidas.

Azcuy Ameghino, E., y León, C. A. (2005). La “sojización”: contradicciones, intereses y debates. Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, 23, 133-158.

Azcuy Ameghino, E. (2020). El discurso apologético sobre el agro pampeano capitalista y dependiente: del modelo agroexportador a la bioeconomía productivista. Realidad Económica, 49(332), 9-a.

Balsa, J. (2017). Subjetividades subordinadas en la agricultura pampeana: procesos de concentración, recursos productivos y sujetos agrarios. En G. De Martinelli y M. Moreno (comps.), Cuestión agraria y agronegocios en la región pampeana. Tensiones en torno la imposición de un modelo concentrador (pp. 197-221). Bernal: UNQ.

Barbera, A.; Melión, D.; Vaccaro, M., y Zamora, M. (2019). Agroecología en sistemas de gran escala: La experiencia de “San Ignacio” en Bragado. Informe AER Bragado, EEA Pergamino, INTA.

Barsky, O., y Gelman, J. (2001). Historia del agro argentino. Desde la conquista hasta comienzos del siglo XXI. Buenos Aires: Grupo editorial Grijalbo-Mondadori.

Basualdo, E. (2010). Los propietarios de la tierra y las economías de escala, sustentos del paradigma sojero en la Argentina. Desarrollo Económico, 50(197), 3–32.

Baumeister, E. (1980). Estructura agraria, ocupacional y cambio tecnológico en la región cerealera maicera, la figura del contratista de máquina. Documento de trabajo.

Beltrame, F. (2010). Transformaciones en el Complejo Lácteo Argentino. La mediería como forma social de trabajo. Mundo Agrario, 10(20).

Bernhold, C., y Palmisano, T. (2017). Relaciones sociales , concentración de capital y construcción de consenso en el agronegocio. Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, 46(1er semestre), 105-141.

Bisang, R. (2003). Apertura económica, innovación y estructura productiva: la aplicación de la biotecnología en la producción agrícola pampeana argentina. Desarrollo Económico, 43(171).

Bisang, R. (2008). El desarrollo agropecuario argentino en las últimas décadas. ¿Volver a creer? En B. Kosacoff (Ed.), Crisis, recuperaciones y nuevos dilemas. Santiago de Chile: CEPAL.

Bisang, R., Anlló, G. y Campi, M. (2008). Una revolución (no tan) silenciosa. Claves para repensar el agro en Argentina. Desarrollo económico, 165-207.

Bisang, R., Porta, F., Cesa, V., y Campi, M. (2008). Evolución reciente de la actividad láctea: el desafío de la integración productiva. Serie Documento de Proyectos, 26.

Bisang, R., y Kosacoff, B. (2006). Las redes de producción en el agro argentino. XIV Congreso Anual AAPRESID. Buenos Aires. Recuperado de http://www.eclac.cl/argentina/noticias/noticias/5/26385/aapresid2206.pdf

Caligaris, G. (2015). Concentración y centralización del capital agrario en la región pampeana . El caso de los grandes pooles de siembra. Mundo Agrario, 16(31). Recuperado de http://www.mundoagrario.unlp.edu.ar/article/view/MAv16n31a02%5CnResumen

Castillo, P. (2012). El complejo avícola argentino: situación en el 2010 y perspectivas futuras. En E. Azcuy Ameghino (Comp.), Estudios agrarios y agroindustriales (pp. 169-190). Buenos Aires: Imago Mundi.

Capdevielle, B. (2018a). Capital y trabajo en la “nueva ganadería” argentina, primeras aproximaciones a cambios en curso. En X Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU). Montevideo, Uruguay.

Capdevielle, B. (2018b). Intensificación ganadera, aproximación teórica y cambios en los gastos necesarios para la producción. En XII Jornadas Nacionales de Investigaciones con Economías Regionales. Universidad Nacional de Quilmes.

Cerdá, E., y Sarandón, S. (2015). Producción extensiva de cereales y carne bovina en forma agroecológica. Trabajo presentado en Congreso Latinoamericano de Agroecología-SOCLA (7 al 9 de octubre de 2015, La Plata).

Cominiello, S. (2016). La revolución del ordeño. Cambios en el proceso de trabajo de la producción primaria de leche en Argentina, 1980‐2007. Trabajo y sociedad, (26).

Craviotti, C. (2000). Los procesos de cambio en las explotaciones familiares pampeanas: tendencias en el trabajo agrario y dinámicas familiares. Cuadernos de desarrollo rural, 45, 69-89.

Craviotti, C. (2014). Agricultura familiar-Agronegocios: Disputas, interrelaciones y proyectos. Territorios, 30, 17-38.

Domínguez, D. (2009). La lucha por la tierra en Argentina en los albores del Siglo XXI. La recreación del campesinado y de los pueblos originarios (Tesis doctoral). Facultad de Ciencias Sociales (UBA), mimeo

Domínguez, N. (2007). El complejo avícola entrerriano y las relaciones en su interior. Revista Brasileira de Gestão de Negócios-RBGN, 9(25), 13-25.

Fernández, D. A. (2010). Concentración económica en la región pampeana: El caso de los fideicomisos financieros. Mundo agrario, 11(21). Recuperado de http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1515-59942010000200001&lng=es&nrm=iso&tlng=es

Fernández, D. A. (2016). ¿“Empresas red” en la agricultura pampeana ? Un enfoque inadecuado. Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, 44, 5-38.

García, M., y Lombardo, P. (2016). Contratistas rurales y cambios en la estructura agraria pampeana. Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, 44, 101-127.

García Bernado, R. (2018). Cambio tecnológico en la producción agraria argentina: algunas teorías en disputa. Mundo Agrario, 19(41), e090. https://doi.org/10.24215/15155994e090

García Bernado, R. (2020). Impacto del modelo productivo agrario en la industria química argentina en los años recientes (2006-2017). H-industri@, en prensa.

García Bernado, R. (2022) Volúmenes de capital como factor determinante de la concentración económica en el agropampeano (2002-2018). Realidad Económica, 344, en prensa.

Gereffi, G. (1994). The organization of buyer-driven global commodity chains: how U.S. retailers shape overseas production networks. En G. Gereffi y M. Korzeniewicz (Eds.), Commodity Chains and Global Capitalism. Westport, Connecticut: PRAEGER.

Gereffi, G., y Korzeniewicz, M. (1994). Commodity Chains and Global Capitalism. London: Greenwood.

Gras, C., y Hernández, V. (2013). El agro como negocio: producción, sociedad y territorios en la globalización. Buenos Aires: Biblos.

Liaudat, D. (2015). La construcción hegemónica de las entidades técnicas en el agro argentino: análisis de los discursos de AAPRESID y AACREA en la última década. Mundo Agrario, 16(32).

Lódola, A. (2008). Contratistas, cambios tecnológicos y organizacionales en el agro argentino. Santiago de Chile: CEPAL, Naciones Unidas.

Lombardo, P., y Tort, M. I. (2018). Contratismo de servicios de maquinaria en el agro pampeano. Heterogeneidad de actores y vínculos. Buenos Aires: Orientación Gráfica Editora.

López Castro, N., Huter, E., Moreno, M., y Liaudat, D. (2019). ¿Un modelo donde todos ganan? Clases y tensiones estructurales en el agro pampeano actual. Realidad Económica, 326(48), 115-148.

Martínez Dougnac, G. (2013). Notas sobre los procesos de concentración económica en el corazón sojero de la pampa húmeda. Documentos del CIEA, 3, 97-118.

Moreno, M. (2017). Organización del trabajo en el agro pampeano: análisis sobre la tercerización de labores en empresas de distinto perfil en tres partidos en la provincia de Buenos Aires. Revista Pampa, 16, 35-54.

Muzlera, J. (2013). La modernidad tardía en el agro pampeano: Sujetos agrarios y estructura productiva. Quilmes: Universidad Nacional de Quilmes Editorial.

Neiman, G. (2010). Los estudios sobre el trabajo agrario en la última década: una revisión para el caso argentino. Mundo Agrario, 10(20), 1-20.

Neiman, G., Blanco, M., y Neiman, M. (2020). De contratistas de maquinarias a prestadores de servicios. Tensiones y disputas en la agricultura tercerizada de la región pampeana argentina. Mundo Agrario, 21(48), 1-17.

Ortega, L. E. (2017). Estrategia y estructura empresarial en la expansión de la soja hacia el norte argentino (Tesis Doctoral), Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Económicas.

Palacios, E. P. (2003). El complejo agroindustrial avícola argentino (Tesis Doctoral), Universidad Nacional de La Plata.

Paez, S. M. (2016). Soja en Argentina a principios del siglo XXI: el sistema agropecuario y la competencia por el uso del suelo productivo. Cuadernos de Economia Critica, 3(5), 135-169.

Pérez, C. (2001). Cambio tecnológico y oportunidades de desarrollo como blanco móvil. Cepal. Santiago de Chile.

Piva, A. (2012). Acumulación y hegemonía en la Argentina menemista. Buenos Aires: Biblos.

Quaranta, G. (2003). Reestructuración, organización del trabajo y mediería en la producción lechera de la pampa húmeda bonaerense. Documentos de trabajo del CEIL-PIETTE. Serie Informes de Investigación, N°13. Buenos Aires.

Rosati, G., y Masello, D. (2013). Cambios en la estructura social agraria pampeana. Un acercamiento a la caracterización de los pequeños propietarios rentistas del sur de Santa Fe Germán. Pampa, 9, 149-175.

Slutzky, D. (2010). Los cambios recientes en la distribución y tenencia de la tierra en el país con especial referencia a la región pampeana: nuevos y viejos actores sociales. Documentos del CIEA, 6, 141-174. FCE-UBA.

Teubal, M. (2006). Expansión del modelo sojero en la Argentina. De la producción de alimentos a los commodities. Realidad Económica, 220, 71-96.

Tort, M. I. (1983). Los contratistas de maquinaria agrícola: una modalidad de organización económica del trabajo agrícola en la pampa húmeda. Centro de Estudios e Investigaciones Laborales, CONICET.

Trigo, E. (2016). Veinte años de cultivos genéticamente modificados en la agricultura argentina. Documento de trabajo. Buenos Aires: Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología (ArgenBio).

Vencill, W. K., Nichols, R. L., Webster, T. M., Soteres, J. K., Mallory-smith, C., Burgos, N. R., … Mcclelland, M. R. (2012). Herbicide Resistance : Toward an Understanding of Resistance Development and the Impact of Herbicide-Resistant Crops. Weed Science Society of America, 2, 2-30. https://doi.org/10.1614/WS-D-11-00206.1

Vértiz, P. (2017). La cúpula agroindustrial del complejo lácteo argentino: integración subordinada de la producción primaria a la dinámica del capital industrial. Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, 46, 59-103.

Vértiz, P. (2018). El complejo lácteo argentino: integración subordinada de la producción primaria a la dinámica del capital agroindustrial (período 2002-2015) (Tesis Doctoral), Universidad Nacional de La Plata. Disponible en: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/68855

Vértiz, P. (2020). La organización social del trabajo en la producción primaria láctea de Argentina: ¿cambios en los agentes productivos? Pilquen. Sección Ciencias Sociales, 23(2), 29-45.

Vértiz, P. (2021). Políticas públicas en el complejo lácteo argentino: la intervención estatal, el mercado y los agentes sociales de la producción. Estudios Rurales, 11(Esp. 21).

Villulla, J. M. (2015). Las cosechas son ajenas: historia de los trabajadores rurales detrás del agronegocio. Buenos Aires: Editorial Cienflores.

Villulla, J. M. (2016). Intermediación laboral en la agricultura pampeana argentina: trabajadores asalariados y contratistas. EUTOPIA, 9(julio), 63-79.

Villulla, J. M., y Amarilla, C. (2011). Los contratistas de servicios de maquinaria en la agricultura pampeana: ¿una clase social en sí misma? Documentos del CIEA, 7, 73-94. FCE-UBA.

Villulla, J. M., y Chen, Y. E. (2015). Costos y tarifas de los contratistas de cosecha en la agricultura pampeana, 1991-2014. Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, 42, 99-141.

Zamora, M., Barbera, A., Carrasco, N., y Malaspina, M. (2017). Agroecología a gran escala: Productividad, costos directos y márgenes comparadas con un modelo de agricultura industrial en el centro–sur de Buenos Aires. Chacra Experimental Integrada de Barrow (convenio INTA-MAIBA). SOCLA.

Otras fuentes y documentos

AAPRESID. (2017). Manejo de malezas problema. Cultivos de Cobertura. Bases para su manejo en sistemas de producción. Rosario: REM-AAPRESID. Disponible en:https://www.aapresid.org.ar/wp-content/uploads/sites/3/2017/09/AAP-Original-Cultivos-de-cobertura.pdf

CASAFE. (2016). Mercado de fitosanitarios. Disponible en: https://www.casafe.org/publicaciones/datos-del-mercado-argentino-de-fitosanitarios/

CIAFA. (2016). Consumo de fertilizantes en el agro 2016. Consumo de fertilizantes en el agro 2016.

INDEC (1988). Censo Nacional Agropecuario 1988.

INDEC (2002). Censo Nacional Agropecuario 2002.

INDEC (2021). Censo Nacional Agropecuario 2018.

INTA (2011). Siembra Directa. Actualización técnica N°58.

MAIZAR. (2010). Serie de estudios sectoriales: caso del maíz.

Revista Márgenes Agropecuarios. Varios números del período 2002-2018.

Notas

1 Los regímenes de mediería han sido históricamente una figura tradicional en la organización del trabajo en las explotaciones tamberas. En sus orígenes el término proviene del reparto por partes iguales de la producción total de leche entre el propietario del predio –por un lado– y el trabajador (tambero mediero) y su familia –por el otro–, quienes aportaban la fuerza de trabajo. Esta figura ha ido cambiando en el tiempo con respecto al tipo de arreglo contractual entre las partes, tareas realizadas, legislación vigente, etc; sembrando serios interrogantes sobre la vigencia de este tipo de esquemas laborales en la actividad láctea más allá de que se lo continue mencionando bajo ese término. Al respecto, consúltense los trabajos de Quaranta (2003), Beltrame (2010), Cominiello (2010) y Vértiz (2020).
2 La fragmentación en la profesión del agrónomo como tal fue creciendo hasta poner su unidad en crisis, movimiento al que Albaladejo y Elverdin (2017) atribuyen a la pérdida de un “modelo de desarrollo” en tanto horizonte común que opera como ´mojón´, ya sea para sus adeptos como para sus detractores.
3 Se ha señalado como otro tipo de franja de contratistas a los llamados “contratistas de producción” o “tanteros” (García y Lombardo, 2016), aunque, en nuestra opinión, sería conveniente enmarcar a este tipo de agentes dentro de la categoría de “productores arrendatarios”, que oficia como organizadora de la producción, ya sea mediante trabajo familiar o trabajo asalariado.
4 En este fenómeno concurren un número de razones convergentes, entre ellas: la extranjerización de la producción de agroquímicos; el peso de los componentes importados en la producción local (industrialización de segundo término), etc.
5 A partir de marzo del 2020 se produce una nueva etapa de crecimiento en el precio internacional de los commodities agrícolas, que se mantiene vigente hasta la fecha de la publicación de este artículo
6 El término chacareros se refiere a la forma específica asumida por la producción familiar en la región pampeana en Argentina.

Recepción: 19 Julio 2021

Aprobación: 01 Marzo 2022

Publicación: 07 Marzo 2022

HTML generado por Redalyc a partir de XML-JATS4R. Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto.