Mundo Agrario, vol. 5 , nº 10, primer semestre de 2005. ISSN 1515-5994
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios Histórico Rurales

Reseña/Review

Literatura de viajes: relatos del campo argentino

Rodríguez, Carina

Universidad Nacional de Quilmes
crodriguez@unq.edu.ar


1. La literatura de viajes

El viaje como utopía, metáfora, experiencia mística, descubrimiento geográfico, fuente histórica, análisis cultural, entre otras, conforma las diversas aristas de la literatura de viajeros, que se remonta desde el mítico regreso de Ulises a su hogar en Odisea hasta los documentales, suplementos y manuales de turismo actuales.

En la ciudad de Rosario, investigadores, historiadores, geógrafos, antropólogos, literatos, filólogos y escritores de América latina, Estados Unidos y Europa transitaron por los senderos de los relatos de aventureros de otros espacios y tiempos.

El Segundo Encuentro "Las metáforas del viaje y sus imágenes. La literatura de viajeros como problema" fue organizado en mayo de 2005 por la Universidad Nacional de Rosario (UNR), la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).

"Tradicionalmente, la literatura de viaje es interpretada bajo parámetros analíticos que explicitan un desplazamiento desde la racionalidad de Occidente, hacia territorios inexplorados del mundo moderno. Desde esta perspectiva centralizada, el viaje se concibe como desplazamiento, como búsqueda conflictiva en la cual espacio, tiempo y horizonte cultural delinean los bordes de una otredad intranquilizadora y casi siempre amenazante", señaló Sandra Fernández, historiadora de la UNR.

La alteridad es la protagonista en los libros de bitácora. El viajero en su itinerario explora culturas desconocidas, paisajes nunca antes vistos, sistemas de valores diferentes. Y, frente a esto, existen diversas actitudes: "la que ni siquiera se plantea que pueda existir algo diferente que posea algún valor, y por lo tanto es inmune a toda curiosidad; y la que se inclina con interés inicial sobre lo distinto, pero no resiste la confrontación y lo que intenta es asimilarlo a lo propio", describió Margarita Pierini (UNQ).

Más allá de los recursos de la asimilación, la visión de lo desconocido imprime a fuego nuevas sensaciones en el explorador. "Cuando el autor escribe, disuelve su yo en los personajes que afloran. Con el viaje sucede lo mismo, es un desafío porque pone a prueba los límites de la identidad. Nadie sale indemne", agregó el escritor Christian Kupchik.

Y el viaje supone el traslado de un punto a otro: geográfico o espiritual, real o literario. Cada vez que el viajero describe sus experiencias o el lector abre las páginas del libro, se emprende un nuevo camino.

En la conferencia final, Kupchik acertó una definición del viaje o, tal vez, abrió más interrogantes: "¿Un rizo, un rodeo deformando el curso lineal de una vida? ¿Un accidente de la duración? ¿Un acontecimiento aleatorio, ya inspirado o impuesto? ¿Una vocación, un rito, una peripecia, una ruptura, una excrecencia particular de la curiosidad o, entre otros, un modo de aprendizaje, una forma de fuga, un remedio para el placer?".

2. Viaje y extravío en el 900: literatura rural

Laura Cilento presentó el trabajo "Los imprevistos caminos que la literatura le abre al campo: viaje y extravío en el 900" en el encuentro. La nota está basada en su exposición y en una entrevista personal.

La literatura de viajeros se adentra en territorios desconocidos, despliega paisajes inexplorados, pero también crea universos en parajes más cercanos: el campo argentino.

La literatura rural está colmada de personajes que recorren la pampa: viajeros, troperos, baqueanos, inmigrantes, 'trabajadores golondrina'. Abunda en itinerarios, trayectorias y viajes que resultan la trama de fondo de la ficción literaria. Pero el tránsito por el campo argentino también se inscribe en relatos donde aparece el extravío, un concepto que expuso Laura Cilento, investigadora de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), en el encuentro sobre literatura de viajeros.

En el 1900, los caminos aún no estaban totalmente fijados ni las rutas marcadas, por lo tanto no era muy difícil salirse de la vía o del sendero principal. "Un grupo importante de cuentos de la década de 1900 podría demostrar que por esa época fue necesario un extrañamiento respecto de los gestos reales y concretos de reducción de ese extravío: trazado de ciudades, construcción de ferrocarriles y emplazamientos aledaños, rutas a los puertos, sin contar los medios de locomoción que sintetizan las distancias y las libran en mucha menor medida a los cálculos subjetivos", declaró Cilento.

Pero ese extravío es también una alienación, un salirse de sí y de los puntos referenciales, provocado por ese cambio de escalas físicas y culturales: ingreso al desierto, la barbarie, lo arcaico.

Cilento analizó los casos de tres escritores reconocibles por esta codificación del extravío entre 1905 y 1906.

Leopoldo Lugones publicó "Las fuerzas extrañas" en 1906; "Las veladas del tropero", de Godofredo Daireaux, fue editado en 1905; Horacio Quiroga dio a conocer varios cuentos fantásticos radicados en el campo en ese tiempo. Gran parte de estos textos proponen uno de los límites en los que se constituye, para esos años, el ámbito de la ficción.

En los relatos de estos autores pueden registrarse situaciones en las que se narran cuentos a lo largo de un viaje. "Los acontecimientos sobrenaturales que se cuentan oralmente en esas ficciones forman parte de una 'puesta en escena' de los temas que se deben contar en un contexto cultural como el del centenario y de la forma de narrarlos; allí se debaten los asuntos propios de una 'literatura nacional' ", propuso la investigadora.

Autores como Lugones y Quiroga, cuya aproximación a lo rural se orienta hacia una 'experimentación' narrativa, liberan a la temática de su fundamento político -gestado por la poesía gauchesca- y auspician las condiciones para una lectura sin 'protección interpretativa'.

"Quiroga termina imponiendo las explicaciones sobrenaturales, que formarán parte de su estética del cuento posterior; Daireaux comienza con una propuesta ligada a la aceptación de lo maravilloso para luego transformarlo, con intención didáctica, en una alegoría del bienestar de la Argentina agrícola, que produce 'milagros' de riqueza y abundancia en los trabajadores criollos", señaló Cilento.

En el prólogo de "Las veladas del tropero" de Daireaux, por ejemplo, se habla de historias en tránsito, narradas por un tropero a sus peones. Los cuentos surgen de los viajes, de lo visto y oído por el narrador, en años de recorridos por la pampa del Sur. "Tanto el viaje como las historias son netamente utilitarios: el tropero es una suerte de Scherezade mercantil, que narra para mantener despiertos a los peones y salvar así la productividad económica", concluyó la investigadora.

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