Mundo Agrario, vol. 10, nº 20, primer semestre de 2010. ISSN 1515-5994
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios Histórico Rurales

Artículo/Article

Mujeres y hombres en el mundo agrario del sur santafecino. Desigualdades y dinámicas sociales en comunidades agrícolas a comienzos del siglo XXI

José Muzlera

FONCYT-UNQ
jmuzlera@gmail.com

Men and women in the rural world of the south of Santa Fe. Inequality and social dynamics in farming communities at the beginning of the XXI century

Resumen
El desarrollo del capitalismo en el agro ha dado lugar a numerosas transformaciones y a diversos trabajos que reflexionan en torno a este suceso social. En el marco de una nueva ruralidad asociada a una agricultura en transformación y altamente tecnologizada, el presente estudio se construye en base a un análisis acerca de las relaciones que se establecen entre hombres y mujeres en tres comunas del sur de la Provincia de Santa Fe, zona núcleo de la Región Pampeana. Para llevar adelante dicho objetivo hemos escogido, como dimensiones de aproximación principales del análisis: los niveles de educación formal, los espacios de sociabilidad, la economía del hogar, el acceso a la tierra y las prácticas sucesorias. Una muestra estadísticamente representativa de 1.082 casos, junto a observaciones, entrevistas desestructuradas y registros etnográficos, han sido los insumos principales para un abordaje cuali-cuantitativo de los asuntos en cuestión.

Palabras claves: Agricultura familiar; chacareros; desarrollo capitalista en el agro; educación; familia; género; herencia; pobreza; sociabilidad.

Abstract
The development of capitalism in farming has led to several transformations and papers which reflect on this social event. In the framework of a new rural life associated to a changing and highly- tech agriculture, this study is built on the basis of the analysis of the relationships which are established between men and women in three towns of the south of the province of Santa Fe, the core of the Pampa region. To achieve this aim, we have chosen three dimensions: the level of formal education, the areas of sociability, the household economy, the access to land and the inheritance practices. A new statistical sample of 1082 cases, together with observations, unstructured interviews and ethnographic records, have been the main input for a quality-quantity approach of the issues in question.*

Keywords: Family agriculture; farmers; capitalist development in agriculture; education; family; gender; inheritance; poverty; sociability.


1. INTRODUCCIÓN

Este estudio pretende analizar el modo en que se están redefiniendo, en el actual contexto de composiciones y descomposiciones, las relaciones entre hombres y mujeres en tres pueblos agrícolas del corredor sojero en el sur santafecino y los roles que los miembros de cada género desempeñan, tanto en la producción agrícola familiar como en la cotidianeidad de las localidades rurales El trabajo, desde una perspectiva afín a las sociologías comprensivas, refiere permanentemente a su ubicación histórica, enmarcada en una nueva etapa del capitalismo agrario.

Una de las condiciones que determinaron la elección de los pueblos que son objeto de análisis de este trabajo fue que estuviesen tradicionalmente vinculados -de modo indiscutible- a la actividad agropecuaria. Los objetivos vinculados a las relaciones de género están ubicados en un propósito más amplio -que excede por mucho el presente trabajo- como es la comprensión del desarrollo capitalista, en tanto sistema socio-productivo hegemónico de la modernidad occidental en espacios agrarios, o al menos en espacios que tradicionalmente han estado estructurados alrededor de la producción agropecuaria. Esta última salvedad es menester incluirla ya que son numerosos los trabajos que estudian procesos de reterritorializaciones y desterritorializaciones obligando a volver pensar dinámicamente los espacios regionales y los territorios. (Murmis y Bendini, 2003; Girbal-Blacha 1997, 2004 y 2006; Kolmann, 2005; Manzanal, Neiman y Lattuada (Comp.) 2006; Valenzuela, 2006; Cloquell, 2007; Albadalejo y Bustos Cara, 2008; Schejtman y Barsky, 2008).

Esos objetivos están vinculados a nuestra hipótesis de trabajo, en tanto el desarrollo del capitalismo en el agro favorece un proceso de urbanización del territorio pampeano, que asemeja las condiciones de vida de estas localidades del interior con las de los grandes centros urbanos (Balsa, 2006). Estos procesos se manifiestan más lentamente en las relaciones asociadas a los ámbitos reproductivos (familia) que en los vinculados a los ámbitos productivos. Esta situación puede ser explicada en gran medida porque la esfera de lo productivo está atravesada principalmente por racionalidades formales, orientadas a la maximización de la ganancia. Los cambios resultan más dinámicos que los que ocurren en los espacios vinculados a la reproducción; donde prima una racionalidad de tipo sustantiva.(1) De este modo, los vínculos entre hombres y mujeres deben ser comprendidos en este complejo proceso de profundas transformaciones, de anclajes y desanclajes, con las tensiones propias entre la modernización y la tradición, entre igualdad de género -en los discursos públicos- y mandatos morales socialmente heredados que atraviesan todos los ámbitos sociales.

Para cumplimentar los objetivos expuestos, el trabajo se estructura en dos partes principales. En la primera se abordan las diferencias entre hombres y mujeres (eje estructurante de este artículo), directamente relacionadas con la vida pública, integrada por la educación formal y los espacios de socialización extra domésticos, en los cuales tienen lugar los momentos de ocio y esparcimiento, y donde en algunas circunstancias se plantean o proyectan los negocios. En la segunda parte, se analizan las diferencias y similitudes entre hombres y mujeres, en torno a las actividades, responsabilidades y poder de decisión en lo que respecta a las explotaciones agropecuarias(2) y la economía imperante en los hogares.

Como base fáctica utilizamos información cuantitativa y cualitativa. La principal fuente de datos cuantitativos (además de los publicados, indicados) se sostiene en una encuesta, realizada entre septiembre y diciembre de 2007(3), aplicada a una muestra estadísticamente representativa de hogares y población, garantizando de este modo la posibilidad de hacer extensivos sus resultados al resto de los habitantes de cada una de las localidades.

Se llevaron a cabo entrevistas personales con cuestionarios semiestructurados a personas de ambos sexos, mayores de 18 años de edad, de todos los niveles socioeconómicos, residentes en las localidades de Alcorta, Bigand y Maciel, en la zona sur de la Provincia de Santa Fe (Ver mapa al final). El muestreo que se aplicó fue probabilístico de tipo aleatorio polietápico consistente en la selección de manzana de residencia, de hogar y de persona. El último nivel de selección fue ajustado por cuotas de género y edad de acuerdo a parámetros censales.

El tamaño total de la muestra fue de 1.082 casos, el nivel de error se calcula en +/- 2,7 para la muestra de hogares y en +/- 2,9 para la de personas, en distribuciones simétricas con un nivel de confianza de 95%. De manera simultánea al relevamiento de la encuesta, continuaron realizándose trabajos de campo (entrevistas y observaciones), que habían comenzado dos años antes. Éstos fueron de suma utilidad para acercarse a la configuración socioeconómica, cultural y política actual de los poblados y observar los procesos agrarios recientes en cada comunidad.

La utilización de datos cualitativos suele brindar mayores posibilidades de comprensión al momento de estudiar las dinámicas internas de un fenómeno social, en este caso poder dar cuenta de procesos vinculados con la intimidad del hogar y la familia, y de los roles que desempeña cada uno de sus miembros. Por lo tanto, se decidió construir este tipo de datos para complementar los cuantitativos relevados en la encuesta. Durante el desarrollo del trabajo y en función del espacio relativamente reducido, elegido para este estudio en profundidad, fue posible la comprensión de los rasgos y perfiles que adquieren las relaciones de género en los espacios analizados.

Los datos cualitativos se obtuvieron -desde el año 2005(4)- por medio de entrevistas y observaciones que alcanzaron el área comprendida por los departamentos de San Jerónimo, Belgrano, Iriondo, Constitución, Caseros y Gral. López (Prov. de Santa Fe). Todos estos departamentos corresponden a la zona sur de la provincia de Santa Fe y son, a su vez, parte del norte de la región agroecológica conocida como Pampa Húmeda. Ésta es una zona de tierras de una gran capacidad productiva (zona núcleo), aptas para la explotación agrícola, especialmente para el cultivo de soja.

Además de las etnografías elaboradas en distintas incursiones a campo, fueron realizadas: 39 entrevistas a productores agropecuarios (las cuales en varios casos fueron complementadas con entrevistas a otros miembros de la familia). Se sumaron a éstas: entrevistas a distintos integrantes de las comunidades que no eran productores y las observaciones en los viajes a campo, que han sido de utilidad para complementar los relatos de nuestros entrevistados, sobre todo en lo referente a las dinámicas que asumen en su cotidianeidad.

La elección de los entrevistados se realizó mediante la técnica de "bola de nieve", es decir, a partir de un listado conformado en función de contactos ofrecidos por otros informantes, en este caso otras familias productoras. Los encuentros con los entrevistados fueron en diversos lugares (bares, casas y explotaciones), cuidando siempre que éstos estuviesen relacionados con su cotidianeidad. Para la construcción final de la muestra se han tenido en cuenta criterios de saturación.

1.1. La temática del las relaciones de género en el agro

La bibliografía que, de uno u otro modo, se acerca a la temática del género en el mundo agrario es abundante, por lo tanto sólo haremos mención a la más significativa y reciente para en función del objetivo central de este trabajo.

Talía Violeta Gutiérrez (2007) pasa revista a las políticas educativas y al rol del Estado en la "formación" de las amas de casas de los hogares agrícolas desde un abordaje historiográfico. La autora, centra su atención en la primera mitad del siglo XX y deja ver no sólo cómo la mujer tenía un lugar subordinado respecto al hombre sino también como, a pesar de las aspiraciones de mejoría, no imaginaba una situación de igualdad respecto de los hombres. Las mejoras en la calidad de vida y de reconocimiento como sujeto de ellas, no conseguía "liberarlas" de sus obligaciones domésticas y de atención al resto de los miembros de la familia. Ser una buena mujer implicaba ser buena madre y buena esposa.

Cristina Biaggi, Cecilia Canevari y Alberto Tasso (2007), muestran una realidad ya a comienzos del siglo XXI en la que la mujer rural está aún en una clara desventaja respecto a los hombres:

(...) siendo las segundas [las mujeres] más vulnerables a las situaciones de pobreza, ya que tienen comparativamente menos acceso a la educación, menor acceso a la propiedad de la tierra, menor acceso al empleo, salarios más bajos por el mismo trabajo, menor oportunidad de acceso a trabajos estables y bien remunerados. A esto se agrega la responsabilidad absoluta del trabajo doméstico y la crianza de los hijos, factor que innegablemente limita sus opciones y oportunidades de trabajo y de participación social y política. (Biaggi, Canevari y Taso, 2007: 12)

Silvia Cloquell (y otros) (2007) marcan también la invisibilidad del trabajo femenino en el ámbito doméstico aunque, por el tipo de sujetos acerca de los cuales reflexiona (chacareros del sur santafecino), la pobreza no es determinante de esa invisibilidad de género.

Paulatinamente se tornó menos visible el aporte de trabajo de las mujeres en la producción, dado que el abandono de actividades de autoconsumo, la mecanización y la simplificación del trabajo tornó prescindible su aporte de trabajo físico. (Cloquell y otros, 2007: 46)

Clara Vallejos (2008 y 2009) estudia las desigualdades de género, focalizando su mirada en las dinámicas de herencia en torno a la tierra. Su recorte son mujeres campesinas de Santiago del Estero a comienzos del siglo XXI.

Aunque el momento histórico es muy anterior al que nos ocupa, desde un enfoque historiográfico en el campo del derecho, Blanca Zeberio (2007) ha trabajado las concepciones jurídicas sobre la propiedad, la familia y la herencia en el agro durante la segunda mitad del siglo XIX; dejando ver allí las desigualdades entre hombres y mujeres respecto a estas prácticas.

A tres décadas de aquel trabajo de campo junto a Eduardo Archetti, a partir del cual escribieron "Explotación familiar y acumulación de capital en el campo Argentino", Kristi Anne Stølen (2004) nos muestra el modo en que, en una colonia agrícola del norte santafecino, las mujeres producen su propia subordinación. La autora revela el funcionamiento de las ideologías dominantes y como éstas operan a través de las interrelaciones entre la organización social y las subjetividades.

La alta valoración de la decencia, la idealización del amor, el matrimonio y la maternidad, restringen a las mujeres a la esfera doméstica y obstaculizan su posibilidad de beneficiarse con nuevas oportunidades (Stølen, 2004: 234).

En síntesis, la gran mayoría de los estudios de género en el agro argentino hacen hincapié en la subordinación de la mujer; especialmente en la cotidianeidad de las relaciones familiares y en la invisibilidad de su trabajo. Algunos estudios, como el de Stølen, van más allá y analizan el lugar de la mujer en la reproducción de la estructura social.

1.2. Los pueblos y las explotaciones del escenario sur santafesino

Como muchos otros, los tres pueblos santafesinos en los cuales se realizó la encuesta -Alcorta, Bigand y Maciel- fueron fundados entre la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX, por familias adineradas y de apellidos socialmente reconocidos, pertenecientes a las comúnmente llamadas "familias bien". Las tres localidades elegidas están ubicadas a menos de 90 Km. de la ciudad de Rosario y -según datos censales de 2001- cuentan con una población de entre 5.000 y 7.500 habitantes, cada una.

Alcorta (en el departamento de Constitución) es el más grande de los tres, con 7.500 habitantes(5) y con la pretensión de convertirse prontamente en ciudad; Maciel -ubicado en el departamento de San Jerónimo-, cuenta con una población aproximada de 5.000 habitantes y Bigand -en el departamento de Caseros- también tiene alrededor de 5.000 habitantes. Alcorta y Bigand han experimentado un incremento de la población en el período intercensal (1991-2001) ligeramente menor al promedio provincial (8%); y Maciel tuvo prácticamente una nula tasa de crecimiento vegetativo.

Las tres localidades analizadas han estado tradicionalmente ligadas a la actividad agropecuaria, y comparten la creencia generalizada de que son pueblos "que viven del campo"(6). Por estos motivos, se ha cuidado de prestarle especial atención a las influencias "del campo" en los habitantes de estas localidades y en compararlas -cuando ha sido posible- con centros urbanos no vinculados directamente al sector primario.

De las familias de productores entrevistadas -al margen de la encuesta descripta- todas (excepto una que reside en Rosario) viven en la zona de estudio, donde también la mayoría trabaja. Seis de ellos tienen campos en la zona norte de la provincia o en la Provincia de Corrientes. Estos campos adquiridos "en el norte" son el resultado de estrategias desplegadas frente a una crisis económica que les imposibilitaba pagar deudas contraídas, en su mayoría para intensificar su nivel de capitalización. Endeudados, vendieron tierras en el sur de la provincia y compraron tierras en zonas "marginales", con menor valor de mercado. De los productores que permanecen en la región sur, ocho trabajan explotaciones de menos de 50 hectáreas, veinticuatro entre 51 y 500 hectáreas y siete(7) entre 501 y 2.000 hectáreas. Entre estas últimas, se registran explotaciones que son administradas por más de una familia. El tamaño promedio de las unidades que integran esta parte de la muestra -con la cual se construyeron los datos cualitativos- es de 266 hectáreas. La mitad de estos productores combina el trabajo en tierras que son de su propiedad con otras alquiladas. Las condiciones bajo las cuales se pactan los alquileres de los campos están influidas por las relaciones de parentesco, que suelen operar facilitando el acceso a la tierra. Respecto a la edad de los productores entrevistados, si bien hubo algunos casos extremos (desde 22 hasta años) la muestra se concentró entre productores que tenían entre 40 y 60 años.

2. La vida pública

Partimos de la idea de que las relaciones de género no se encuentran predeterminadas, sino que son producto de procesos históricos, dando como resultado la existencia de diferentes tipos de vínculos entre hombres y mujeres (Stølen, 2004).

En esta parte del trabajo, consideramos las prácticas que se encuentran principalmente por fuera del espacio doméstico o aquellas no vinculadas directamente con el seno del hogar.

Si bien gran parte de la literatura que se ocupa de estas cuestiones concibe dos mundos dicotómicos, uno hegemonizado por los hombres (la vida pública) y otro dominado por la mujer (el ámbito doméstico), en nuestro caso la división parte de una estrategia de presentación y de una distinción entre los abordajes metodológicos escogidos.

2.1. Educación

En nuestro estudio de caso, la impronta agraria de estos pueblos(8), aunque permanentemente tensionada por procesos de cambio propios de la modernización (Guiddens, 1990), se refleja en la cotidianeidad de sus habitantes; a la que no escapa la educación formal.

Los datos obtenidos indicarían que el nivel de instrucción en los habitantes de estas localidades no sólo es menor que el que poseen los de los grandes centros urbanos, sino que la diferencia entre el nivel educativo de los hombres y de las mujeres es mucho más pronunciada en estos pueblos que en los centros urbanos del país; revelando una especificidad local que podría repetirse en otros ámbitos rurales.

Cuadro Nro. 1: Último nivel educativo alcanzado según sexo y tipo de residencia

Total conglomerados Urbanos del País Total muestra
SEXO Primario / EGB Secundario / Polimodal Terciario o Universitario Primario / EGB Secundario / Polimodal Terciario o Universitario
Masculino 33.0% 42.1% 24.9% 42.3% 39.7% 18.0%
Femenino 34.2% 37.9% 27.8% 41.9% 33.8% 24.4%

Fuente: INDEC para el total de los aglomerados urbanos del país y el resto -de elaboración propia- en base a la encuesta referida del PICT 38.014.

La diferencia a favor de las mujeres es de 2,9 puntos porcentuales, cuando miramos los niveles de educación superior en el total de los centros urbanos del país. Y de 6,4 en los pueblos de nuestra muestra. Esta diferencia, por un lado reafirma la hipótesis de que las desigualdades entre géneros no devienen de la biología particular de cada sexo, sino que son construcciones sociales; al mismo tiempo que nos plantea el desafío de elaborar una explicación. Esta puede ser construida en base a entrevistas y etnografías y corroborada al volver sobre los datos cuantitativos del relevamiento representativo. Estas diferencias pueden ser entendidas al considerar: a) los modos en que cada espacio social construye las identidades de género y los roles y límites que se le asignan a cada uno; b) el rol del Estado; c) el nivel de riqueza y d) la influencia "del campo", entendido este término como un eje simbólico y vertebrador del trabajo, el mundo social y el imaginario colectivo local. Veremos el por qué de estas afirmaciones.

Las tres localidades en las que se hizo la encuesta poseen establecimientos educativos estatales que brindan instrucción hasta el nivel medio y ninguna de ellas cuenta con establecimientos de nivel terciario o universitario. Estas características junto a la idea difundida de que no hacen falta estudios superiores para trabajar en el sector agropecuario, parecen ser los motivos principales que explican las diferencias que nos muestra el cuadro Nro. 1 respecto al menor nivel de educación superior entre nuestros pueblos y el total de los centros urbanos del país.

Cuadro Nro. 2: Últimos niveles educativos según sexo y localidad de residencia

Último nivel al
que asiste o asistió
Sexo Total
Varones Mujeres
Bigand Maciel Alcorta Total Bigand Maciel Alcorta Total
Primario EGB 42,9% 45,1% 40,1% 42,3% 38,9% 50,0% 38,4% 41,9% 42,1%
Secundario / Polimodal 36,1% 38,4% 43,2% 39,7% 31,2% 25,0% 41,5% 33,8% 36,7%
Terciario 15,0% 9,8% 9,9% 11,4% 24,2% 12,8% 14,4% 16,8% 14,1%
Universitario 6,1% 6,7% 6,8% 6,6% 5,7% 12,2% 5,7% 7,6% 7,1%
Total 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0%

Fuente: elaboración propia en base a la encuesta referida del PICT 38.014. Cuarto trimestre 2007.

Al leer estos datos de manera desagregada por localidad, se puede observar cómo, para el caso de Bigand (en donde la comuna corre con los gastos de alojamiento en la ciudad de Rosario para aquellos jóvenes que quieran seguir sus estudios superiores), el porcentaje de mujeres con estudios terciarios o universitarios es del 29,9%. No sólo es la localidad, de las tres estudiadas, con mayor grado de estudios de este nivel, sino que supera también al total de los aglomerados urbanos del país.

No es sólo en una cuestión cultural, propia de pueblos agropecuarios, donde debemos encontrar la explicación de por qué en las ciudades se estudia más. Este dato sugiere que los recursos, en este caso provistos por el gobierno local, son un elemento que -en muchos casos- determina el acceso a la educación superior.

Pero los medios facilitados por el Estado local no pueden explicar por sí mismos el acceso a la educación superior. La interpretación se desprende cuando se repara en la gran diferencia que existe entre las mujeres y los hombres de esta localidad que acceden a una educación superior. En Bigand, el 29,9% de las mujeres acceden a este nivel educativo, mientras que sólo lo hacen el 21,1% de los hombres. Son los espacios que el género, esa identidad que cada cultura construye sobre el sexo, posibilita, limita y preestablece a cada individuo, donde debemos buscar dicha explicación.

En un intento por cuantificar en qué medida estos datos están asociados a la pobreza-riqueza y a la impronta agropecuaria de las localidades estudiadas, hemos realizado los cruces para el nivel de estratificación social (según ingresos del hogar) y el nivel educativo, de manera separada para hombres y mujeres de los tres pueblos en su conjunto.

Cuadro Nro. 3: Estratificación social (según ingresos) y máximo nivel educativo alcanzado - SÓLO PARA HOMBRES

HOMBRES Primario
/ EGB
Secundario
/ Polimodal
Terciario Universitario Total
Pobres 38,30% 51,10% 8,50% 2,10% 100,00%
½ en riesgo(9) 18,50% 52,10% 16,80% 12,60% 100,00%
½ pleno 22,00% 36,20% 24,30% 17,50% 100,00%
½ alto y alto 15,90% 44,90% 17,40% 21,70% 100,00%
Total 21,80% 43,90% 19,20% 15,00% 100,00%

Fuente: elaboración propia en base a la encuesta referida del PICT 38.014. Cuarto trimestre 2007.

Cuadro Nro. 4: Estratificación social (según ingresos) y máximo nivel educativo alcanzado - SÓLO PARA MUJERES

MUJERES Primario
/ EGB
Secundario
/ Polimodal
Terciario Universitario Total
Pobres 35,70% 52,90% 7,10% 4,30% 100,00%
½ en riesgo 33,30% 42,50% 13,30% 10,80% 100,00%
½ pleno 26,20% 37,70% 20,80% 15,40% 100,00%
½ alto y alto 16,30% 25,00% 36,30% 22,50% 100,00%
Total 28,00% 39,30% 19,30% 13,50% 100,00%

Fuente: elaboración propia en base a la encuesta referida del PICT 38.014. Cuarto trimestre 2007.

Al menos dos son las cuestiones que -con la ayuda de los trabajos de campo- nos revela la lectura conjunta de los cuadros 3 y 4. En los estratos medios y altos, el 44,9% de los varones dejan sus estudios en el nivel medio y el 39,1% alcanza el nivel superior. Dentro de las mujeres de este estrato, el 58,8% llegan a cursar los estudios superiores. Es aquí donde más claramente se ve la huella de la impronta de la "cultura agraria" de estos pueblos. Para los productores chacareros(10) de estas localidades el campo es cosa de hombres, el trabajo agroproductivo no incluye -excepto en casos excepcionales- a las mujeres (Muzlera, 2009).

"No hace falta estudiar en la facultad, para trabajar en el campo" (Productor de 60 años, 440 hectáreas propias y 250 alquiladas). Es cierto que en las explotaciones más capitalizadas -aún familiares(11)- con una organización interna más parecida a la de una gran empresa capitalista urbana (con una marcada división del trabajo) aparece una clara conciencia del valor positivo de la educación superior, reflejado en la noción de que la mejor herencia es un buen postgrado (Hernández, 2005). Sin embargo, la mayoría de los productores contactados no sienten útil la formación de nivel terciario o universitario para dirigir la explotación familiar(12). Esto no significa que no haya una valorización positiva del conocimiento experto, pero se cree que éste puede ser adquirido por medio de jornadas de capacitación, revistas especializadas y asesoramientos (en general ingenieros o veterinarios) que se acercan a la explotación como asesores/vendedores(13).

Las entrevistas con familias productoras revelan cómo, los hijos de los productores vinculados a las explotaciones con menores posibilidades de perdurar en el tiempo (dada las dimensiones relativamente pequeñas para un agro que cada vez más exige mayor escala), son los que más frecuentemente buscan en la formación superior una estrategia que les permita ascender, o al menos mantenerse, dentro de la estructura social. Esta vía universitaria es buscada cuando el campo parece augurarles un futuro de descenso social. En estos casos, los que han tenido posibilidad de seguir estudios superiores suelen diseñar su futuro de la mano de carreras universitarias no relacionadas con el agro. Estos jóvenes asocian "el campo" a una vida difícil y de sufrimientos y sus planes buscan o pretenden alejarlos de ese mundo tortuoso. En el caso de los hijos de aquellos productores que planifican su futuro dentro de la explotación familiar y siguen una carrera universitaria, esta elección también suele mostrar cierta ruptura con las generaciones anteriores. La carrera elegida no suele ser de perfil técnico/productivo, como pueden ser la de agronomía o la de veterinaria, sino de un perfil más administrativo/comercial como administración de empresas y postgrados en agro-negocios.

A pesar de los importantes avances en materia científica y tecnológica asociados a la producción agropecuaria de las últimas décadas, la educación superior se presenta como una alternativa al trabajo en las explotaciones chacareras de la muestra analizada y no como una posibilidad generalizada de formación para estos productores o futuros productores.

Es por estos motivos que en los hogares de clase media y alta (según su nivel de ingresos) las mujeres, que no tendrán un lugar en la explotación agropecuaria familiar, buscan a través de la educación superior una alternativa laboral al mismo tiempo que una distinción de status social. Los varones, con posibilidad de inserción laboral en la explotación familiar -que por el nivel de ingresos es mediana o grande- abandonan temprano el sistema educativo y se insertan en la empresa de la familia.

2.2. Modos y espacios de sociabilidad, otra cuestión de género

Prestar atención a la sociabilidad es relevante, en tanto el capital social está íntimamente vinculado con el capital económico y por ende con su reproducción (Bourdieu, 1998 y 2002). En estos pueblos, los espacios de esparcimiento son también los de transacciones económicas, de transmisión de conocimiento técnico y de discusión de estrategias de gerenciamiento de unidades productivas(14).

Las transformaciones en las dinámicas económicas y productivas de estas localidades se ven profundamente afectadas por los cambios en las condiciones estructurantes de las últimas décadas. No obstante, las prácticas de sociabilización asociadas a las tradiciones locales -tensionadas por modos característicos de la vida urbana, a la cual por distintos motivos estos sujetos están cada vez más integrados- tienden a persistir, o al menos se transforman más lentamente, que las prácticas estrictamente económico-productivas.

Cuadro Nro. 5: Cantidad de veces que se ha reunido en la semana anterior con familiares o amigos fuera del ámbito del hogar.

Sexo Total
Masculino Femenino
No se reunió 18,3% 17,2% 17,7%
1,00 27,8% 25,1% 26,4%
2,00 20,3% 29,7% 25,0%
3,00 7,8% 10,1% 9,0%
4,00 5,0% 2,4% 3,7%
5,00 5,6% 5,5% 5,5%
6,00 2,2% 2,6% 2,4%
7,00 12,9% 7,5% 10,2%
Total 100,0% 100,0% 100,0%

Fuente: elaboración propia en base a la encuesta referida del PICT 38.014. Cuarto trimestre 2007.

En los pueblos, abundan los momentos y los espacios de sociabilidad. El 60,3% de los habitantes mayores de 18 años se reúnen entre una y tres veces por semana con personas que no son de su núcleo familiar, y sólo el 17,7% no se reunió con nadie en la semana de referencia.

En cuanto a los lugares escogidos para dichos encuentros vemos que varían según el sexo, pero antes de analizar los datos que presentaremos a continuación se deben tener presentes dos salvedades, referidas al modo en que fue hecha la pregunta en cuestión. La primera de ellas es que no se preguntó si la reunión incluía otros miembros de la misma familia, como por ejemplo la pareja del entrevistado. Esto tiende a homogeneizar los resultados, que de otra manera hubiesen mostrado diferencias más marcadas entre sexos. Por ejemplo, muchos de los hombres que contestaron que se reunieron en "casa de alguno" lo hicieron en el contexto de reuniones familiares. Algo similar ocurre con mujeres que optaron por la respuesta "Bar o restaurante", que casi con seguridad refiere a cenas en pareja o con grupo de amigos en un restaurante. El segundo elemento a considerar es que la muestra no captó a los menores de 18 años. Es común para los grupos de adolecentes que -fuera del horario escolar- se encuentren en las plazas.

Cuadro Nro. 6: Lugar dónde se realizaron las reuniones(15) por sexo

¿En qué lugar se realizaron dichas reuniones? Sexo Total
Masculino Femenino
Casa de alguno 61,9% 84,6% 73,4%
Bar o Restaurante 26,0% 9,6% 17,7%
Club 10,0% 3,3% 6,7%
Otro(16) 1,14% 1.60% 1,47%
Plaza 0,9% 0,7% 0,8%
Total 100,0% 100,0% 100,0%

Fuente: elaboración propia en base a la encuesta referida del PICT 38.014. Cuarto trimestre 2007.

El sello de la cultura local se pone de manifiesto en ciertas prácticas sociales que persisten sólo en ese contexto (los habitantes del pueblo las reproducen sólo en el pueblo y no en otro escenario). El condicionante del lugar con sus reglas implícitas es puesto de manifiesto, por ejemplo, cuando una familia lugareña se comporta de manera diferente en Rosario, a unos pocos kilómetros de distancia. Es frecuente que los habitantes de Maciel -dada la facilidad que brinda la autopista y la cercanía con Rosario- si sus condiciones económicas se lo permiten y tienen un vehículo propio, vayan a Rosario: a cenar, al cine o al shopping. Éstas son salidas que suelen hacerse en familia o en pareja. Muchas de estas mismas familias o parejas no suelen ir juntas a un bar del pueblo, del mismo modo que una mujer que puede sentarse sola en un bar de Rosario no lo haría en un bar de su propia localidad. En el pueblo, estas actividades se dividen por género y edad, respetando cada uno sus espacios y prácticas socialmente aceptadas. El sitio donde suelen socializar depende del sexo, la edad y la ocupación.

En los pueblos, los bares y lo clubes son típicos espacios de reunión de hombres. En ellos, durante las mañanas de los días de semana, se encuentran generalmente varones de más de 35 años, productores o cuentapropistas. Son los lugares donde se va a tomar un café y a charlar con amigos, pero es también allí donde se pueden realizar contrataciones y algún tipo de operación comercial entre productores o contratistas de servicios. Entre los hombres, cada uno tiene "su bar", que es el lugar en donde se lo encuentra asiduamente en determinado momento del día. Los productores adultos suelen reunirse por la mañana, y a últimas horas de la tarde lo hacen los más jóvenes, o los empleados de contratistas cuando por razones laborales tienen ese tiempo libre. Un hombre, asiduo concurrente de un bar, nunca falta a la cita con ese espacio. Nuestras visitas al campo corroboran esta práctica muy difundida y central en la cotidianeidad de muchos de esos sujetos. Estos lugares, al mediodía, son espacios donde generalmente almuerzan viajantes y algunos empleados administrativos. Los domingos, estos bares son el escenario donde los hombres se juntan para ver "las carreras" o "el fútbol", mientras las mujeres y los chicos se reúnen en la plaza, fuera del sitio destinado a la sociabilidad masculina.

Está mal visto que las mujeres concurran al bar, sería motivo de "habladurías". Ellas se sentirían incómodas y pondrían en ridículo a sus maridos, si estuviesen casadas. En dos oportunidades tuve ocasión de observar como una mujer enviaba a su hijo al bar para pasarle un mensaje a su marido. Una de ellas fue un domingo a la mañana, el hombre estaba sentado en una mesa con sus amigos viendo una carrera de autos por televisión, charlando y tomando un aperitivo, tenía unas bolsas de nylon de las típicas de supermercado al costado de su silla. El niño entró y dijo: "dice mamá que lleves los ravioles que si no no comemos nunca" y realizó un comentario acerca de que tenía el teléfono celular apagado. Los amigos se burlaron de él, él pretendió no darle importancia al asunto y quedarse, pero pocos minutos después se levantó y se fue. La segunda ocasión fue un domingo por la tarde. Los hombres estaban reunidos en el bar y las mujeres en la plaza de enfrente. Entró un niño y le dijo a su padre: "papá, dice mamá que vamos, que ya es hora de ir a lo de la abuela". En este caso no pareció haber burlas, el hombre saludó y se fue. En ninguno de los dos casos la mujer entró al bar, considerado como un lugar de hombres.

En esta misma línea, se ubica el relato de dos compañeras con las que en distintas oportunidades compartí el trabajo de campo. En una de sus primeras visitas a uno de estos pueblos, entraron (un domingo a la tarde, a la hora del fútbol) a un bar, y fueron depositarias de las miradas de asombro y censura de todos los parroquianos. Los sitios destinados a los encuentros entre los adolescentes y las mujeres suelen ser las casas o la plaza principal del pueblo.

Estos ejemplos dan cuenta de la marcada división de espacios físicos a partir del género. Las mujeres concurren a los lugares para cenar (restaurantes o parrillas) pero acompañadas de sus respectivos maridos.

Los habitantes de los pueblos reproducen las dinámicas socio- culturales "tradicionales" y las valoran positivamente. Son conscientes de esa valorización y la particularidad "pueblerina" de esas prácticas, disímiles a las de grandes urbes como Rosario. Ellos reivindican "el modo de vida" del pueblo, en contraposición con las dinámicas de las grandes urbes, en las cuales no vivirían, pero les resultan atractivas como lugar de esparcimiento ocasional.

3. Tranqueras adentro

No es la intención de este trabajo discutir el rol subalterno de las mujeres, sino a partir de una mirada que considere la complejidad del fenómeno, entender cómo el papel de ellas, en muchos casos -aún desde la subordinación-, adquiere un protagonismo fundamental, no sólo en las dinámicas hogareñas sino en el modo en que se estructura la producción agropecuaria local.

En los hogares con explotaciones agropecuarias, las mujeres son las que se hacen cargo de las tareas domésticas (cocinar, limpiar, etc.) y los hombres los responsables de la explotación. Sin embargo, la figura de las mujeres (desde su subalternidad) muchas veces marca las dinámicas y hasta los destinos de muchas explotaciones agropecuarias. Esta influencia de "lo femenino" se da por dos vías; una es por el modo en que ellas influyen en la dinámica del mercado de tierras (punto que abordaremos más adelante) y la otra está relacionada con la posición de la mujer dentro del hogar. Este mayor peso de la figura femenina en el hogar (en explotaciones donde hogar y empresa están estrechamente relacionados) hace que sus opiniones y deseos influyan en la empresa.

3.1 Las mujeres dentro de las explotaciones

Que las mujeres sean las responsables de los quehaceres domésticos no implica que no puedan, además, aportar trabajo en la explotación, sobre todo en momentos particulares del ciclo productivo y en explotaciones de menor escala, donde la producción de commodities no es la única actividad y aún complementan esta fuente de ingresos con tareas como producción de leche, o la cría de pollos, cerdos, etc. (siempre en forma doméstica y en pequeña escala(17). En lo que respecta al trabajo directo de las mujeres en las explotaciones -siempre y cuando haya una sola familia involucrada- no es extraño que ellas se hagan cargo de las tareas administrativas, de los papeles. También es probable ver mujeres realizando tareas de tipo logístico, como llevar carros de gasoil hasta el campo y/o la comida para los que están trabajando. Pero este trabajo, en general, no es reconocido como tal; en algunos casos, se refieren a él "como ayuda" y en otros, es totalmente invisibilizado.

Las explotaciones familiares y su futuro son planeados a la medida de las necesidades y posibilidades de la familia. Esto no implica sólo la necesidad de mano de obra -que con los desarrollos técnicos y tecnológicos actuales la cantidad de horas hombres ha disminuido hasta valores casi impensados pocas décadas atrás, ocasionando que muchas veces trabaje sólo el titular(18)- sino, y sobre todo, necesidades de capital. Las posibilidades de inversión en las explotaciones familiares suelen estar condicionadas por las necesidades de liquidez que requiere el hogar (como puede ser mandar a un hijo a estudiar a otra ciudad). Un punto común a todas estas explotaciones es que, además de que la empresa se organiza en función de las necesidades y posibilidades familiares, "las finanzas" son compartidas(19).

Las entrevistas en profundidad nos han mostrado que actualmente en la mayoría de los casos, las decisiones trascendentes (lo que podríamos llamar la planificación) del hogar son producto del deseo de ambos cónyuges -y por ende esto repercute en las inversiones de la explotación-, pero las decisiones del día a día o las técnicas (como qué sembrar) parecieran estar, la mayor parte de las veces, en manos del hombre.

En determinadas circunstancias, como son las coyunturas económicas particularmente adversas -el caso de la vivida por estos productores a fines de la década de 1990- algunas mujeres, que habitualmente se dedicaban sólo a las tareas domésticas, comenzaron a desarrollar actividades extraprediales generando ingresos complementarios a la explotación (como la venta de quesos y dulces caseros). Sin embargo, estas actividades fueron abandonadas en cuanto se superaron las dificultades económicas más agudas. En las familias con explotación agropecuaria, las tareas rentadas de las mujeres son circunstanciales y/o para colaborar con los ingresos del varón. El tipo de inserción laboral suele ser la docencia. El hecho de que las mujeres asuman la responsabilidad de otra tarea no las exime de las labores domésticas, en las cuales no participan los varones (o lo hacen sólo a modo de colaboración esporádica).

Cuadro Nro. 7: Responsable de administrar la economía del hogar

Responsable de la administración de la economía del hogar Sexo del jefe de hogar
Varón (81%) Mujer (19%)
Jefe de hogar 71,7% 70,8%
Cónyuge 24,6% 22,0%
Hijos 1,0% 1,9%
Otro familiar 0,1% 0,0%
Compartido (Entre todos los mayores que aportan) 2,5% 5,3%
Total 100,0% 100,0%

Fuente: elaboración propia en base a la encuesta referida del PICT 38.014. Cuarto trimestre 2007.

Respecto a la administración de la economía del hogar (si consideramos la población de los pueblos) vemos como en un 72% de los casos ésta es responsabilidad del jefe del hogar, de los cuales el 81% son varones y el 19% mujeres. Esta relación prácticamente no presenta diferencias si consideramos los hogares con explotación agropecuaria separados de aquellos que no la poseen.

3.2 El lugar de las mujeres en las dinámicas de uso y tenencia de la tierra

En el estado de derecho, las normas constitucionales han garantizado el derecho a la propiedad privada. Este derecho ha desarrollado primordialmente las relaciones de las personas con los bienes y en general con el ejercicio de una actividad económica.

El régimen de propiedad termina siendo no solamente fruto de la presión de las estructuras, sino también expresión de una mentalidad, con sus implicancias culturales. (Zarrilli, 1993)

En este sentido, es la propiedad más que en ningún otro instituto(20) del derecho donde se asienta con más fuerza la idea de mentalidad. Ya que por un lado se une necesariamente a una antropología, a una visión del hombre en el mundo y, por otro, a una ideología a partir del estrecho vínculo que la une con los intereses vitales de particulares y de clases, con un arraigo que va mucho más allá de lo jurídico. (Zarrilli, 1993: 233)

A pesar de lo normado en el derecho positivo argentino, hombres y mujeres (en la zona estudiada) no heredan del mismo modo. Si consideramos que en el conjunto de los tres partidos encuestados hay un 2,38%(21) más de mujeres que de varones, es esperable que la propiedad de la tierra heredada mantenga esa proporción, pero no siempre es así.

Cuadro Nro. 8: Sexo del propietario de las tierras de explotación del hogar

¿Cuál es el sexo del propietario de las tierras de la explotación del hogar?
Hombre Mujer Ambos Total
70,7% 18,1% 11,2% 100,0%

Fuente: elaboración propia en base a la encuesta referida del PICT 38.014. Cuarto trimestre 2007.

El que haya sólo el 18,1% de mujeres propietarias de las tierras de la explotación contra el 70,7% de los hombres, está indicando que existen mecanismos sociales que excluyen a éstas del acceso a la titularidad de la tierra.

Para saber en qué medida estos mecanismos de exclusión de las mujeres tienen que ver con las prácticas sucesorias, analizamos si la tierra heredada tiene origen en la familia de los hombres o en la familia de la mujer. El 74,2% de las tierras heredadas tienen origen en la familia del varón y sólo el 20,4% en la familia de la mujer, una muestra de la medida en que las mujeres son excluidas de la propiedad de la tierra.

Cuadro Nro. 9: Familia de origen de la tierra

Familia de origen de la herencia de la tierra
Hombre Mujer Ambos
74,2% 20,4% 5,4%

Fuente: elaboración propia en base a la encuesta referida del PICT 38.014. Cuarto trimestre 2007.

Según lo revelaron las historias de vida reconstruidas a partir de las entrevistas, los mecanismos sucesorios de las explotaciones entran en tensión entre prácticas locales y la legislación vigente sobre el tema. Esta dislocación entre lo normado por el derecho positivo y el consuetudinario tiende a desaparecer gradualmente.

La exclusión total de las mujeres de la propiedad de la tierra ya prácticamente no existe. En las últimas décadas, hay mujeres que efectivamente heredan parte de la explotación paterna (la que legalmente les corresponde), pero los usos y costumbres les impiden un uso pleno sobre ella. Las tierras que efectivamente están a nombre de una mujer, suelen ser dadas en arriendo, pero este arrendamiento no se da en el mercado libre de tierras, sino en el seno de la familia, si hubiese algún hermano o pariente cercano productor agropecuario. Las condiciones del contrato(22) no las fija la propietaria, sino el varón que hace uso de ellas. Y como es de esperar, estas condiciones -según las condiciones del mercado- son frecuentemente desventajosas para la dueña del bien y en beneficio de ellos.

Es común escuchar relatos de mujeres que hoy en día tienen más de 70 años sobre cómo antes el padre era quien disponía según criterios personales (que no era necesario que explicitara ni explicara), sobre cómo se repartía la herencia de la tierras y cómo las mujeres eran "arregladas" con una dote en el momento en que se casaban. Estas decisiones eran inapelables. En nuestro trabajo de campo, no encontramos ningún caso de una mujer que haya recurrido a la justicia civil para reclamar los derechos de herencia que ésta le brindaba. La tierra era heredada por uno o más hermanos varones, los que no siempre eran mayores, sino que eran los que por distintos motivos se habían quedado trabajando en la explotación con el padre. La herencia era realizada en vida del padre en el momento en que éste decidía retirarse y pasar las riendas de la explotación al (o a los) hijo/s varón/es. En ese traspaso, además de la tierra, se heredaba la responsabilidad de mantener de por vida a los padres ya retirados y a las hermanas mujeres solteras.

Con el devenir de los años estas prácticas fueron acercándose a lo establecido en la legislación argentina al respecto, pero no de manera completa ni carente de tensiones, sino con matices. Los mecanismos de exclusión, aunque con variaciones, se mantienen hasta nuestros días. En la actualidad, el mecanismo generalizado para beneficiar al hijo varón suele ser el siguiente: todas las tierras y maquinarias adquiridas desde que "el heredero o los herederos" se convierte/n en mayor/es de edad se inscriben a su nombre. Así, en el momento en que muere el titular, una parte es repartida según lo establece la legislación y la otra ya está asignada. Y como ya se mencionó, la parte que es repartida equitativamente suele ser alquilada en condiciones especiales al "heredero elegido".

4. Conclusiones

A pesar de: los avances del capitalismo globalizado, los cambios sociales característicos de la modernidad tardía y el hecho de que las familias rurales tienden a parecerse cada vez más a las familias urbanas (como parte de las profundas transformaciones que la producción agropecuaria ha experimentado en las últimas décadas); las mujeres y los hombres no gozan -en la práctica- del mismo "status" ni de la misma autonomía.

Si bien pueden encontrarse matices y tensiones, siguen existiendo lugares y prácticas característicos para hombres y para mujeres. La educación superior, sobre todo la de nivel terciario, es una elección típica de mujeres y de aquellos hombres que no continuarán con la explotación familiar. Los que aún se proyectan en la explotación o desde muy jóvenes se vinculan de alguna manera al trabajo agropecuario o manual -como una fábrica o un taller- no suelen seguir estudios de nivel superior. Hay padres que desean que sus hijos continúen estudiando una vez finalizado el nivel secundario pero éstos elijen trabajar. Sin embargo, a los varones se les permite una cuota de "rebeldía" -desde edades tempranas- más alta que a las mujeres. La contracara de esta tolerancia es la mayor responsabilidad de aportar ingresos a la economía hogareña. En las entrevistas, es común encontrar explicaciones del estilo: "(...) y dejé de estudiar porque había empezado a trabajar y a esa edad con unos billetes en el bolsillo..." La frase, según el contexto, debía ser completada así: "...con unos billetes en el bolsillo se pierde la noción de las posibilidades potenciales de una carrera universitaria." O "...con unos billetes en el bolsillo se pierde la noción de lo escaso que esos billetes resultarán en el futuro y qué posibilidades de crecer económicamente tengo en esta actividad".

Una vez más se constata que el lugar social de la mujer sigue siendo subalterno, sobre todo en los espacios públicos, pero es nuestra intención subrayar que los lugares de ambos dependen del marco cultural de contención y que por lo tanto son lugares sociales históricos que se van transformando. Por ejemplo: la mujer no puede ser responsable del trabajo en el campo ni se emplea en labores afines, se debe dedicar a las tareas del hogar y si sale a trabajar es como una ayuda. El hombre es el primer responsable de sostener la economía del hogar, y en momentos donde esto no es posible, las consecuencias sociales y de salud son más graves en hombres que en mujeres.

Del mismo modo que los trabajos de la mujer en la explotación agropecuaria -cuando existen- son referidos como "ayuda", se refiere como "ayuda" la participación del hombre en las tareas domésticas (las que no suelen ser concebidas como trabajo). Aún cuando la mujer realice una actividad rentable (máxime si el espacio físico de ésta es el hogar) es difícil que su trabajo se conciba con la misma seriedad e importancia que el de un hombre.

Las desigualdades que experimentan las mujeres -en beneficio de los varones- llegan al extremo en los mecanismos que se siguen practicando para desheredarlas. Estas prácticas determinan las posibilidades del acceso a la tierra de muchos productores que no hubieran podido obtenerla de otra manera; ya sea como titular o accediendo a un alquiler en condiciones más favorables que las del mercado, las que probablemente no hubieran podido pagar.

El abordaje de este fenómeno debe ser complejizado al tratar de comprender el proceso real, si no se quiere caer en un reduccionismo que no nos permita explicar situaciones diversas y con matices. Tal es el caso de una familia, en la que (aún en vida del padre) los dos hijos varones comienzan a trabajar en la explotación y a tener poder de decisión, es ésta una de las explotaciones que, endeudadas a fines de la década de 1990, debe ser vendida y es la mujer, por decisión del padre, la única que conservó su porción de tierra, ya que "Ella no tuvo nada que ver en esto".

En simultáneo con estas imágenes, aparecen en las entrevistas, las de mujeres que opinan sobre el futuro de la familia y por ende sobre el futuro de la explotación. También aparecen mujeres vinculadas (desde el lugar de ayudantes) a la gestión de las explotaciones agropecuarias. Estos casos parecen ser indicadores de un proceso emergente en el que algunas antiguas barreras van siendo levantadas y los roles de los géneros se van siendo reasignados. Las mujeres, aún distando mucho de alcanzarlo, se acercan a un lugar de igualdad al de los hombres.

El rol subalterno de las mujeres de estos pueblos y de estas explotaciones es tan real y tan complejo como las tensiones que existen entre un viejo y un nuevo modelo de hombres y mujeres.

MAPA

Agradecimientos

A la Dra. Noemí Girbal-Blacha por las lecturas y sugerencias a versiones previas de este trabajo.

A la Dra. Cristina Valenzuela la confección del mapa de la zona de estudio(1).

Notas

(1) Un tratamiento de los conceptos: racionalidad formal y sustantiva pueden ser encontrados en Weber, 2008.

(2) Las explotaciones predominantes en el espacio que cubre este trabajo, son unidades en las que se superponen -aunque cada vez menos- las esferas productivas y reproductivas. Las hemos analizado en la segunda parte, porque nuestro foco de interés está puesto en los "efectos" familiares y culturales de estas explotaciones.

(3) La misma fue realizada en el marco del proyecto PICT 38014 (2007-2010) "Crisis de la agricultura familiar: impactos sociales, económicos, culturales y políticos en tres comunas rurales de la región pampeana" dirigido por la Dra. Carla Gras y la Dra. Karina Bidaseca.

(4) En el marco de dos proyectos de investigación: el ya nombrado, PICT 38014 y "Desplazamiento de explotaciones agropecuarias en la región pampeana. Características, categorías de destino y efecto sobre el bienestar de los hogares", que fue financiado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UBA y la Fundación Antorchas, (2004-2007), dirigido por la Dra. Carla Gras.

(5) Fuente INDEC según los datos elaborados a partir del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 2001.

(6) Al momento de realizar la encuesta nos encontramos con que el 29,6% de los hogares tienen al menos un miembro ocupado en el sector agropecuario y el 10,2% poseen al menos un miembro productor.

(7) Tres de estos lo hacen en una misma explotación, pertenecen a distintas generaciones y fueron entrevistados en distintas oportunidades.

(8) Creemos importante señalar la importancia de no generalizar los hallazgos aquí presentados a toda la Pampa Húmeda. En un, aún muy reciente, trabajo de campo, en el marco del PICT 32396/05, "Argentina rural del siglo XX. Espacios regionales, sujetos sociales y políticas públicas", dirigido por la Dra. Noemí Girbal, orientado a tratar de entender las transformaciones en los sujetos productivos agrarios de la Provincia de Buenos Aires durante los últimos 25 años, el mismo pareciera mostrarnos una realidad muy distinta en lo que hace a la relación entre hombres y mujeres.

(9) La categoría media en riesgo incluye a aquellos que sus ingresos superan a los de la línea de pobreza, pero no llegan a duplicarla. Los sectores medios plenos son aquellos cuyos ingresos son entre dos y cuatro veces más altos a los de la línea de pobreza. Aquellos cuyos ingresos son mayores a cuatro veces la línea de pobreza se consideran medios altos o altos.

(10) El término chacarero, del modo aquí empleado, es una construcción a partir de una categoría nativa, en la que se considera chacarero a todo productor agropecuario que esté directamente vinculado en el proceso productivo y que se considere así mismo chacarero. Para ampliar este concepto -del modo que aquí se utiliza- ver Biagini y Roig (2009).

(11) La referencia de familiar, en este caso, está usada en un sentido amplio; para referir a aquellas explotaciones donde el futuro de la explotación y la familia están estrechamente vinculados y donde -al menos- la dirección de la explotación está en manos de la familia.

(12) El tipo de explotaciones familiares a las que se hacen referencia en este trabajo son a las de productores capitalizados de tipo farmer, en donde la explotación está pensada en función de las necesidades familiares. (Ver. Archetti y STØLEN, 2007, Roig y Biagini 2009 o Muzlera, 2009)

(13) En la década de 1990, se popularizó que las empresas vendedoras de insumos, agronomías, otorgasen asesoramiento gratuito a los productores. Estos asesores (Ing. Agrónomos y veterinarios) eran a su vez los vendedores. De este modo, si bien el servicio de asesoramiento no era cobrado directamente, indirectamente era facturado con la venta de los productos sugeridos (fertilizantes, semillas, herbicidas, fungicidas, insecticidas, etc.).

(14) Esta afirmación no niega, de ningún modo, otras características de la sociabilidad, como vía para reforzar vínculos sociales, espacios de esparcimiento, etc. En todo caso es complementaria.

(15) Para la confección de este cuadro se tomó la primera respuesta. Dado que hay quienes contestaron que se reunieron más de una vez, esta pregunta tiene múltiples respuestas.

(16) En esta categoría se agruparon otras cuatro, que dado el bajo número de casos muestrados para la celda, aumentaban mucho el error inferencia. Estás categorías son: Iglesia/Salón de culto - Organización social - Sindicato/Partido político - Espectáculo público y Salón de fiestas.

(17) Las prácticas económicas de subsistencia están tendiendo a desaparecer con las migraciones explotación-pueblo, pero aún hay las familias de menores ingresos que viven en la explotación las mantienen.

(18) De los 39 productores entrevistados, 15 trabajan solos (sin ayuda de mano de obra familiar, ni asalariada permanente), 21 lo hacen sin ayuda de ningún familiar, pero con al menos un empleado asalariado permanente. El promedio de puede ser. Superficie o área destinada a las explotaciones (entre propias y alquiladas) de los 15 que trabajan solos es de 113 ha y el promedio de superficie de las restantes es de 352.

(19) Esto implica que no hay un fondo destinado a la empresa y otro a la familia, el dinero sale del mismo lugar.

(20) Este autor toma la noción de institución de Tau Anzoategui, "Entendiendo por institución una ordenación parcial de la vida del hombre en sociedad, que ha alcanzado un desarrollo sólido y autónomo a través de la actividad desplegada, y la renovada adhesión de muchas generaciones." (Víctor Tau Anzoategui, "El concepto histórico de las instituciones" 1962-63.

(21) Elaboración propia en base a información del Instituto Provincial de Estadísticas y Censos de la Provincia de Santa Fe.

(22) En este caso "contrato" no implica un documente escrito con carácter legal.

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Fecha de recibido: 30 de diciembre de 2008.
Fecha de publicado: 23 de junio de 2010.

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