Mundo Agrario, Diciembre 2021 - Marzo 2022, vol. 22, n° 51, e180. ISSN 1515-5994
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Historia Argentina y Americana

Artículos

Estrategias productivas de familias productoras y su relación con la agroecología: estudio de casos en el centro oeste de la provincia de Buenos Aires (2020)

Gabriela Giordani

Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, Argentina
Roberto Arnaldo Cittadini

Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, Argentina
Cita sugerida: Giordani, G. y Cittadini, R. A. (2021). Estrategias productivas de familias productoras y su relación con la agroecología: estudio de casos en el centro oeste de la provincia de Buenos Aires (2020). Mundo Agrario, 22(51), e180. https://doi.org/10.24215/15155994e180

Resumen: El modelo productivo de la agriculturización se extendió en la región pampeana. También, se desarrollaron alternativas como la agroecología. La hipótesis es que unidades familiares que adoptaron variantes productivas al modelo hegemónico lograron mantenerse en la producción. El objetivo es documentar y analizar las estrategias de cuatro familias productoras y su relación con el modelo de la agroecología. A partir de estudios de casos, se encuentra que no entraron en el modelo hegemónico y están cerca de lo que propone la agroecología. Se concluye que el tipo de unidad y su trayectoria promueven la elección de modelos alternativos.

Palabras clave: Chacareros, Identidad, Agroecología, Buenos Aires.

Productive strategies of family farmers and their relationship with agroecology: case study in the central west of the province of Buenos Aires (2020)

Abstract: The productive model of agriculturization spread in the pampean región. Also, alternatives such as agroecology were developed The hypothesis is that family units that adopted productive variants to the hegemonic model, managed to remain in production. The objetive is to document and analyze the strategies of four family farmer and their relationship with the agroecology model. From case studies, it is found that they did not enter the hegemonic model and are close to what agroecology proposes. It is concluded that the type of unit and its trajectory promote the choice of alternative models.

Keywords: Farmers, Indentity, Agroecology, Buenos Aires.

Introducción

En la región pampeana argentina se produce el fenómeno conocido como agriculturización, caracterizado por el reemplazo de la actividad ganadera por la agrícola, por el que la ganadería queda relegada a zonas periféricas, donde la agricultura convencional tiene menores rendimientos. Esta situación es acompañada por otro fenómeno llamado sojización, que hace referencia a la preponderancia del cultivo de soja sobre los demás cultivos. Este fenómeno se desarrolla a partir de la introducción de la soja transgénica en el país en los años 90 –y luego se expande también a otras regiones no pampeanas– y está asociado a la aparición de un paquete tecnológico de siembra directa y al herbicida glifosato.

El suceso expuesto ocurre en un contexto económico y político que lo favorece y que también recibe el nombre de ruralidad globalizada (Hernández, 2009), debido a su relación con el mercado internacional (demanda y precios crecientes de la oleaginosa) y las políticas de apertura económica y desregulación ocurridas en esa década en el país1. (Grass y Hernández, 2009).

Las consecuencias de este modelo productivo, basado en la dependencia creciente de insumos y capital, fueron negativas desde diversos puntos de vista. Desde lo ambiental, el monocultivo generó pérdida de biodiversidad, y, por lo tanto, pérdida de regulación biótica de plagas y enfermedades (Iermanó, Sarandón, Tamagno y Maggio, 2015), con el consecuente aumento de malezas resistentes al glifosato. La necesidad de dosis cada vez mayores de herbicida produce contaminación en suelos, cursos de agua, agua subterránea, de lluvia, distintos tipos de enfermedades en los aplicadores del producto, en las personas que viven en pueblos rurales y conflictos socioambientales (Alonso, Ronco y Marino, 2014; Giordano, Pérez y Pérez, 2017; Montoya, Porfiri, Roberto y Viglizzo, 2018; Sarandón et al., 2015).

Desde un punto de vista social, aumentó la concentración de la tierra y disminuyó el número de productores. A partir de datos de los Censos Nacionales Agropecuarios (CNA) 1988-2002 se desprende que, en ese período, la disminución de explotaciones agropecuarias (EAPS) a nivel país fue de 81.000, o sea, un 21 % del total. Al ser los estratos de menor superficie los más castigados en su permanencia, se deduce que las explotaciones familiares fueron las más fuertemente afectadas (Bilello, Pérez, Giordano y Huinca, 2011). Luego, los datos del Censo 2018 dan cuenta de una disminución de 83.870 EAPS relevadas respecto del año 2002, lo que sigue la misma tendencia.

Las tecnologías asociadas a este modelo tuvieron impacto negativo sobre el trabajo local; el arraigo –la localización de la población en el medio rural– favoreció el despoblamiento y el abandono de la actividad productiva local y “en regiones extra pampeanas hay un efecto de desplazamiento de población de pequeños campesinos y población indígena que vive en, y con, los recursos que provee el monte” (Navarrete et. al., 2005, p. 7). En distintos ámbitos se justifica el modelo productivo desde el punto de vista económico, con el argumento de que existe la necesidad de aumentar al máximo los bienes exportables y la entrada de divisas al país, necesarias para la producción industrial, dependiente de importaciones. Así,

las lógicas del capital global han transformado el sector agropecuario, generando un proceso de modernización técnica e integración al mercado internacional, que, desde las últimas décadas, acarrea innumerables consecuencias en los modos de producción y de vida de las familias rurales (Maraschio, 2011, p. 185).

Sin embargo, y en este contexto, existen en la región pampeana experiencias productivas que se alejan del paradigma anteriormente cuestionado, en las que predominan las tecnologías de procesos como la rotación y asociación de cultivos. Estos casos generalmente combinan ganadería con agricultura, y diferentes cultivos como trigo, trébol, maíz, girasol, soja, sorgo, avena, vicia, cebada, moha, pasturas y otros (Salembier, Elverdín y Meynard, 2015). También diversifican sus producciones, por ejemplo, con ovinos, cerdos o tambo (López Castro, 2012). Dentro de esa variedad de experiencias productivas se encuentran aquellas que se denominan agroecológicas y abordan sus producciones favoreciendo procesos naturales y sin uso de insumos químicos.

Se considera que varios factores influyen en la decisión respecto de seguir estrategias productivas alternativas y se hipotetiza que unidades familiares que adoptaron variantes productivas al modelo hegemónico lograron mantenerse en la producción. Por ello, este artículo indagará sobre las formas en que la agricultura familiar intenta encontrar un espacio para su desarrollo, inmersa en el escenario descripto. El objetivo es documentar y analizar las estrategias productivas de cuatro casos de familias productoras del centro oeste de la provincia de Buenos Aires y su relación con el modelo de la agroecología.

Contexto geográfico

La región sudoeste de la provincia de Buenos Aires abarca una diversidad de situaciones productivas y sociales, como una elevada heterogeneidad ambiental y una tradición fuertemente ganadera (Requesens y Silva, 2011). El trabajo se sitúa en la parte norte de la misma, en la intersección entre los partidos de Guaminí, Adolfo Alsina y Coronel Suarez, es decir, en el centro oeste de la provincia. Esta zona se corresponde con la interfaz entre la Pampa húmeda y la Pampa seca, y es de clima semihúmedo con suelos de aptitud agrícola variada. La región recibe el impacto de la expansión del modelo productivo antes descripto y presenta tendencia hacia la especialización, aunque con menor intensidad que en la zona núcleo pampeana, llamada así debido a las mejores condiciones ambientales y de suelos para la producción agrícola. Cuando el planteo productivo no es puramente agrícola y generalmente basado en trigo y soja, encontramos sistemas mixtos. Sin embargo, en estos modelos la ganadería muchas veces no se da de manera articulada, como sucedía tradicionalmente en sistemas de rotaciones extensivas, sino que suele aparecer a modo de actividades “desacopladas y altamente especializadas, incluso con administraciones independientes” (Viglizzo, citado en Lageyre, 2013, p. 140).

Figura 1
Mapa de Argentina. Se resalta la ubicación de la zona de estudio en las márgenes de la región núcleo
Mapa de Argentina. Se resalta la  ubicación de la zona de estudio en las márgenes de la región núcleo
Fuente: Elaboración propia.

Marco conceptual

Los rasgos generales que caracterizan al productor familiar son la no explotación de trabajo asalariado, la familia como equipo de trabajo y la existencia de una racionalidad económica particular, en la que incide fuertemente la coincidencia entre unidad de producción y unidad de consumo (Balsa, 2011). Aunque las unidades familiares suelen ser las de menor superficie, en su definición no se considera el número de hectáreas sino la lógica de producción que es aplicada en la superficie de que se dispone.

Es necesario exponer que las unidades familiares no son empresas capitalistas. Las consideraciones que las diferencian son importantes para analizar y comprender las distintas estrategias productivas que “permiten su permanencia en la actividad inclusive frente a una rentabilidad negativa y comprender su diversidad de comportamientos frente a la adopción de innovaciones técnicas” (Bravo, Dorado y Chía, 1994, p. 218). En este marco, algunos estudios hacen referencia a la diversificación de producciones, intensificación, pluriactividad (López Castro, 2008; Pettinari, 2006; Salembier et. al., 2015). Otros se han preocupado por analizar las causas que afectan la adopción tecnológica (Livraghi, 2011), o la característica innovativa intrínseca de los productores familiares (Cittadini y Pérez, 1996), o las estrategias y flexibilidad para adaptarse a los cambios (Cittadini et al, 2001; Darnhofer, Bellon, Dedieu y Milestad, 2010; Levrouw et al., 2007; Pettinari, 2006), o las distintas trayectorias y capitales de que disponen los agricultores familiares y su relación con las prácticas que adoptan (Giordano, Cittadini, Scatturice y Pérez, 2015); también se han preocupado por saber aprovechar tanto el conocimiento acumulado a través de la experiencia como el brindado por otros en una época determinada (De Nicola, Cloquell y Gonella, 2012). Así, se intenta explicar los comportamientos de productores rurales a partir de su recorrido de vida en la determinación de sus estrategias, como la diversificación, la prudencia, el control o la optimización técnica (Levrouw et al., 2007; Setti, 2003). Igualmente, para Darrë (1996), las diferentes lógicas tienen que ver con las distintas experiencias, con su asimilación, y con el espacio social en que están inmersas. Así, las diversas estrategias y trayectorias de los actores sociales agrarios “contrastan con las lecturas más lineales de la realidad agraria actual, especialmente en la región pampeana” (López Castro, 2012, p. 10), donde se constata la persistencia de unidades familiares, aunque son uno de los sectores más vulnerables (Albanesi, Nogueira y Propersi, 2013).

Dentro de la categoría agricultura familiar, el productor agrícola-ganadero o ganadero-agrícola posee fuerza de trabajo principalmente familiar, su vida transcurre asociada al territorio donde produce y su racionalidad o forma en que toma decisiones combina aspectos económicos, familiares y sociales. Esta familia productora, también llamada chacarera2. surge como típica de la región pampeana argentina en el siglo XX; se diferencia del campesinado por producir esencialmente para el mercado y tener capacidad de acumulación (Muzlera, 2020).

El chacarero familiar de los años 60 fue considerado el motor del desarrollo agroexportador de Argentina y en la actualidad este sujeto podría ser la base social para desarrollar un modelo de producción con tecnologías más sustentables (Albaladejo y Cittadini, 2017). Años más tarde, mientras se transitaba el proceso de agriculturización y ruralidad globalizada antes citado, algunos de ellos, los familiares capitalizados3. expandieron sus unidades por medio del arrendamiento y/o adquisición de maquinaria para hacer labores a terceros. En otros casos la superficie de las unidades fue disminuyendo por sucesiones familiares –“a medida que una explotación se divide entre mayor número de hogares, las posibilidades de continuar disminuyen” (Muzlera, 2020, p. 288)–, y, si además el capital económico es escaso, encontramos a los llamados productores familiares “en transición”4 o poco capitalizados, y a los de subsistencia5.

A su vez, empresarios que vieron en el agro un negocio6. alquilaron esas superficies disminuidas en tamaño y sin una alternativa tecnológica adecuada a su situación. Así es como surgieron sujetos que materializaron el modelo productivo hegemónico en los territorios a través de pooles de siembra, pero también a partir de otras figuras que fueron adoptando y reconfigurándose en la lógica del nuevo paradigma (Hernández, Muzi y Fossa Riglos, 20137; Moreno, 2017). Autoras como Grass y Hernández (2013) identifican cuatro grandes grupos de actores: los empresarios globalizados, los productores territorializados, los contratistas y los rentistas. Este proceso y sus actores, modelo del agronegocio, completan la descripción del fenómeno de la agriculturización mencionado. En este marco, el planteo agronómico es homogeneizado y simplificado más allá de las particularidades locales. Se caracteriza por la tendencia a la sistematización de las tareas y por la especialización de los trabajadores. También, se artificializan los recursos naturales (mediante la transgenia, el control químico total de las malezas, la digitalización de las parcelas y del territorio (Albaladejo y Cittadini, 2017).

Por otro lado, la agricultura familiar engloba a una diversidad de sujetos, como campesinos sin tierra, productores de periurbanos, artesanales, hasta productores capitalizados, chacareros, campesinos y pueblos originarios (Bendini, Preda y Steimbreger, 2019), definiciones todas “que dan cuenta de la heterogeneidad que los caracteriza” (Grass y Hernandez, citadas en Bendini et al., 2019, p. 2). Esta categoría es tomada desde estudios académicos y desde políticas públicas, pero hace foco en la agricultura familiar de subsistencia asociada a lógicas de producción artesanales con orientación a mercados de proximidad. Es decir, quedan relegadas de las intervenciones estatales la agricultura familiar capitalizada y poco capitalizada (o de transición), lo que aumenta la distancia socioeconómica entre los sujetos del mundo rural: los mejor posicionados con acceso a tecnología y calidad de vida, a saber, los empresarios del agronegocio, y aquellos con carencias de todo tipo, a saber, los productores familiares de subsistencia. Entre ambos extremos encontramos distintos estratos con características particulares. Dentro de la agricultura familiar, las caracterizaciones son un punto de referencia teórico, suelen no ser estáticas “y la rigidez en la forma de concebir las categorías nos puede dejar con poco espacio para reflexionar sobre sus lógicas de gestión” (Balda, 2019, p. 7). Los casos tomados para este estudio se encuentran en los límites de esas lógicas y/o se han ido moviendo con el tiempo entre situaciones más o menos capitalizadas o con mayor o menor necesidad de trabajo extrapredial. Sin embargo, los cuatro casos presentados comparten la dimensión identitaria donde

el vínculo con la explotación es uno de los elementos centrales con los que se constituye la identidad chacarera. La explotación, además de ser la principal fuente de ingresos –o la única– representa un símbolo familiar. Es decir, la historia de cada familia se estructura en una referencia constante y yuxtapuesta a la historia de aquella (Muzlera, 2020, p. 288).

En términos de Albaladejo y Cittadini (2017), existe un discurso que creció en los últimos años (desde los estudios académicos y desde las políticas públicas) para el agricultor familiar de subsistencia (aquel asociado a lógicas de producción artesanales) y para el del agronegocio (asociado a lógicas inversionistas, de producción empresarial desterritorializada), entonces, ¿qué pasó con aquellas familias productoras florecientes de los años 60 y 70? Los sujetos agrarios que hoy son considerados familiares capitalizados o poco capitalizados. Aquellos que suelen no ser beneficiarios de políticas públicas directas por no ser de subsistencia pero que tampoco tienen capacidad económica como para tomar créditos bancarios, aquellos que no se apropiaron del modelo hegemónico y lograron persistir.

Estudios en la zona de esta investigación hacen referencia a la reconfiguración de sus estrategias, y puntualizan en la diversificación e intensificación, que son las que posibilitaron principalmente la persistencia de las unidades productivas familiares (López Castro, 2012). También destacan la pluriactividad:

que abarca una multiplicidad de opciones que van desde la incorporación de nuevas actividades agrarias y ganaderas diferentes a las tradicionales, hasta la prestación de servicios ajenos a la agricultura y la inclusión de actividades no agrarias en el esquema reproductivo familiar (López Castro, 2012, p. 70).

Otros análisis aseguran la existencia –en el contexto del agronegocio–, de múltiples experiencias alternativas en la provincia de Buenos Aires, que buscan el cuidado del ambiente, un menor uso de insumos y la integración en redes de comercio justo (Palmisano, 2017).

En este contexto, algunas variantes alternativas a la producción intensiva en insumos son la agricultura orgánica, de precisión, las buenas prácticas agrícolas, la intensificación sustentable, que son formas que coexisten en los territorios, así como el uso de técnicas mejoradas, como “el uso de fertilizantes de liberación lenta, pesticidas de bajo impacto ambiental, tendientes a mejorar la eficiencia de los procesos productivos, pero sin modificarlos” (Tittonell, 2019, p. 236). Como explica este autor, la regulación a partir de leyes que limitan el uso de agroquímicos o la demanda de consumidores por productos sanos cuya producción no resulte prejudicial al ambiente suelen motivar la adopción de estas variantes al modelo intensivo. Sin embargo, si las modificaciones no son acompañadas por el rediseño del sistema (por ejemplo, si se continua con el monocultivo), suele ocurrir que no resultan efectivas y son abandonadas (Tittonell, 2019).

En los últimos años creció el número de experiencias llamadas, explícitamente, agroecológicas. La agroecología es una disciplina científica, que estudia principios como: la disminución de uso de insumos externos y el ciclado de nutrientes, que redundan en el aumento de autonomía por parte del productor y su familia. Sus principios incluyen la conservación de los recursos naturales, el uso de recursos renovables, la minimización del uso de agroquímicos y el manejo de la biodiversidad a partir del intercambio y valorización de los distintos conocimientos. También es un movimiento social, porque promueve la articulación de todos los actores de la cadena productiva (del productor al consumidor), en pos de un desarrollo territorial con múltiples beneficios (Tittonell, 2019).

Consideramos, también, la existencia de una agroecología silenciosa. En términos de Lucas et al. (2020), es el fenómeno resultante de la implementación por parte de los agricultores de principios de la agroecología que no son reivindicados como tales. En su trabajo con agricultores de Francia, los autores encuentran que la justificación de algunas de sus prácticas por motivos ambientales suele generar acusaciones consideradas negativas, como el hecho de estar de acuerdo con críticos ambientalistas. Por otra parte, son justamente estos productores, que intuitivamente toman elementos de la agroecología, aquellos que podrían hacer la transición hacia formas sustentables de producción. Serían, en términos de Van der Ploeg, los portadores sociales específicos de autonomía y resistencia, palabras clave utilizadas para caracterizar el “giro agroecológico” de Europa, a menudo silencioso, que, según el autor, podría ser la base para la futura transformación de las políticas agrícolas europeas. El autor plantea que la agroecología no solo permite una producción más sostenible, de alimentos más saludables, sino que también mejora considerablemente el ingreso de los agricultores (Van der Ploeg et al., 2019).

En este trabajo se recupera la voz de cuatro familias chacareras y se analizan las circunstancias que les permiten, en la actualidad, continuar con la actividad productiva. Para ello, se considera que la individualidad de cada productor es moldeada por su trayectoria, el entorno y por la interacción entre ambos. Se los considera como parte de un contexto que da señales constantes acerca de las tecnologías, aquellas consideradas modernas, controvertidas, tradicionales o emergentes, por citar algunas de sus denominaciones. El espacio tecnológico donde se desenvuelven se caracteriza por la expansión de un modelo productivo basado en la intensificación en el uso del suelo y de insumos con tecnologías destinadas a grandes superficies e intensivas en capital.

Metodología

Para documentar y analizar las estrategias productivas, y la relación de estas con los paradigmas de producción, se eligió la metodología del estudio de casos. Si bien la unidad productiva es familiar, el trabajo de campo se realizó con los jefes de familia, es decir, con los productores.

Se realizaron entrevistas semiestructuradas a productores y a informantes locales relacionados, como también recorridas por sus campos. El fin fue el de construir una base de conocimientos, a partir del acceso a particularidades que permitan una explicación, sin buscar la representatividad de una muestra (Mitchell, 1983).

Se eligieron cuatro casos del centro oeste de la provincia de Buenos Aires, que comparten algunas características. Presentan una tradición agropecuaria, en tanto que sus padres y abuelos también eran productores en las tierras que ellos hoy trabajan. Se los considera familiares, ya que las tareas se organizan dentro del grupo familiar o poseen hasta un empleado. Son productores mixtos, es decir, que todos tienen animales y cultivos, y son parte de los sistemas que presentan cierta complejidad de manejo, por lo que requieren de planificación y presencia cotidiana en el campo. Al ser la segunda, tercera o cuarta generación que trabaja el mismo campo, se puede decir que se trata de familias con arraigo a lo rural y lo local. Las unidades familiares, a diferencia del empresario del agronegocio, no se encuentran desterritorializadas, y la localidad para ellas resulta central (Albaladejo y Cittadini, 2017).

A partir de informantes clave se llegó a estos casos sabiendo que dos de ellos se consideran agroecológicos y los otros dos no utilizan ese término para definirse como productores agropecuarios. Este aspecto es importante para el objetivo de la investigación y fue uno de los puntos abordados en las entrevistas. Las entrevistas se realizaron entre 2019 y 2020 a productores, a técnicos y representantes del gobierno local.

La recorrida de los campos y la observación de parte de algunas actividades diarias permitió una mayor comprensión de los procesos estudiados complementando la información relevada del discurso. El contacto con los técnicos extensionistas que trabajan a diario con ellos resultó una fuente de información y de intercambio muy valiosa.

Para el análisis del material cualitativo (entrevistas) se elaboró una descripción de cada caso, puntualizando en el manejo productivo (prácticas que implementan y sus lógicas), trayectoria familiar y su relación con los modelos productivos. Luego, se siguieron los pasos propuestos por Valles (1997) con la información recolectada: 1. Delimitación de los fragmentos textuales referidos a variables relacionadas a la cuestión a investigar; 2. Agrupamiento de los fragmentos de una misma variable; 3. Interpretación; 4. Organización de las variables de manera coherente. Por otro lado, se consultaron documentos y bibliografía relacionada con el tema con el fin de darle un encuadre teórico al análisis a partir de elementos de trabajos de otros autores que lo enriquecen.

Resultados

A continuación, se describe resumidamente cada caso de estudio:

Caso 1:

Se considera una unidad familiar capitalizada: Se trata de un matrimonio que vive en el campo y sus dos hijos, que viven en el pueblo. Tienen un empleado con vivienda en el predio. La superficie es de 675 hectáreas propias y 400 alquiladas. Poseen maquinaria, instalaciones, dos casas en buen estado. Producen trigo y manejan 590 bovinos para cría e invernada, también tienen 20 equinos y animales menores (ovinos y gallinas) para consumo propio. Ambos hijos son profesionales (agrónomo y veterinario) y realizan trabajo extrapredial; el primero es contratista y presta servicios en campos de la zona, el segundo trabaja en una empresa de comercialización de hacienda.

En cuanto a la trayectoria familiar, el campo es heredado y tenía originalmente más de 2.000 hectáreas. El productor lo comenzó a trabajar cuando tenía quince años, sus dos hijos crecieron allí y fueron a una escuela rural, lo que denota una inserción en la comunidad local de varios años. Por ejemplo, comentan que en el año 1983 participaron de la fundación de un centro tradicionalista en Carhué y que se separaron de la Sociedad Rural local: “hace treinta y seis años que se viene haciendo una jineteada anual, desfiles en distintos pueblos”.

Además, el productor participó durante treinta y cinco años en el consejo de administración de la cooperativa local y actualmente está en la cooperadora del INTA8 (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria); además, uno de los hijos participa en un grupo de producción de carne a pasto. La vinculación social la consideran alta:

sí, porque estás siempre con el campo abierto, o yendo a cursos o charlas o lo que fuera o van a casa, se plantean jornadas, está abierto (…) sirve porque compartís experiencias y sistemas de producción (…) ves que podés importar para tu campo y ves cosas que decís que no harías. Te sirve para achicar el margen de error en la producción.

En cuanto al manejo productivo, el 60 % de la superficie es apta para agricultura y el 40 % posee pasturas y pastizal natural; se realizan rotaciones de cultivos y animales en los distintos lotes y se observa la diversificación como estrategia de manejo:

en el campo agrícola meto las vacas; no es que es solo agrícola, va la rotación con pasturas de 5 a 6 años, va un verdeo, sorgo, trigo, verdeo de verano, muy a las pérdidas 50 ha de girasol y 200 ha de trigo (…) también se hace un poco de cebada.

Dentro de esa diversificación, también siembran maíz para utilizar como reserva en el invierno. Las pasturas son basadas en alfalfa, pasto ovillo, cebadilla australiana, festuca, avena. Para los campos alquilados también presentan una estrategia conservadora de los suelos planteando rotaciones de cultivos: “le gustó al propietario del campo porque con eso se le garantizaba tener fertilidad y no destrozar el suelo”. Usan agroquímicos solo en ocasiones puntuales.

Sobre los paradigmas de producción, la familia enmarca su sistema en el llamado producción de carne a pasto, en el que los animales no están encerrados; pastorean y distribuyen la bosta; este es un manejo opuesto al del feedlot9. No consideran que su modelo sea agroecológico; no confían en esa mirada productiva y no participan de jornadas que se realizan en la zona sobre el tema. Sin embargo, tampoco se guían por los lineamientos del modelo de la agriculturización: “Yo veo mucho abandono en los campos, tapera, no hay alambres, no hay corrales, los empezaron a arrendar para agricultura y eso hizo que no se reinvierta y este no es ese caso, no es un caso promedio de la zona”.

Caso 2:

Se trata de una unidad familiar poco capitalizada. El matrimonio vive en el pueblo (Coronel Suárez) y sus dos hijos (que no se dedican al campo) también. La superficie es de 50 ha propias y 50 ha alquiladas a la hermana del productor. No tienen empleados. Poseen 73 vacas y 200 ovejas, y producen para la venta terneros y corderos. Siembran pasturas a base de cultivos como festuca, cebada, alfalfa y sorgo. Poseen un mínimo de instalaciones y maquinaria, y la casa donde el productor creció se encuentra inhabitable.

En cuanto a la trayectoria familiar, el campo era de su bisabuelo, la familia lo fue heredando con las consecuentes divisiones. Por algunos años estuvo alquilado y “había sido mal rotado; estaba descuidado”. Al morir su padre, el productor lo volvió a poner en producción. Actualmente es un establecimiento muy visitado donde se hacen jornadas de intercambio sobre el manejo productivo que realiza. El productor ha participado de grupos de pares; es asesorado por el INTA y esto le permite adquirir conocimientos que aplica en su producción.

En cuanto al manejo productivo, se dedicó a mejorar los suelos degradados a partir de un trabajo minucioso por parcelas. Redujo el tamaño de los lotes y aumentó la carga animal, intensificando la producción. Dejó de usar paulatinamente fertilizantes y herbicidas, cambiando tecnologías de insumos por tecnologías de procesos: “el desperdicio (bosta) va quedando (en el suelo) tanto de las ovejas como de las vacas, el pisoteo de las malezas nos hizo bajar muy rápidamente los herbicidas”. También, el pastoreo controlado contribuye a disminuir el número de malezas y se plantea como clave para la conservación tener siempre el suelo cubierto. Realiza siembra directa sin herbicidas, observa permanentemente el rebrote vegetal y el estado de los recursos naturales: “se ve el cambio en la producción en lo que es la tierra, en la biodiversidad que ves en la tierra, levantás una planta de sorgo y tenés 8 a 10 lombrices abajo”.

Sobre los paradigmas de producción, al igual que el caso anterior, este productor no se considera agroecológico ni confía en quienes hablan de agroecología; apunta su manejo a lo que él conoce como intensificación sustentable, ya que intenta producir más kilos en menor superficie, conservando los recursos naturales. El técnico de INTA que acompaña al productor comenta:

En la zona lo común es lo agrícola ganadero, más lo agrícola y ahí está la soja. En la soja trabajás dos meses en el año y cosechás y la hacienda está encerrada en corrales. Ese es el planteo común, entonces, cuando ven lo que hace él en el campo, dicen: yo todo ese laburo no lo hago. Eso es correr el eléctrico, trabajar con parcelas chicas, respetar los crecimientos, observar la biología, estar mucho más encima de la producción de materia seca, de pasto. Hoy pasto no produce nadie, casi nadie, acá en esta zona, compran balanceado, están semiestabulados, a lo sumo salen a comer un verdeo o un rastrojo, y vuelven al corral. Pero al momento de mostrarlo surgen cosas que les hacen pensar”.

El productor se refiere a la diferencia entre su manejo predial y el de sus vecinos; “hacen muy pocas rotaciones, por 20 años tienen cultivos con barbechos (periodo sin cultivar) de 200 días al año”. Durante ese tiempo el campo queda sin cobertura vegetal, se inunda y se cortan los caminos. El entrevistado se refiere a su suelo como una esponja que absorbe el agua, producto del manejo y las rotaciones con pasturas,

la soja es más fácil, te da plata, por ahí te rinde menos, pero por ahí te rinde más, igual algunos grupos de productores han incorporado un poco más de pasturas, verdeos; saben que los verdeos dan esos beneficios, el tema es que hay como una presión externa, como una especie de corriente tecnológica, con toda tecnología de insumos.

Sobre cómo lo ven los demás comenta: “Para la mayoría sos loco, estás esclavo, mirá que vas a laburar así, elogios pocos, .. pero cuando hacemos reuniones en el campo se llena”. Se siente motivado por la búsqueda constante de una forma de producir sustentable económica y ambientalmente.

Caso 3:

Se trata de una unidad familiar poco capitalizada. Es un matrimonio joven que vive en el campo con su hijo de corta edad. Tienen 50 hectáreas propias y 40 hectáreas en arreglo con un vecino (a cambio de mantener los alambrados de este último en buen estado). Ambos tienen trabajo extrapredial en el pueblo y un ayudante que va a porcentaje en algunas de las producciones.

Tiene 50 vacas para cría, 10 vacas cruza de jersey y holando para tambo, un toro, ovinos y cerdos para autoconsumo y venta. Algunos años siembra trigo. También produce para los animales avena, vicia, cebada, pasturas. Poseen un mínimo de instalaciones y maquinaria.

En cuanto a la trayectoria familiar, el campo es heredado de su tatarabuela, que lo cambió por una parcela que adquirió por el sistema de colonias y se fue dividiendo por sucesiones familiares. En la década de los 90 comenzó un proceso de cambio tecnológico y productivo. El productor recuerda que,

en la época de sus abuelos, hacían tambo de un solo ordeñe y, como en toda chacra, se criaba de todo. El sistema los fue llevando y de un ordeñe pasaron a tambo mecanizado de dos ordeñes y a vacas de mejor genética, después se pusieron a sembrar y vendieron el tambo y después pasaron varios contratistas, quedó mi abuelo viviendo solo en el campo, se enfermó y se suicidó y esto se alquiló.

En el año 2013, el matrimonio se hizo cargo del campo. Hace unos años el varón empezó a trabajar en el Centro de Educación Agraria de Guaminí y escuchó charlas de agroecología; integró un grupo junto a otros productores de la zona. También es socio de Federación Agraria, “pero es muy poco lo que se hace”.

En cuanto al manejo productivo, organiza el campo en parcelas para hacer pastoreo rotativo con alambrado eléctrico. Mantiene la cobertura y diversidad vegetal, a través del manejo del pastoreo y la intersiembra de pasturas y pastizales degradados. Siembra trigo junto con trébol, cuando cosecha el trigo le queda el trébol ya sembrado, lo que le permite ahorrar gasoil y disminuir el pasaje de maquinaria por el lote. Es observador del estado del suelo, de su biología, “la bosta la degradan rápidamente los escarabajos estercoleros; son un indicador de que el suelo esta con vida”. También pone atención al estado de los animales, “yo desparasité porque las veo más o menos a las vacas, pero voy a hacer conteo de huevos para estar seguro”.

Sobre los paradigmas de producción, se considera un productor agroecológico, aunque reconoce que al principio no confiaba en esta forma de producir, hasta que escuchó charlas técnicas y conoció experiencias como las de La Aurora en Benito Juárez, provincia de Buenos Aires y Naturaleza Viva en el norte de Santa Fe. Considera que:

estamos mal informados porque los productores lo que menos queremos es dañar lo que tenemos y que mucha de esta mala información viene de la facultad y los técnicos, en la facultad vemos las plagas, que hacen daño y no las que generan beneficios; en la facultad te hacen planificar con herbicidas antes de saber si los necesitás.

En cuanto a la comercialización, comenta que hay presión para producir con altos insumos, “para el mercado, el animal criado a pasto no va, no se valora económicamente”y, por eso, su estrategia pasa por hacer solo cría y vender el ternero para su engorde a otro productor.

Se siente muy motivado por la idea de vivir en el campo y del campo, como también por formar grupos de productores con los cuales poder intercambiar ideas y ayudarse mutuamente para potenciar las producciones de cada uno, como pasa con el grupo al cual hoy pertenece y con el cual han avanzado en proyectos conjuntos para la mejora de la producción, el agregado de valor, el fomento a la producción agroecológica y la realización de jornadas de agroecología que trascienden las fronteras zonales.

Caso 4:

Se trata de una unidad familiar poco capitalizada. El matrimonio vive en el campo. Tienen tres hijos independientes con sus propias familias, que viven en el pueblo de Guaminí. Uno de los hijos trabaja con los padres en el campo. Son 75 hectáreas heredadas de una superficie mayor que se fue dividiendo por sucesiones familiares. No tienen empleados. Tienen 110 vacas para cría y para tambo y siembran trigo. También producen cerdos, ovejas, gallinas, huerta para consumo propio y venta. Tienen ingreso extrapredial (jubilación del matrimonio y un negocio en el pueblo). Poseen un mínimo de instalaciones y maquinaria.

En cuanto a la trayectoria familiar, la familia siempre vivió en el campo, los hijos fueron a estudiar el secundario a una localidad vecina y uno de ellos volvió como técnico agrónomo a trabajar en el campo. Encuentran muy positivo vivir allí sobre todo desde que tienen luz (año 2003). El productor (padre) es socio de la cooperativa agrícola ganadera de Guaminí y el hijo está en Federación Agraria, “pero no hacemos nada, estoy más cerca de la UTT, creo que tiene más que ver con nosotros”. El hijo participa activamente del grupo de productores del Centro de Educación Agraria de Guaminí, que promovió entre otras acciones la generación de una ordenanza municipal de regulación del uso de agroquímicos.

En cuanto al manejo productivo, ponen atención a las rotaciones, asociación de cultivos y la alimentación de los animales es principalmente a pasto. Los van rotando por los lotes del campo, sin sobrepastorear ni dejar enmalezar. Hacen intersiembras en pasturas degradadas y pastizales con el fin de renovar el recurso forrajero sin mover el suelo y aprovechando lo que queda y los rebrotes. Algunos años también siembran cebada para grano (para la venta y consumo animal) y pasturas. Tienen algunos lotes con avena y vicia. Siembran trigo consociado con pastura, entonces al cosechar les queda la pastura abajo y el gasto de combustible es uno solo para los dos cultivos, además de tener los beneficios asociados a la biodiversidad. Un primo tiene sus colmenas en el campo: “nos complementamos, él necesita de nosotros y nosotros de las abejas; es un ida y vuelta”. No pulverizan hace tres años, por lo tanto, ya no contratan maquinaria.

Sobre los paradigmas de producción, se considera agroecológico, y, como el caso anterior, a partir de formar parte del grupo de productores del Centro de Educación Agraria de Guaminí, lograron despojarse de la idea de producir con químicos necesariamente:

estamos buscando variedades viejas, vamos a probar un trigo de ciclo largo y alto, voluminoso, para que tape a la maleza y puedas cosechar arriba, los trigos de hoy tienen poca hoja (…) nosotros no le echamos fertilizantes, hemos sacado 2500 o 3000 kilos, pero de lotes que están así no más, el margen bruto es bárbaro porque los costos son bajísimos, un poco de gasoil y nada más. Y después de 2 años de avena vicia tuvimos trigo de 4500 kilos sin nada, yo con 3000 me conformo.

Tabla 1
Resumen de los casos en función de los ejes más relevantes
Resumen de los casos en función de los  ejes más relevantes

Análisis de los resultados

Para el análisis, en función de los objetivos propuestos, se toman pasajes comunicacionales de las entrevistas y recorrida por los campos, que permiten obtener información sobre el manejo productivo y los paradigmas o modelos de producción asociados. La misma se presenta ordenada en tres ejes que relacionan las características de la unidad productiva familiar con el manejo predial y la agroecología.

1) Relación entre tipo de unidad productiva y manejo predial:

Durante las entrevistas surgen naturalmente de la historia familiar, anécdotas referidas a los antepasados en momentos en que adquirieron los campos. El discurso se relaciona con un vívido pasado chacarero de una época donde se instalaron colonias en la zona y algunos de ellos (sus abuelos) comenzaron a ser propietarios a partir de esa política de ocupación territorial del siglo pasado. También, se observa que dos de ellos comentan estar asociados a Federación Agraria, organización gremial tradicional del chacarero (Bidaseca y Lapegna, 2006 y Grela, 1985, citados en Muzlera, 2020, p. 283). Aunque pareciera que su afiliación es más por costumbre que por identificación, no deja de ser un aspecto que también les otorga socialmente una identidad chacarera y que se suma a lo identitario planteado por Muzlera (2020), sobre el fuerte vínculo de este sujeto con la explotación como símbolo familiar.

Otra idea que transmiten los entrevistados es la de mucha felicidad por vivir y trabajar en el campo, como también, la preocupación por los momentos en que han visto sus parcelas degradadas y poco productivas (caso 2 y 3). En estos casos, las estrategias que implementan no se orientan solamente por el logro de un beneficio económico, sino que también persiguen objetivos de consumo, vivienda y trabajo; esto refleja lo expresado por varios autores (Balsa, 2011; Livraghi, 2011; López Castro, 2012; Pettinari, 2006) sobre la relación estrecha entre objetivos de producción y familiares.

Es decir que, en estas unidades, el poco cuidado de los recursos naturales afectaría a los objetivos del sistema familia explotación como también a su identidad chacarera.

Se encuentra presente la idea de perdurar como establecimiento, de mantener su base productiva con el fin de seguir usufructuándola en el presente y en el futuro. Con esos objetivos, las prácticas de manejo que adoptan se refieren a la rotación espacial y temporal de los animales en cada lote, con el fin de respetar los ciclos biológicos de las plantas en pos de su recuperación y perdurabilidad, y de conservar y mejorar la fertilidad del suelo. Este manejo conservador también se observa en campos que no son propios (caso 1). Esto quiere decir que mantener los recursos naturales en la actividad productiva pasa a formar parte de su modo de producción y esto se traduce en las prácticas que implementan. Al igual que en otros trabajos (De Nicola, et. al. 2012), se observa, además, que el manejo sustentable de los recursos naturales es incorporado por la oportunidad que representa para disminuir costos y el uso de energía.

El principal elemento que miran los productores es el suelo. Se refieren al color, a la textura, estructura, a la vida presente en él. Reconocen que estas características influyen directamente en la acumulación de agua, muy apreciada en momentos de sequía, como también disminuye la posibilidad de inundaciones y duración de los encharcamientos. Por otro lado, reconocen que, si se mantiene un suelo fértil, no es necesario agregar fertilizantes, ya que un suelo con vida descompone la bosta de los animales y se completa un ciclo biológico con grandes beneficios (Sarandón et al., 2015).

En cuanto a la estrategia de trabajo extrapredial, si bien se enmarca en esquemas diversificados de producción y captación de ingresos (López Castro, 2012) se observa diferencia entre los casos. Para el primero, la diversificación y la pluriactividad no son, como señalan Bendini et al. (2019), estrategias de supervivencia frente a la vulnerabilidad, sino que se presentan “como opciones de senderos para la acumulación” (Steimbreger et. al., citado en Bendini et al. 2019, p. 14). A su vez, el caso 1 se acerca a lo planteado por Moreno (2017), en referencia a la utilización parcial de estrategias propias de empresarios familiares, como es la prestación de servicios a terceros por haber adquirido maquinaria para ello. Los casos 2, 3 y 4, si bien se los considera poco capitalizados por los recursos de que disponen, consideran al ingreso extrapredial como un complemento de los ingresos prediales.

2) Relación entre manejo predial y modelo de producción:

Se encuentran similitudes en los manejos prediales de los cuatro casos, y, si se consideran las practicas que implementan, se puede decir que sus modelos se enmarcan en los planteamientos de la agroecología. El cuidado de los recursos naturales se relaciona no solamente con su perdurabilidad, sino también con la búsqueda de autonomía al disminuir la dependencia en el uso de insumos externos y buscar el reciclado interno de los nutrientes. También, como expresa Lucas et al. (2020), la autonomía se relaciona con el uso de una mayor diversidad de fuentes de información técnica (de instituciones técnicas de apoyo y a partir del encuentro entre pares), lo que reduce la dependencia con las fuentes tradicionales (como los negocios de venta de insumos), y se asocia también a una mayor movilización de recursos territoriales locales (participación en grupos de agricultores, intercambios de servicios y trabajo entre pares, puesta en común de equipos y recursos productivos como semillas, etc.).

En este sentido, se observa que existe relación entre la pertenencia a un grupo de productores y una visión de desarrollo territorial. Si bien los cuatro entrevistados tuvieron la experiencia de estar en grupos de pares y son muy activos en cuanto a la participación en instituciones relacionadas al campo, tuvieron distintas experiencias. El caso 2 fue parte de un grupo durante varios años, formado principalmente por productores de tipo empresarial y asesorados con un enfoque agronómico convencional. El caso 1 participa de un grupo, con productores no necesariamente de la zona, que se centra en cuestiones técnicas productivas primarias sobre la producción de carne a pasto. Los casos 3 y 4 participan en la actualidad de un grupo que tiene la particularidad de estar formado por productores familiares del lugar y que tienen un asesoramiento con enfoque agroecológico. En los discursos de estos dos casos se observa un relato referido a la localidad en el sentido de la complementación necesaria entre productores, en pos de mejorar la producción, el agregado de valor, la comercialización, el abastecimiento local de alimentos sanos generados en el propio territorio.

Las distintas trayectorias han llevado a que los casos 3 y 4 adopten explícitamente el enfoque de la agroecología en su manejo predial, y a que los casos 1 y 2 se inclinen por enfoques que puntualizan en la intensificación productiva (caso 2) y el manejo a pasto o a campo (caso 1).

3) Agroecología explícita y silenciosa:

Los cuatro casos descreían, en un principio, del enfoque agroecológico. Los casos 3 y 4 solo cambiaron su mirada al conocer personalmente experiencias agroecológicas consolidadas y luego de empezar a probar técnicas en sus campos. Los productores 1 y 2 se diferencian explícitamente de una forma de producción convencional, buscan autonomía, procesos productivos propios y expresan discrepancias con el modelo agroecológico. Sin embargo, a la luz de los principios con los que manejan sus campos, sobre estos dos últimos casos, podemos decir que subyace en su forma de ver y orientar la producción un manejo productivo agroecológico.

Por ello, encontramos una agroecología explícita y una agroecología silenciosa. La agroecología silenciosa se expresa en familias productoras que no se autodenominan agroecológicas –e inclusive se distancian discursivamente del término–, pero que al adentrarnos en las practicas que adoptan, encontramos muchas similitudes con el paradigma en cuestión. En términos de Van der Ploeg et. al. (2019), resistir con autonomía, aunque no sea explícito, permite identificar sistemas que denomina protoagroecológicos y que presentan gran potencial para la agroecología de Europa. En este sentido, en el centro de Buenos Aires, Balda (2019) también encontró que estos productores son sostenedores de una amplia red comercial de los pueblos del interior, y cuando les va mal esto repercute en muchos rubros de su comunidad. En la zona de este estudio, los casos analizados muestran que sus estrategias de manejo predial les permiten mantenerse en los márgenes del modelo hegemónico (Grass y Hernandez, 2013). De sus discursos se desprende esa marginalidad como algo positivo; no ven al agronegocio y la agriculturización como un modelo a seguir, y, al contario, observan a su alrededor los problemas que tienen quienes toman sus premisas. En este sentido, encontramos en estos casos diferencias planteadas para la generalidad de este sector en cuanto a su persistencia basada en la “sobreexplotación de sus recursos naturales y humanos…, descapitalización de la unidad productiva, pérdida de patrimonio familiar y de degradación de los recursos no renovables” (Grass y Hernandez, 2013, p. 59). Por otro lado, a diferencia de otros estudios realizados con unidades productivas que se encuentran más cerca de la lógica empresarial (Moreno, 2017), la identificación social y la trayectoria familiar sí influyen sobre el perfil productivo o de organización de la producción de estos casos, ubicados dentro del universo de la agricultura familiar.

Conclusiones

El análisis realizado permite reconstruir las experiencias de cuatro casos de unidades familiares chacareras del centro oeste de la provincia de Buenos Aires y su relación con el modelo de la agroecología, en un contexto caracterizado por la hegemonía de la agriculturización y el agronegocio.

Los casos se encuentran en un estrato dentro de la categoría agricultura familiar, poco abordado por las políticas públicas por diluirse sus particularidades en la clasificación general.

Este sujeto que no terminó por transformarse en empresario y tampoco abandonó la actividad, conserva una identidad chacarera. Las trayectorias familiares nos permiten observar que su “pasado chacarero”, en relación al vínculo generado con la tierra y con el espacio social de la comunidad, sigue latente, por lo que el cuidado de los recursos naturales es indispensable para cumplir los objetivos no solo de la unidad familia-explotación (fuente de ingresos, trabajo y vivienda), sino también para mantener su capital simbólico asociado a dicha identidad.

También es importante el recorrido de cada uno en cuanto a la formación, es decir, las experiencias con el asesoramiento técnico, el intercambio con pares y el conocimiento de experiencias variadas en cuanto al manejo de la producción. Así, solamente quienes conocieron presencialmente experiencias de pares con manejo agroecológico adoptaron este enfoque explícitamente.

Además, los dos casos que integran un grupo y son asesorados en agroecología tienen una visión general integral de su explotación con el entorno. Se ven a sí mismos como parte de un sistema agroalimentario, y esto les permite pensar más allá de la producción predial. La idea de desarrollo territorial que surge de esta visión potencia redes de intercambio entre distintos actores y las redes de intercambio traccionan políticas municipales, como es el caso de las ordenanzas de regulación de agroquímicos y de fomento a la producción agroecológica sancionadas en Guaminí.

Existen múltiples caminos y trayectorias para lograr una producción sustentable y en los cuatro casos se observan principios de la agroecología, sobre todo en lo referido a la búsqueda de autonomía, promoviendo el uso interno de los recursos naturales, su reciclado y circulación, que redundan en la disminución del uso de insumos externos como los agroquímicos.

Distintas miradas sobre lo territorial, pero con objetivos similares: permanecer, vivir en el campo y del campo, para lo cual es indispensable cuidar los recursos naturales. Por ello, intencionalmente o no, estos productores se constituyen en modelos que emergen como pioneros en un contexto caracterizado por la prevalencia de la tecnología de insumos y el abandono de la actividad de las unidades familiares.

Estas familias productoras hoy parecen en silencio y poco abordadas desde las políticas públicas quizá por no ser de las más necesitadas o en estado de subsistencia. Sin embargo, son las que desde varias generaciones atrás producen alimentos, ocupan el territorio, generan dinámicas económicas y culturales; no entraron en el modelo de intensificación basado en insumos y entonces están mucho más cerca de lo que propone la agroecología. Su arraigo a lo local propicia el desarrollo sustentable, y, por eso, estos modelos también requieren el acompañamiento con políticas públicas a través de la generación de estructuras que permitan y potencien su desarrollo territorial.

Agradecimientos

A los productores que participaron del trabajo, a Marcelo Schwerdt, a Emanuel Lageyre y Dario Morris; por su tiempo y predisposición.

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Notas

1. Las políticas se refieren a las medidas neoliberales de retraimiento del Estado en sus funciones reguladoras (eliminación de la Junta Nacional de Granos, Junta Nacional de Carnes, entre otros). Se dejaron de lado políticas proteccionistas y redistributivas, se eliminaron impuestos a las exportaciones, se privatizaron empresas de servicios y desmantelaron institutos públicos de apoyo técnico al agro (Grass y Hernández, 2009).
2. “Es una categoría nativa (habitualmente usada como sinónimo de colono debido al origen de estos sujetos) referida a aquellos de las chacras. La chacra es el nombre con el que, en la región pampeana, suele denominarse a una unidad productiva relativamente reducida –en relación a la estancia– en la cual vive el productor con su familia. Allí, desde sus orígenes y hasta las décadas de 1960 y 1970 se superponían los espacios productivos y reproductivos. Hasta entonces en las chacras se producían principalmente alimentos (trigo, maíz, girasol, ganado) orientados al circuito mercantil nacional e internacional pero también productos destinados al consumo hogareño o comercio informal en pequeña escala (porcinos, aves de corral, elaboración de alimentos lácteos, etc.)” (Muzlera, 2020).
3. Productor familiar capitalizado: cuenta con escasos recursos productivos (tierra y capital), pero en relación con el nivel medio de la actividad representado por el empresario agrario tiene condiciones para evolucionar. No presenta en general rasgos de pobreza y sus principales carencias se refieren a servicios de apoyo a la producción (financiamiento y crédito, asistencia técnica, apoyo a la comercialización, a la integración en cadenas productivas, etc.) (Obschatko, 2007, en CIPAF 2017).
4. Productor familiar de transición (poco capitalizado): posee una escasez de recursos (tierra, capital, etc.) tal que no le permite la reproducción ampliada o la evolución de su explotación, sino solamente la reproducción simple (es decir, mantenerse en la actividad), y presenta algunos rasgos de pobreza por falta de acceso a servicios sociales básicos (Obschatko, 2007, en CIPAF 2017).
5. Productor familiar de subsistencia: es aquel cuyos recursos no le permiten vivir exclusivamente de su explotación y mantenerse en la actividad, por lo que debe recurrir a otras estrategias de supervivencia (trabajo fuera de la explotación, generalmente como asalariado transitorio en changas y otros trabajos de baja calificación), posee acentuadas condiciones de pobreza, y su mantenimiento en el campo se explica, en una gran mayoría de casos, por el aporte que recibe de programas públicos de asistencia social y por otros ingresos eventuales (Obschatko, 2007, en CIPAF 2017).
6. El libro de Carla Grass y Valeria Hernández El agro como negocio. Producción, sociedad y territorios en la globalización describe la instalación de este modelo en Argentina en cuanto a su reconfiguración productiva y la representación simbólica sobre el imaginario rural.
7. En el artículo citado, las autoras describen nuevas figuras surgidas del agronegocio, como las unidades familiares (que se reconfiguraron asociándose, arrendando, comprando maquinaria, prestando servicios), el “neoproductor” (que combina producción y prestación de servicios de todo tipo vinculados a las innovaciones tecnológicas de las multinacionales), y las tradicionales Cooperativas, que se apropiaron del modelo, modificando sus roles en las comunidades.
8. Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
9. El feedlot surge como estrategia productiva del agronegocio; se basa en el engorde (con alimento balanceado) de animales encerrados en corrales.

Recepción: 25 Junio 2021

Aprobación: 10 Noviembre 2021

Publicación: 01 Diciembre 2021

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